La fachada del cine-teatro está elegante y correctamente engalanada
para el festival de cine de terror que celebra la ciudad,
y mientras la gente espera en la cola para comprar las entradas
observa el pánico y terror que inspiran las imágenes externas del lugar
unos gritos y chillidos se pueden oír cada cierto rato
de los bafles que han colocado en esa tremenda fachada,
guturales gritos que pretenden hacer temblar a cualquiera cercano,
y, aunque no estaba programado para el festival,
las luces de las farolas callejeras en este anochecer brumoso
son atrayentes, como viejos candiles de otra época ya lejana
y en ese momento, como en las películas de diferentes planos,
en otra sala uniformada de esa misma ciudad
el cañón de una pistola acaricia lenta y fríamente
los labios de la entrepierna de una mujer joven, desnuda,
atada las manos en la espalda y con cinta de embalar en ojos y boca
ahora vas a probar una buena polla durísima, putita,
escucha la mujer desde esa pegajosa oscuridad
mientras se le mezclan las lágrimas y los gritos enmudecidos,
una polla que nunca olvidarás...
creo que los que se han arrimado
al festival de cine de terror
se han equivocado otra vez
de escenario
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