Durante años viví en la calle
como un vagabundo,
observo ahora en las personas
que viven en la calle
un rasgo de integridad
porque percibo en ellas
el desinterés
por la supuesta victoria
y una noble aceptación
de sus consecuencias.
Y probablemente ninguna de ellas
se plantea tal cosa
y se sienten tan solo hastiadas,
decepcionadas, exhaustas…
o sencillamente no encuentran motivo
para continuar con una guerra
en la que no tuvieron ocasión
de decidir si querían participar
pero a pesar de todo sigue habiendo
una integridad implícita en la renuncia,
tanto si sus fuerzas han remitido
como si algún pedazo de su alma
se resiste, se niega, a continuar
corriendo tras sueños prestados
porque de cualquier modo implica
un rasgo de la extrema cordura
que posee siempre la locura,
la locura hasta la que el insaciable
berbiquí de la vida
ha conseguido finalmente llegar
y en realidad no están tan enajenadas
o extraviadas
como los demás creen,
como ellas mismas creen,
sino que ese lugar en su interior
que ha sobrevivido
se siente más confortable bebiendo vino
en la puerta de un supermercado
y durmiendo en un portal
que dejándose la vida tras las cosas
que hasta entonces ha sido necesario
que pensara que necesitaba
para beneficio de casi todos
menos para él.
Samuel Bressón
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