miércoles, 5 de septiembre de 2007

Bukowski y el cine

No deja de ser extraño que Hollywood, esa cantera donde últimamente escasean las ideas, apenas haya mordido el filón inagotable que supone la obra de Charles Bukowski, uno de los más grandes autores contemporáneos, antaño maldito y alcohólico y sufridor de los infiernos del hambre y la miseria y hoy nombre de culto en los círculos literarios.
Es cierto que la mayoría de sus obras no son fáciles de adaptar a la pantalla, o, mejor, sus argumentos no interesarían a los estudios por carecer de tiroteos y abusar de los desnudos femeninos, y es cierto que en casi todas sus obras su protagonista y alter ego, Hank Chinaski, apenas hace otra cosa que beber vino, tumbarse en una cama por cuyas patas escalan las cucarachas, abandonar trabajos para bestias de dos piernas y acercarse a su máquina de escribir a pergeñar poemas. La combinación sexo, literatura y sedentarismo no interesa demasiado a Hollywood, aunque existen películas en las que se mezcla el alcohol y la literatura de manera sorprendente (citemos de ejemplo “Leaving Las Vegas” o “Días sin huella”, la obra maestra de Billy Wilder).
Escarbando en la página web de IMDB, ese manantial de datos sobre cine, probablemente el más extenso y exhaustivo del mundo, se topa uno con el nombre de Bukowski asociado a cortometrajes basados en sus poemas o en sus novelas (“Love Pig”, de 1990; “Guts, del 91; “Lonely at the top”, del 93; o “Bring me your love”, del año 2000), películas desconocidas o que se perdieron en el limbo y en cuyos guiones colaboró el propio autor (“Crazy Love”, que data de 1987; “Lune Froide”, del 91; o “The Blanket”, del 94) y dos o tres títulos que alcanzaron cierta trascendencia (“Ordinaria locura”, del 81; “The Killers”, del 84; y “Barfly: El borracho”, del 87).
Quizá la más conocida de todas ellas sea “Ordinaria locura”, basada en su libro de cuentos “Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones”, que contaba con la dirección de Marco Ferreri y las interpretaciones de Ben Gazzara y Ornella Muti, el tipo de mujer de buenas piernas y ojos de gata que fascinaba a Bukowski. En “The Killers”, una película de una hora de duración, el propio escritor comparece en la piel de “El autor”, interpretándose a sí mismo, gesto que repetiría en “Supervan”, una película australiana del 73 en la que era uno de los borrachos de una fiesta, y en “Barfly”, de la que hablaremos en breve. Resulta curioso que “Crazy Love”, también conocida como “Love is a dog from hell” (“El amor es un perro del infierno”, título de uno de sus poemarios), fuera dirigida por Dominique Deruddere, un tipo belga cuyo nombre ninguno recordamos, pero él fue quien adaptó al cine, por aquellas fechas, la novela de otro autor de culto, un enorme escritor al que idolatraba Bukowski, John Fante (busquen sus novelas, ahora reeditadas en Anagrama). Deruddere llevó al cine su mágica “Espera a la primavera, Bandini”, con Joe Mantegna, Faye Dunaway y Ornella Muti como cabeceras de cartel. Ambas, “Crazy Love” y “Espera a la primavera...” pasaron sin pena ni gloria por los cines.
Quienes más se han interesado en trasladar sus obras de personajes ebrios, rotos por la vida y torturados por el alcohol han sido, fundamentalmente, directores europeos: Deruddere, Ferreri, Patrick Bouchitey, Eric Cantona (que dirigió un corto de once minutos basado en uno de sus relatos cortos) y Barbet Schroeder. Este último cuenta en su extensa y variada filmografía con “Barfly”, titulada en España “El borracho” por culpa de esa obsesión que tienen los distribuidores españoles en traicionar los títulos originales. “Barfly” es una típica expresión americana que significa “Mosca de bar” y se refiere a esos fulanos cuyas vidas transcurren mientras ellos están siempre acodados en las barras de los bares, entre trago y trago y sin trabajo y como si no tuvieran un hogar al que volver de madrugada. En “Barfly”, el protagonista era Henry Chinaski y apenas se movía de los bares. Mickey Rourke, en aquellos años gloriosos en que aún era un actor de prestigio y no había perdido la movilidad facial a causa de las drogas, los golpes en el ring y las operaciones de cirugía estética, construía un gran Chinaski de pelo graso, dedos repletos de quemaduras y verdugones y mentón sin afeitar. Faye Dunaway prestaba su rostro maduro a Wanda, la mujer alcohólica de la que se enamora Hank entre borracheras antológicas y peleas de bar. El propio Bukowski hacía de patrón del bar, y escribió el guión. Sus andanzas en la llamada meca del cine están recogidas en su novela “Hollywood”, en las que enmascara a los protagonistas de aquella incursión en el cine (directores, jefazos, actores) con nombres inventados. En sus páginas desmitifica y destripa el mundo de los ejecutivos y las grandes productoras.
De estas adaptaciones sólo han trascendido algo, no mucho, “Ordinaria locura” y “Barfly”, siendo ésta última el retrato más certero del mundo bukowskiano. Es extraño que no hayan adaptado todavía “Pulp”, su divertida novela parodiando el género negro, o “Cartero”, esa primera novela en la que a su alter ego le suceden tantas peripecias en el trabajo de casa en casa, o “Factotum”, en la que combina pensiones infernales y oficios inhumanos. Tal vez algún día un guionista metido en el pellejo de un valiente se atreva a dar otro salto y adapte una de sus novelas. Lectores no le faltan a Bukowski.

José Angel Barrueco. Reseña publicada en la revista Alma de Punk, en marzo de 2004
PD: Cuando escribí esto no habían rodado aún "Factotum", la película de Bent Hamer con una gran interpretación de Matt Dillon en el papel de Chinaski. En este caso, sus responsables prefirieron adentrarse en la faceta de los trabajos del escritor, y sus relaciones tormentosas con varias mujeres.

3 comentarios:

safrika señorita dijo...

No me gustó nada Factotum, no me pega nada Dillon tampoco para el papel en fin, cuestión de gustos y disgustos.

Hijos de Satanás dijo...

A mí tampoco me moló nada Factotum, la película. A Matt Dillon lo ví bastante convincente, eso sí, pero la peli me pareció una mierda blandita. Qué le vamos a hacer.

atrocity exhibition dijo...

Recuerdo cuando ví Barfly en un cine de Badalona que ya no existe. Era cuando las películas se repetían en varias sesiones. La película empezaba en un bar y acababa en un bar. Perfecta. Sucia. Ideal. Era sobre Bukowski. Salí al bar del cine y me pedí una cerveza Woll-Damm. La cogí y volví a la sala.
Barfly me encantó y aún hoy recuerdo con añoranza aquel cine y aquella película y ¿por qué no?...aquella jodida cerveza.
Algunos años después adapté un relato de Bukowski (Mantis religiosa), que aparecía en "Música de cañerías". Lo titulé "Mantis negra" y lo exhibí en el Festival de Sitges en el 2000. Luego, lo reedité como "Dirty talk" y lo colgué en el you tube. Esa es la historia. Y todo vuelve a acabar en un bar...
Saludos neurótikos,
Vara