Cuando navego no voy a ninguna parte.
El tiempo hace el ridículo tomando copas,
se siente solo y lanza sus amarras al corazón
a la cabeza que cometió errores importantes.
Me pregunto por los golpes de timón
cuando el cielo está frente a mí
y el rayo enloquecido que nunca ha probado el amor
aúlla en mi cara galimatías
sobre las rocas del mar.
¿Hasta cuándo aguantarán entre las olas
las dulces mentiras que funden cristal y joyas?
Las gafas oscuras cansadas de la luz que brilla
hacen que el silencio se congele y la noche
se vuelva feroz y azul.
Ramón Guerrero

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