lunes, 3 de enero de 2011

ES JAZZ by Horacio Oliveira.


Nadie conoce este local. Joe es el tipo que está detrás de la barra con la cara hinchada de secar vasos. Me recuerda a Oscar Peterson engullendo humo. Sus padres vinieron desde Brooklyn hace cuarenta años con grandes planes para toda la familia. (Los altavoces escupen el mítico Blue Train de John Coltrane, Marius me hace un gesto desde el servicio para que lo escuche.) Joe estudiaba derecho hasta que su padre murió, entonces decidió dejarlo y continuar con el bar. Este hombre no dispone de más historia que esa. El concierto aún no ha comenzado. Terence es el hermano de Joe, toca todos los jueves, Terence Wilson trío, un lujo para los oídos. Marius pide un par de copas y nos sentamos cerca del escenario. Empiezan como siempre, con una versión del Moanin' de Charles Mingus, el bar se calla y es hora de entablar conversación. Así es el jazz. El contrabajo dice que, la batería pregunta y el piano responde, es así, así de sencillo y complicado, así es.

– Qué complejo es el Jazz –dice Marius mientras el sonido se cae y el piano profiere las primeras notas de la versión de Hank Jones del ‘Round Midnight–. Es un idioma muy curioso. Todo el mundo es capaz de entender lo que ese piano está diciendo, pero muy pocos son capaces de hablarlo.

– La improvisación, el tiempo, el músico se queda reducido a unas notas, una armonía, un ritmo…–dice Jean–. Nosotros estamos aquí con nuestro bourbon escuchando una conversación entre un piano, una batería, y un contrabajo. El piano está vociferando todas nuestras penas y nos importa una mierda. Call and response, amigo.

Nos quedamos callados escuchando varios temas que se van enlazando en el tiempo y, por supuesto, en el espacio. Freddie Freeloader, Tea For Two, These Foolish Things. El aire se espesa, cojo una servilleta y escribo un poema:
.
Dejar el espíritu a un lado.
Quitarse el corazón,
ponerlo a hervir.
Coserse los párpados: cada pestañeo
una puntada
hasta quedarse mudo.

Perder los zapatos.
Llenarse el pecho de algodón,
de este bourbon.
Apretar las nubes
contra el suelo.

Bailar sobre un alambre.
Riff.
No conocer el final,
no recordar el principio.

Es jazz:
No conocer el final
ni recordar el principio.


Horacio Oliveira, del blog La última vez que te robé París.

3 comentarios:

Horacio Holiveira dijo...

Muchas gracias por el enlace, Vicente. No te puedes imaginar la ilusión que me hace, de verdad. Estoy viendo desde aquí el libro de Hankover encima de la estantería y es como si de repente tuviera un vínculo nuevo con él. Me alegro de que os haya gustado el texto.

Mucho gusto, un saludo!

Vinalia Trippers dijo...

el gusto es nuestro, Horacio.

bienvenido a la tripulación.

v

@jorjowski dijo...

whisky solo, charlie parker y pockerstars, en el último mes poco más hice.