LA VUELTA AL COMPROMISO
En el nº 814, de septiembre de 2007, del ABCD de las Artes y las Letras (sección Libros), publica Luis García Jambrina una reseña de Once poetas críticos:
La vuelta al compromiso
Luis García Jambrina.
La vuelta al compromiso
Luis García Jambrina.
Después de un tiempo en el que, salvo excepciones, la conciencia crítica parecía ausente de la poesía española, en los últimos años se observa una vuelta al compromiso bajo nuevos marbetes, como «nueva poesía social», «poesía de la conciencia crítica» o «escritura del conflicto». Una buena prueba de ello es la antología Once poetas críticos en la poesía española reciente, coordinada por Enrique Falcón, que ya había publicado otra en Chile con el título de No doblar las rodillas: siete proyectos críticos en la poesía española reciente (2002).
Entre los autores aquí incluidos, los hay que cuentan ya con una interesante trayectoria y un cierto reconocimiento crítico, como es el caso de Jorge Richmann (Madrid, 1962), de cuyo último libro, Conversaciones entre alquimistas, ya me ocupé aquí hace unas semanas («Se ha dislocado la relación del campesino con la semilla, la del perro pastor con las ovejas…»); Isabel Pérez Montalbán (Córdoba, 1964), en la que el cuestionamiento del pasado va unido a la evocación de la infancia («Teníamos un tiesto con claveles, / las coplas dedicadas por la radio / y un corazón de periferia / con vistas a la diáspora y al tizne»); David González (San Andrés de los Tacones, Asturias, 1964), autor de una poesía narrativa, clara y contundente, como una pedrada en el ojo («No digas que No. / Sí puedes cambiar el mundo. / Sólo precisas / un brazo, una mano, piedras»); Antonio Orihuela (Moguer, Huelva, 1965), el más irónico y sarcástico de todos ellos («Y si lo real fueran los movimientos de masas / en automóvil / reguladas por agentes de tráfico. / ¿Dónde entonces la lucha de clases?»).
Efectos de la guerra. Antonio Méndez Rubio (Fuente del Arco, Badajoz 1967), el más exigente en la búsqueda de un lenguaje más profundo y menos transparente («La luz caduca / pero, en venganza, / lo negro es lo que no puedo dejar de mirar»); o el propio Enrique Falcón (Valencia, 1968), que ya en 1994 llamó la atención con su libro La marcha de 150.000.000 y, desde entonces, no ha dejado de escribir contra la guerra («En la nuca partida del suelo iraquí. / Y en la sangre bramando por la grava de Atocha»). Junto a ellos, está también Daniel Bellón (Cádiz, 1963), que tiene como uno de sus referentes a Jorge Riechmann y se preocupa por los efectos de la guerra y la globalización económica («Las bombas caen suben / las bolsas»), así como cuatro integrantes del colectivo de agitación cultural «La Palabra Itinerante», surgido en Cádiz y Sevilla a mediados de los 90. Los cuatro son autores de una poesía hecha para ser leída en público (con frecuencia, acompañada de música o en interacción con otras formas artísticas) y con una clara intencionalidad social. «Las cadenas enormes del mundo / se han puesto en movimiento», proclama Miguel Ángel García Argüez (La Línea, Cádiz, 1969).
Mayor diversidad. «Hemos venido para no hacernos los sordos / para golpear desde la palabra», añade David Franco Monthiel (Cádiz, 1976). «Cuando nacimos / ya habían traducido el mundo / en un lenguaje equivocado», apunta David Eloy Rodríguez (Cáceres, 1976), mientras que José María Gómez Valero (Sevilla, 1976) sentencia: «Labramos siempre tierras prometidas. / Nos dejamos morir en los brazos del mañana». De gran interés es el epílogo, titulado «No doblar las rodillas: 1991-2006», dado que, en su cronología, no sólo se enumeran algunos hechos significativos del contexto histórico, social y cultural en el que surgieron los poemas, sino que también se menciona a otros poetas y libros relevantes situados en la misma órbita, aunque desde perspectivas y edades diferentes, como, por ejemplo, Fernando Beltrán (1956) y su libro El gallo de Bagdad (1991) o Juan Carlos Mestre (1957) y el titulado La poesía ha caído en desgracia (1992), dos importantes precedentes de esa vuelta al compromiso. En conclusión, esta nueva poesía crítica (al menos en sus planteamientos teóricos y en algunos de sus principales logros) supone también un cuestionamiento del propio lenguaje, buscando un equilibrio entre conciencia ética y política y exigencia estética y poética, lo que, de entrada, da origen a una mayor diversidad. Estamos, pues, ante una antología rigurosa y representativa de un fenómeno poético que debería hacernos reflexionar, porque resulta que el mundo sigue sin estar bien hecho.
