Sobre la mesa una lata de cerveza y una revista de música,
ambas abiertas, como si fueran una obra de arte postmoderno,
y al acercarme la birra a los labios,
la mirada, sin querer, me huye a la revista,
atrapada por una foto que se repite en los últimos años
un grupo de música que en algún tiempo lleno locales
reunido de nuevo
después de conocer fama y pasta
debe ser duro
volver a la puta cotidianeidad de todos los días,
a los días incoloros,
abrir la puerta de casa y,
en vez de encontrarte algun-a groupie ardiente,
que sea el conocido cartero,
sin más
ver que la cuenta corriente roza los números rojos,
que se evapora como el agua en el desierto,
que tus autógrafos, fotos, portadas
son recuerdos del pasado
el grupo que alguna vez llenó locales
interpretando, mal, muy mal, patéticamente mal,
viejas poses ante la cámara,
arrugas, canas y calvicies son las protagonistas
junto a los uniformes rescatados del viejo armario,
y lo peor de todo
es que esas miradas no tienen ni de coña
el fuego que una vez tuvieron...
echo un trago de la lata de cerveza
y rápidamente lo tiro por la taza del water,
estaba abierta desde ayer
y no tiene ni espuma, ni gas, ni sabor, ni nada,
parecida a esa estafa musical de la revista,
toda la fuerza perdida
tongo on stage
tongo dentro de la lata
tiro la revista y la lata a la basura,
a ese cielo de plástico donde van los milagros
después me dirijo a la nevera
buscando una cerveza bien fría
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