Estudio Estética en el Nefer Center:
–demasiado atractiva para el colegio
demasiado bajita para la pasarela–.
Me salgo a fumar a la esquina
donde da el sol, llevo gafas de marca
y el pelo lustrado con champús de la Escuela.
No suelto el móvil ni pa’ mear
por si llamara el nene, mientras,
heredo la casa de mis padres:
su olor a comida y el armario revuelto.
Cuando termine aquí podré peinar
a las actrices, esa porción de gloria
me será permitida. Siempre a este
lado de la cámara: el de la penumbra,
la línea de crédito que encuentra
los cines vaciándose y los limpiadores
recogiendo los vasos desechables.
Si dejo de comer, ¿mi cuerpo se estancará
en este tiempo no-adulto, no-final?
¿O seguirán pasando las horas
hacia ese sábado de chandal y perros
en los centros comerciales?
A los cuarenta todavía
–demasiado atractiva para el colegio
demasiado bajita para la pasarela–.
Me salgo a fumar a la esquina
donde da el sol, llevo gafas de marca
y el pelo lustrado con champús de la Escuela.
No suelto el móvil ni pa’ mear
por si llamara el nene, mientras,
heredo la casa de mis padres:
su olor a comida y el armario revuelto.
Cuando termine aquí podré peinar
a las actrices, esa porción de gloria
me será permitida. Siempre a este
lado de la cámara: el de la penumbra,
la línea de crédito que encuentra
los cines vaciándose y los limpiadores
recogiendo los vasos desechables.
Si dejo de comer, ¿mi cuerpo se estancará
en este tiempo no-adulto, no-final?
¿O seguirán pasando las horas
hacia ese sábado de chandal y perros
en los centros comerciales?
A los cuarenta todavía
tenemos cara de niñas.
Cristina Morano, de El ritual de lo habitual (Amargord ediciones, 2010).
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