miércoles, 26 de enero de 2011

RAÚL NUÑEZ SEGÚN ALFONS CERVERA


Hace diez años que se murió en Valencia Raúl Núñez. Era escritor. Había nacido en Buenos Aires en 1946. Luego recorrió medio mundo, siempre el otro medio permanecerá a oscuras, como la cara oculta de la luna o los poemas de Paul Celan. Siempre. Este verano tuve que purgar de nuevo las estanterías de la casa, dejar ahí unos libros y reducir otros a esa condición miserablemente injusta que es todo abandono. Los de Raúl sobreviven siempre. Me gusta leer lo de antes. No tanto lo de ahora. Los libros que escriben los amigos. Esos. Y poco más. En aquellos días hube de recurrir al google para algo y una tarde lo abrí con el nombre de Raúl Núñez. A ver qué pasaba. Nada. No pasó nada. Algún libro suyo (creo recordar que sólo uno) seguía vivo en alguna biblioteca del planeta. Saqué sus novelas, sus libros de poemas. Las novelas dedicadas, los viejos libros de poemas que algunos amigos me prestaron para preparar la edición de su poesía completa y todavía no ha habido manera. Pero la habrá. Y tanto que la habrá. Los fui sacando uno a uno. Allí regresaba el viejo amigo, esa fragilidad de vidrio que decía Marce, el alma entrañable que descubría Laia cuando era una niña y sorprendida curioseaba a la mañana siguiente: “papá, ¿por qué Raúl se bebe un vaso de vino para irse a dormir en vez de leche?”. Se le quería en casa, hostia. Eso era. Vivió en Barcelona. Tuvo allí a su gente, a María, a su poca gente. Cuando lo conocí habitaba una casa estrecha del chino y casi vivía en el bar Paricio. Acababa de publicar Sinatra , novela considerada por Le Monde una de las mejores editadas en Francia en 1987 y que Francesc Betriu llevaría al cine con canciones de Joaquín Sabina. También La rubia del bar sería una película de Ventura Pons con la música de Gato Pérez. Lejos quedaba su primera novela, Derrama whisky sobre tu amigo muerto , y más lejos aún sus primeros, ya inencontrables, libros de poemas: Juglarock , Poemas de los ángeles náufragos , San John López del Camino People una antología de sus poemas antiguos donde aprendimos muchos los versos del naufragio, de lo que nunca encontraremos en ninguna parte porque a lo mejor no existe y menos aún para según qué tipo de gente. Y una última y ya frágil novela, A solas con Betty Boop . Un día empezó a querer morirse con la lentitud de las tortugas. Le dije que se viniera a Valencia para seguir viviendo y se vino. Aquí editaría El aullido del mudo , una selección de los textos que semanalmente publicaba en la cartelera Turia. La madrugada del 7 de mayo de 1996 me despierta el teléfono: se ha muerto Raúl. Y a Juan Carlos, el amigo de los días últimos, le había dicho que me hiciera cargo de sus cosas. Sus cosas era una estantería de hierro con un manojo de cartas y recortes de periódico, una novela inédita ( Fuera de combate ) a la que le falta una página, dos libros de Onetti y otros dos o tres de Juan Marsé, creo que la persona a quien más quería del mundo. Los demás libros, incluidos los míos, los de su querido Juan Madrid y todos los suyos, los había ido vendiendo poco a poco para ir tirando. Diez años que se murió Raúl Núñez en Valencia. Las malditas tripas del google siguen calladas, como la música seca, inmisericorde, de Samuel Beckett. Pero los libros que les acabo de contar siguen donde siempre. Llenos de vida. Más o menos amarillos. Pero llenos de vida.

Quimera nº 274. Septiembre de 2006

Alfons Cervera: http://www.uv.es/cerverab/

1 comentario:

José L. Solé dijo...

Se agradece encontrar referencias sobre Raúl Núñez en la maquinita diabólica de Internet...
Todo un poeta maldito de las letras, cuyo genio y figura debería reinvindicarse en todo momento.
Sinatra y la rubia del bar todavía aguantan el baile del tiempo en su lugar reservado de la estantería, amarillea de verdad el derrama whisky (Colección Star Books), pero aún así, resiste impertérrito su recuerdo en la memoria...

Saludos.-