lunes, 1 de abril de 2013

ALVÁREZ CABRERO




BLOG de ALVAREZ CABRERO

+Artículo de Diego Medrano en El Comercio



UN CLÁSICO MUY MODERNO

Icono de la la noche, dibujante rigurosísimo, ilustrador ocasional, cineasta aficionado ya con tres películas y algún premio internacional en su haber, artista total, Carlos Álvarez Cabrero (Oviedo, 1967) huye de los periódicos como de la peste, no entiende por qué hay que hablar del autor y no exclusivamente de la obra, aunque finalmente accede, sonríe, nos recibe, y en plena hechicería nos explica todo lo suyo como el gran mapa del tesoro que es.

Álvarez Cabrero: ojos vivísimos y flequillo, a veces, en mitad del gesto, como pleno hachazo. Genio de la fuga y no de los que quieren careto a todas horas en los medios de comunicación. «Su primera película fue con muñecos de plastilina». «La plastilina es lo que más tiene que ver con los dibujos animados. Al mismo tiempo, es muy maleable, tiene infinitas posibilidades. Tiré de un material similar; de aquel que yo creía más próximo. Igual te tiras un año entero para rodar cinco minutos. Cada movimiento requiere un fotograma explícito. Exige mucho curro».

«Usted tiene muchos estilos en obra gráfica». «Sí, empleo varios estilos, acuarela, óleo, grabado, y diferentes técnicas. Lo de pintar es muy aburrido, aquí todo el rato solo, y el cine pretendió ser una vía de escape frente a la obra gráfica. Reunirte con amigos y pasarlo pipa. En 'Los árboles del imperio' el sonido está muy mal, la cámara era chiquitina; 'El enigma del ático izquierda', ya, si quieres, es un largo memorable. Y 'Cena bizarra', un corto en el que me acompañó mi amigo Suarón, el poeta.

Pero son muchos problemas: los actores no quieren trabajar gratis, no hay financiación, las instituciones no dan nada, incluso coartan la obra creativa, te piden una factura de una productora, luego vas a la productora y son ellos quienes quieren hacer toda la historia. Un desastre».

«Su obra es urbana por definición». «La naturaleza, o un paisaje, es un coñazo. A mí me gusta que haya gente, contar cosas, el cine de arte y ensayo no lo soporto. La obra de arte ha de ser divertida, debe entretenerte. Yo tengo cuadros que son películas de aventuras: con helicópteros, armas, ataques a ciudades. Parto en los cuadros de una instantánea, una visión, y siempre procuro meter, muy escondido, algún significado medio culto. Quiero cuadros que te obliguen a verlos, a mirarlos al menos quince minutos, donde pasen cosas. Procuro meter carteles, textos irónicos, una obra que entretenga, coño». «Su estética es elegante y agradable. Sus monstruos cotidianos». «Estilo y trazo son alegres, no el tema. Hay también, si te fijas, una vuelta al pasado: a aquellos autobuses maravillosos de antes, a las ciudades de antes, a los merenderos o los carteles de anuncios de cuando yo era un chiquillo. Al muñequín de Fundador o las botellas de Fanta. Los años 60 y 70, cuando yo era pequeño».

«¿Qué busca en uno cualquiera de sus cuadros en primera instancia?». «Que me guste a mí, principalmente. Que sea algo bueno. No hay detalles en nuestros pintores y las salas de exposiciones están vacías, sólo van los familiares. El detalle es fundamental en mi obra: una pintura de muchísimos detalles. Calidad y detalle igual te lleva un año para hacer un cuadro».

«Usted es un clásico, Cabrero, no me engañe. ¿Cuáles son sus orígenes?». «Me interesó mucho la pintura flamenca y El Bosco, particularmente. Esa pintura donde detalle y deformidad van unidos. Lo hacen así debido a un error: no saben hacerlo de otra manera, no controlan la perspectiva, aún controlando el cuadro. El expresionismo alemán, Otto Dix en particular o Grosz, me apasionaron siempre mucho. Y luego tomo expresividad y rasgos del mundo del cómic. Todo ese movimiento de los personajes, a través de una imagen no estática, muy trabajada. El volumen es para mí fundamental: sacar a la figura del contorno, por eso elimino líneas, empleo retratos caricaturescos, bocas que vienen de la caricatura, recursos que yo mismo me he inventado y que no se de dónde saqué».

«Al mismo tiempo, no es que usted sea especialista en cómics. Lo suyo va más por otro tipo de arte». «Es que el cómic es simple, he ahí su desgracia. Segralles, por ejemplo, hacía en los ochenta un cómic al óleo maravilloso, pero no funcionaba. Acababa siendo una especie de fotonovela. Narrativamente, no funcionaba, no había movilidad».

«¿Y todo ese barroco extraño de alguno de sus trabajos?». «Tiendo a recargar. No busco la limitación, La limitación en cine es un problema que te cagas: tienes que economizar planos, cosa que en pintura controlas mejor».

«¿Qué me dice del boceto, del trabajo previo?». «No hay boceto. No suele haber boceto, básicamente, porque soy muy vago, y si hago un boceto, para luego enfrentarme a la pintura, es como si estuviese haciendo lo mismo dos veces, cosa que detesto. También busco guiños: investigar sobre la realidad, más que ponerlo todo sobre un papel. La gente anodina no tiene mucha gracia. Mis personajes son el camionero de mala hostia, el bar repleto de gente singular, el punky o rocker en no sé qué calle. Hay cuadros que me planteo mucho y otros, sí, que empiezan solos».

«¿Y la ciencia ficción? ¿Todo ese mundo de autobuses conducidos por alienígenas?». «El mundo antiguo me interesa cada vez más, incluso hacer cuadros de época como Garci hace las películas, a mi aire. Pero la ciencia ficción es otra voz, otra línea de trabajo que me planteo, junto a la que ya te comenté de películas de aventuras: helicópteros, submarinos, tanques, el mundo está lleno de aparatos preciosos. De bichos tiernos». «También hay cierto internacionalismo en su obra». «Autobuses americanos, personajes salidos de películas de cine negro, no sé».

«¿Y qué me dice de sus estudios antiguos de publicidad?». «No me gusta la publicidad porque es diseño. Me gusta la nostalgia: el antiguo muñequín de Fundador que había en el Edificio del Termómetro, que me contaba mi madre y yo veía. Lo que me encantan son las letras de la publicidad: generalmente, funcionan muy bien. Puedes poner mucho texto».

Él no lo dice, pero lo voy a decir yo para acabar: su trabajo está basado en la exposición de espacios íntimos, el tiempo como violencia y la mirada como la arquitectura más básica que uno puede llegar a construir (¿Sabe alguien cuánto dura una mirada?). El arte -más en Álvarez Cabrero- es siempre el proceso de lectura de una circunstancia. La naturaleza jamás construye fuera de ella. El perfume de Cabrero es el de los muy clásicos: «Si la supervivencia está garantizada, lo que se produce es una impostación».



Diego Medrano.

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