Daniela estaba recostada boca abajo y con las piernas entrelazadas. Era un día caluroso de Agosto. Estaba intentando escribir algo de poesía post-modernista. Ella leía a Ginsberg, Pound y algo de Rimbaud, quería sacar algo de todo eso. Entonces empezó a escribir cuando Roberto entró sigiloso por la ventana semiabierta. Ella sólo traía puesto un pijama de Hello Kitty sin nada de ropa interior. Roberto se abalanzó y le metió las dos manos en las tetas.
Daniela saltó del susto en medio de un buen verso que se le había venido a la mente.
— ¡Idiota, me asustaste!
—Qué buena que estás...mi amor.
—No me gusta que me toques las tetas, dicen que cuando mucho las tocan se caen.
— ¿Sabes que hace 5 días que no lo hacemos?
— ¡Por el amor de Dios Roberto! ¿Solamente piensas en eso?
—Bueno, una mamada tampoco estaría mal.
Daniela se ofuscó. Se levanto con su pijama arrugado y le señaló la ventana a Roberto.
— ¡Quiero que te vayas ahora mismo!
—Daniela, amor, te juro que esta vez traje condones.
— Vete, por favor.
—Pero...
Roberto no insistió. También tenía algo de orgullo y dignidad. Se trepó por la ventana y salió a la calle. Afuera sólo había soledad y bajos instintos. Así que no estaba mal. Caminó dos esquinas y se subió a su viejo Suzuki. Prendió la radio y puso algo de rock clásico. Luego abrió el móvil y marcó un número.
— ¿Hola Jenny?
— ¡Qué haces, hijo de puta!
—Nena, no me gusta que me llames así.
— ¿Y para qué me llamas entonces?
—Estoy un poco mal. Necesito echar un polvo.
— ¿Y tu novia? ¿La morenita de mierda esa?
—Es una larga historia.
—Mierda como todas. Bien, trae algo para tomar.
Roberto colgó e inmediatamente arrancó por la autopista de alta velocidad. Se detuvo frente a una licorería y compró una gran botella de whisky escocés. Puede que hayan sido los 15 dólares mejor gastados. Después se vio manejando por la avenida al este en dirección del viejo barrio de su infancia.
Cuando tocó el timbre del departamento la botella de whisky ya iba por los tres cuartos. Roberto estaba cantando algo de Motley Crue a toda garganta.
Jenny salió con las tetas descubiertas y unas bragas de lencería fina, muy fina, mientras que una luz triste alumbraba la sala y parte de la cocina mal acomodada.
—Pasa, pasa —Dijo ella. Seguro has peleado con tu chica.
—No es eso.
—Te conozco hijo de puta, a mí no me engañas.
—No sé qué hice mal, pero Daniela está empezando a usar el sexo como chantaje.—Entiendo, así son esas niñas, se hacen las estrechas pero cómo les encanta que le den por atrás.
—No es como tú crees.
Jenny se dirigió al baño y Roberto aprovechó para sacar dos vasos de la estantería y repartir el whisky.
— ¿Tienes cubos de hielo?
—En la nevera. —Dijo ella volviendo del baño.
Roberto echó un poco de hielo a los vasos con una mano y con la otra se fue abriendo la camisa.
— ¿Estás desesperado?
—No es eso, hace mucha calor aquí.
—Ya me cansé de ser tu puta, Robert.
— ¿Pero qué dices?
—No sé, pero ya estoy harta de todo esto.
— ¿No me digás que te has enamorado de mí?—No, pero he pensado mucho en la muerte, sabes.
Tomaron el whisky suavemente. Mientras que afuera caía la noche. Poco a poco se sinceraron. Hablaban de lo bien que la pasaban juntos en la infancia. Sobre las tardes después de volver al colegio. Sobre la vez que él se bajó los pantalones en el campamento frente a las chicas. De la vez que ella encontró a su primer novio con otra en los baños. Hablaban y reían, alto muy alto. Llegaron a un punto en que sus brazos se encontraron y se fundieron en un profundo abrazo. Y entonces Jenny se embriagó, y cuando ella estaba demasiado ebria le gustaba pelear. Una mala elección lo de comprar whisky. Pero así son las cosas o tienes mucha suerte o realmente no tienes ninguna. De pronto ella se levantó y miró fríamente a Roberto.
—Ven aquí Robert ¡Te voy a enseñar cómo coger a una morena!
—No hables así de ella.
— ¡Hablo como se me de puta la gana!
— Tranquilízate.
Jenny le incrustó una patada en los testículos. Él cayó al piso retorciéndose.
— ¡Levántate si eres hombre! ¡Vamos marica!
Roberto sintió que se desvanecía. Era un dolor agudo e intenso.
— ¡Vamos hijo de mil putas! ¡He dicho que te levantes!
Roberto se levantó con las manos en la ingle.
— ¡Eres una gallinita no puedes ni tirarte a tu novia! ¡Qué pena me das!
— ¡Ya basta, por favor! —Gimió Roberto.
Esta vez Jenny le metió un buen rodillazo en el estómago. A Roberto se le hincharon las venas del cuello y en un acto de desesperación tomó la botella de whisky vacía y se la estampó en la cabeza de Jenny. Ella cayó al instante como un elefante, retumbando por todo el departamento.
Roberto la sacudió un par de veces:
— ¡Jenny! ¡Jenny! Jenny no respondía.
—Oh cristo.
Otra vez la sacudió.
—Pero que has hecho Roberto —Decía una vocecita dentro de él.
Luego empezó a brotar la sangre de su cabeza. Salía a chorros, era una sangre espesa y caliente. Avanzaba lentamente esparciéndose por el piso. Roberto trató con las dos manos de meter la sangre dentro de su cabeza como si se tratara de un osito de peluche rellenándose con algodón. Y mientras más lo intentaba más se salpicaba de sangre la cara, los brazos y la ropa. Era un lindo día de Agosto, sí señor.
