viernes, 9 de mayo de 2008

John Barleycorn o Las memorias alcohólicas. Jack London


Era el rey de los perseguidos, de los ocultos. Era el más escueto y el de la más sincera palabra. Era la compañía ideal para caminar por la senda de los dioses. Todavía ayuda al desarraigado en su lucha. Su camino estaba hecho de la más desnuda de las verdades y de muerte. Él nos proporcionó visiones de absoluta claridad y sueños de todo. Era enemigo de la vida y maestro de los deseos, más allá de cualquier anhelo de existencia. Fue el asesino de manos rojas que murió violentamente, joven.
(...)
Así se comportan los devotos de John Barleycorn. Cuando la fortuna les sonríe, beben. Cuando la buena suerte les da la espalda, beben con la esperanza de que vuelva a sonreírles. Y si al final resulta que la fortuna no fue tal, sino todo lo contrario, beben para olvidar. Si encuentran a un amigo, beben. Y si riñen con un camarada y pierden su amistad, también beben. Si sus amantes les son fieles, necesitan celebrar esa felicidad bebiendo. Si son engañados, o si pierden el cariño de ellas, beben no para celebrarlo sino para acabar con el sufrimiento ocasionado por la pérdida de tal amor. Y si no tienen nada, absolutamente nada que hacer, nada con lo que entretenerse, beben sabedores de que cuando se hayan metido unos cuantos tragos, una cantidad suficiente de tragos, mágicas visiones aparecerán en su mente y con ello podrán ocupar sus manos en lo que les venga en gana. Cuando estén sobrios desean beber, y cuando están borrachos quieren beber más.

Marinero, vagabundo, preso, obrero, buscador de oro, alcohólico, suicida… Jack London, además de creador de un buen puñado de libros de aventuras de esos que forjan lectores, como Colmillo Blanco o La llamada de la Selva, escribió otras como Los de abajo, sobre la vida de los pobres en Londres o John Barleycorn uno de los relatos más sobrecogedores (y atinados, Jack, como Bukowski sabía de lo que hablaba) sobre el alcohol.P.

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