Te quedaste dormida en el sofá. La luz que entraba por la ventana venía a descansar sobre tu pelo otorgándole una profunda luminiscencia. No pude evitar dibujar con la mirada el periplo de tu perfil, y mecido al ritmo pausado de tu respiración me dejé llevar por el embrujo de tu belleza. Seguí anonadado hasta que una inoportuna mosca aterrizó en la punta de tu nariz, y tú, con una tosca mueca y un manotazo al aire, pusiste fin al hechizo.
Pepe Pereza, del libro Amores breves.
http://pepepereza.blogspot.com/
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