Trevor K, del blog Mierdalandia.
lanuevamierda.blogspot.com
Daniela saltó del susto en medio de un buen verso que se le había venido a la mente.
— ¡Idiota, me asustaste!
—Qué buena que estás...mi amor.
—No me gusta que me toques las tetas, dicen que cuando mucho las tocan se caen.
— ¿Sabes que hace 5 días que no lo hacemos?
— ¡Por el amor de Dios Roberto! ¿Solamente piensas en eso?
—Bueno, una mamada tampoco estaría mal.
Daniela se ofuscó. Se levanto con su pijama arrugado y le señaló la ventana a Roberto.
— ¡Quiero que te vayas ahora mismo!
—Daniela, amor, te juro que esta vez traje condones.
— Vete, por favor.
—Pero...
Roberto no insistió. También tenía algo de orgullo y dignidad. Se trepó por la ventana y salió a la calle. Afuera sólo había soledad y bajos instintos. Así que no estaba mal. Caminó dos esquinas y se subió a su viejo Suzuki. Prendió la radio y puso algo de rock clásico. Luego abrió el móvil y marcó un número.
— ¿Hola Jenny?
— ¡Qué haces, hijo de puta!
—Nena, no me gusta que me llames así.
— ¿Y para qué me llamas entonces?
—Estoy un poco mal. Necesito echar un polvo.
— ¿Y tu novia? ¿La morenita de mierda esa?
—Es una larga historia.
—Mierda como todas. Bien, trae algo para tomar.
Roberto colgó e inmediatamente arrancó por la autopista de alta velocidad. Se detuvo frente a una licorería y compró una gran botella de whisky escocés. Puede que hayan sido los 15 dólares mejor gastados. Después se vio manejando por la avenida al este en dirección del viejo barrio de su infancia.
Cuando tocó el timbre del departamento la botella de whisky ya iba por los tres cuartos. Roberto estaba cantando algo de Motley Crue a toda garganta.
Jenny salió con las tetas descubiertas y unas bragas de lencería fina, muy fina, mientras que una luz triste alumbraba la sala y parte de la cocina mal acomodada.
—Pasa, pasa —Dijo ella. Seguro has peleado con tu chica.
—No es eso.
—Te conozco hijo de puta, a mí no me engañas.
—No sé qué hice mal, pero Daniela está empezando a usar el sexo como chantaje.—Entiendo, así son esas niñas, se hacen las estrechas pero cómo les encanta que le den por atrás.
—No es como tú crees.
Jenny se dirigió al baño y Roberto aprovechó para sacar dos vasos de la estantería y repartir el whisky.
— ¿Tienes cubos de hielo?
—En la nevera. —Dijo ella volviendo del baño.
Roberto echó un poco de hielo a los vasos con una mano y con la otra se fue abriendo la camisa.
— ¿Estás desesperado?
—No es eso, hace mucha calor aquí.
—Ya me cansé de ser tu puta, Robert.
— ¿Pero qué dices?
—No sé, pero ya estoy harta de todo esto.
— ¿No me digás que te has enamorado de mí?—No, pero he pensado mucho en la muerte, sabes.
Tomaron el whisky suavemente. Mientras que afuera caía la noche. Poco a poco se sinceraron. Hablaban de lo bien que la pasaban juntos en la infancia. Sobre las tardes después de volver al colegio. Sobre la vez que él se bajó los pantalones en el campamento frente a las chicas. De la vez que ella encontró a su primer novio con otra en los baños. Hablaban y reían, alto muy alto. Llegaron a un punto en que sus brazos se encontraron y se fundieron en un profundo abrazo. Y entonces Jenny se embriagó, y cuando ella estaba demasiado ebria le gustaba pelear. Una mala elección lo de comprar whisky. Pero así son las cosas o tienes mucha suerte o realmente no tienes ninguna. De pronto ella se levantó y miró fríamente a Roberto.
—Ven aquí Robert ¡Te voy a enseñar cómo coger a una morena!
—No hables así de ella.
— ¡Hablo como se me de puta la gana!
— Tranquilízate.
Jenny le incrustó una patada en los testículos. Él cayó al piso retorciéndose.
— ¡Levántate si eres hombre! ¡Vamos marica!
Roberto sintió que se desvanecía. Era un dolor agudo e intenso.
— ¡Vamos hijo de mil putas! ¡He dicho que te levantes!
Roberto se levantó con las manos en la ingle.
— ¡Eres una gallinita no puedes ni tirarte a tu novia! ¡Qué pena me das!
— ¡Ya basta, por favor! —Gimió Roberto.
Esta vez Jenny le metió un buen rodillazo en el estómago. A Roberto se le hincharon las venas del cuello y en un acto de desesperación tomó la botella de whisky vacía y se la estampó en la cabeza de Jenny. Ella cayó al instante como un elefante, retumbando por todo el departamento.
Roberto la sacudió un par de veces:
— ¡Jenny! ¡Jenny! Jenny no respondía.
—Oh cristo.
Otra vez la sacudió.
—Pero que has hecho Roberto —Decía una vocecita dentro de él.
Luego empezó a brotar la sangre de su cabeza. Salía a chorros, era una sangre espesa y caliente. Avanzaba lentamente esparciéndose por el piso. Roberto trató con las dos manos de meter la sangre dentro de su cabeza como si se tratara de un osito de peluche rellenándose con algodón. Y mientras más lo intentaba más se salpicaba de sangre la cara, los brazos y la ropa. Era un lindo día de Agosto, sí señor.
Trevor K, del blog Mierdalandia.
lanuevamierda.blogspot.com
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