(ABCD de las Artes y las Letras, Madrid, nº 814, 8 septiembre 2007)
Entre los autores aquí incluidos, los hay que cuentan ya con una interesante trayectoria y un cierto reconocimiento crítico, como es el caso de Jorge Richmann (Madrid, 1962), de cuyo último libro, Conversaciones entre alquimistas, ya me ocupé aquí hace unas semanas («Se ha dislocado la relación del campesino con la semilla, la del perro pastor con las ovejas…»); Isabel Pérez Montalbán (Córdoba, 1964), en la que el cuestionamiento del pasado va unido a la evocación de la infancia («Teníamos un tiesto con claveles, / las coplas dedicadas por la radio / y un corazón de periferia / con vistas a la diáspora y al tizne»); David González (San Andrés de los Tacones, Asturias, 1964), autor de una poesía narrativa, clara y contundente, como una pedrada en el ojo («No digas que No. / Sí puedes cambiar el mundo. / Sólo precisas / un brazo, una mano, piedras»); Antonio Orihuela (Moguer, Huelva, 1965), el más irónico y sarcástico de todos ellos («Y si lo real fueran los movimientos de masas / en automóvil / reguladas por agentes de tráfico. / ¿Dónde entonces la lucha de clases?»).
Efectos de la guerra. Antonio Méndez Rubio (Fuente del Arco, Badajoz 1967), el más exigente en la búsqueda de un lenguaje más profundo y menos transparente («La luz caduca / pero, en venganza, / lo negro es lo que no puedo dejar de mirar»); o el propio Enrique Falcón (Valencia, 1968), que ya en 1994 llamó la atención con su libro La marcha de 150.000.000 y, desde entonces, no ha dejado de escribir contra la guerra («En la nuca partida del suelo iraquí. / Y en la sangre bramando por la grava de Atocha»). Junto a ellos, está también Daniel Bellón (Cádiz, 1963), que tiene como uno de sus referentes a Jorge Riechmann y se preocupa por los efectos de la guerra y la globalización económica («Las bombas caen suben / las bolsas»), así como cuatro integrantes del colectivo de agitación cultural «La Palabra Itinerante», surgido en Cádiz y Sevilla a mediados de los 90. Los cuatro son autores de una poesía hecha para ser leída en público (con frecuencia, acompañada de música o en interacción con otras formas artísticas) y con una clara intencionalidad social. «Las cadenas enormes del mundo / se han puesto en movimiento», proclama Miguel Ángel García Argüez (La Línea, Cádiz, 1969).
Mayor diversidad. «Hemos venido para no hacernos los sordos / para golpear desde la palabra», añade David Franco Monthiel (Cádiz, 1976). «Cuando nacimos / ya habían traducido el mundo / en un lenguaje equivocado», apunta David Eloy Rodríguez (Cáceres, 1976), mientras que José María Gómez Valero (Sevilla, 1976) sentencia: «Labramos siempre tierras prometidas. / Nos dejamos morir en los brazos del mañana». De gran interés es el epílogo, titulado «No doblar las rodillas: 1991-2006», dado que, en su cronología, no sólo se enumeran algunos hechos significativos del contexto histórico, social y cultural en el que surgieron los poemas, sino que también se menciona a otros poetas y libros relevantes situados en la misma órbita, aunque desde perspectivas y edades diferentes, como, por ejemplo, Fernando Beltrán (1956) y su libro El gallo de Bagdad (1991) o Juan Carlos Mestre (1957) y el titulado La poesía ha caído en desgracia (1992), dos importantes precedentes de esa vuelta al compromiso. En conclusión, esta nueva poesía crítica (al menos en sus planteamientos teóricos y en algunos de sus principales logros) supone también un cuestionamiento del propio lenguaje, buscando un equilibrio entre conciencia ética y política y exigencia estética y poética, lo que, de entrada, da origen a una mayor diversidad. Estamos, pues, ante una antología rigurosa y representativa de un fenómeno poético que debería hacernos reflexionar, porque resulta que el mundo sigue sin estar bien hecho.
(ABCD de las Artes y las Letras, Madrid, nº 814, 8 septiembre 2007)
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Once poetas críticos en la poesía española reciente es una de las antologías que os comentaba en la entrada anterior. Coordinada por Kike Falcón, reúne textos de once poetas muy respetados y queridos en este blog ( David González, Antonio Orihuela, Jorge Richmann, Isabel Pérez Montalbán, etc ), con los que, en muchos aspectos, recorremos semejante camino. Está editada por Baile de Sol, una de las pequeñas editoriales más arriesgada, honesta, seria y comprometida, en este momento, del país, ejemplo para muchas otras que, confusamente, ostentan el mismo título... Una de las recomendaciones imprescindible para el otoño entrante. v.
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