Merci beaucoup en un perfecto francés, escuché decirle al camarero.
Comía pimientos del piquillo rellenos de morcilla, que lanzaba entre sus dientes cuando a gritos roncos pedía más al camarero. Cuando empezó a llover en el exterior, cogió sus trenzas y dijo "a mí me da igual, yo soy un águila" . Me dijo que era azafata, señalando su mochila, y que se mareaba en los viajes. Al preguntarle si había viajado mucho en su vida, sólo pudo contestar con tres o cuatro lugares a no más de 20 Km de donde nos encontrábamos. Su acento se tornó italiano y con él me explicó, levantándose la camiseta, que nunca comía fritos, que tenía dos hijos que no veía desde hacía dos años y que se estaba pegando un homenaje por ser hoy. Hoy de hoy no más. Sus ojos eran pequeños y brillantes y estaban disfrazados con una gruesa e irregular raya negra en los párpados. Era guapa, muy guapa. Encontró la fiebre en algún lugar y sospecho que no lo sabía. Comía pimientos del piquillo rellenos de morcilla y le encantaban. Me enseñó sus gafas recién adquiridas y un cinturón de Mango. Lo que me dijo a continuación no pude descifrarlo, ahora mal articulaba un perfecto castellano ronco mientras se bajaba el escote y presumía de colgantes de cuentas de mil colores.
Me despedí de ella ... pensando en su fiebre y sabiendo que nadie es inmune a ella.
Ilustración y texto by Julia D.Velázquez, del blog Gente Triste.
la lupe: fever
(pincha y baila)
(pincha y baila)
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