La Marilin dijo por la derecha y el Bodeler que por la izquierda y yo al volante y la avenida que se terminaba y había que girar a algún lado y en el asiento de atrás iban magreándose el Janfri y la Monse y la Lida también, a mi espalda, tapándome de vez en cuando los ojos con las manos y diciéndome cu, cu quién soy y en el loro sonaban a todo volumen los Stones y por todos lados había botellas y humo de canutos y risas. El buga, un Alfa de pijos, lo habíamos ligado al principio de la noche y ya casi amanecía y fue el Bodeler, tirándose el pegote, quien dijo primero lo del alunizaje, ¿aluni que? preguntó la Monse con las tetas fuera y un yoes trompetero en la comisura de los labios. Jurdeles, nena, pillamos pasta gansa y seguimos la juerga en malibubích. Me salté otro semáforo y otro más de propina y torcí a la izquierda haciendo derrapar peliculeramente las ruedas, saltando el bordillo, rascando la carrocería con un quiosco de la Once, ciego perdido, con una litrona vacía bajo el pedal del freno. El pasaje aplaudía, enroscados en el pedo, cantando de joda precaución amigo conductor, la senda es peligrosa y entonces alguien dijo la joyería, al final de la calle hay una joyería, no hay huevos y sonreí maléfico y me lancé a por ella como un toro, a ciento sesenta, pilotando con una mano en el volante y con la otra, para darme ánimos, biberoneando el gollete de la Jack Daniel’s. Detrás, la Lida me comía el cuello a bocaditos, me susurraba guarrerías en la oreja y el coche volaba como una flecha hacia el blanco y entonces dije agárrense mis niños y acelerando a tope empotré por mis muertos el cacharro en la puerta del establecimiento y aquello hizo una escandalera de mil demonios y saltaron alarmas y cristales por todos lados y entonces alguien dijo cabrón te equivocaste, porque resulta que fuimos a dar a un ultramarinos pero igual aprovechamos y mangamos lo que pudimos y salimos por patas, yo con un jamón, cojeando de dolor, la otra con un repuesto de fregona en la cabeza a modo de peluca, el otro tragándose phoskitos y nos montamos pitando en el carro, que arrancó y todo y dí marcha atrás y salimos de naja, sin parabrisas, soltando trozos de chapa, heridos, tarambanas, muertos de risa.
Domingo López, de Alentejo Blues y otros textos (Papeles de Uno, 2010).
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