Difícil hablar en prólogo breve y sencillo de Chapu Valdegrama, recortar cabellera y cuerpo del poeta sin omitir la calle, ese asfalto donde la niebla blinda los poemas y encierra pasos que acaban en los bares. Por si fuera poco, Chapu es amigo desde que anduvo, claro e incisivo, buscando un verso propio, maneras de vivir con poemas en la recámara que disparan y fotografían aceras, mujeres con los pasos ligeros que Chapu retrata con flash de perdedor idealista, con rezos de Santa Teresa Ron, con la melancolía que tuerce el cuello a las horas del alba. Chapu llama al árbol árbol, con la rotundidad que proclama al decir las cosas por su nombre. Da lo mismo revolución que amor fugado:
Es sabido que si tropiezas
Y no te caes
al menos avanzas un paso o dos
si el obstáculo
tiene una preciosa melena rubia
avanzas por lo menos
tres o cuatro semáforos en rojo.
Realidad en la noche que disipan los bares, Chapu valdegrama es un poeta de pegada en la distancia corta, narrativo, primo heredero de Carver y Buckowski, entre la disección de un cuerpo vivo y el verso que camina con un catalejo submarino:
Iba a casa haciendo eses,
La senda del perdedor...
Chapu vive los días desde la poesía con un humor insolente, ácido, burlón y lúcido que mira el mundo y las normas que gravitan a su alrededor:
Smartphones y pobreza,
Internet y comida caducada…
Hay un nihilismo adscrito a ese humor que a veces redime al mundo, que salva el verso salvavidas, la música- no dije que es músico bajista de pro-, los píxeles de sus ojos – no dije que es programador:
No pasa nada.
Amoldarse.
Ir sobreviviendo…
En estos días, con tanto verso suelto, no es sencillo encontrar un registro poético singular. Más en la poesía que denuncia el abuso. Chapu Valdegrama usa la ironía como martillo que agarra con mano inconformista. Lee con quevedos del siglo XXI y se mira en el espejo:
No valgo para lluvia o bosque.
Llamadme escapista. O cobarde.
O mejor: poeta
Calle para ir y volver, preguntar con rigor astronómico dónde rige un sistema justo para el ser humano, un bar amable para los vencidos, qué letras se han de juntar para golpear el muro de injusticia, qué ironía puede rimar con la esperanza. Chapu, sepan ustedes, viene abriendo con versos los adoquines negros, su cabellera irreductible tiene mechones de ternura. Para muestra de todo lean sus versos: Con un canto en los dientes
Enrique Señorans, prólogo a Con un canto en los dientes (Amargord, 2015).
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