Maruxa era una mujer gorda y fea, muy gorda y muy fea, desdentada y bigotuda que usaba gafas con cristales de culo de vaso. Siempre vestía de luto. Limpiaba la casa muy mal, y todo lo que tenía de fea lo tenía de simpática y buena. Recuerdo especialmente sus carcajadas, no tenían sonido, cerraba los ojos y con semblante triste convulsionaba todo su cuerpo. Tenía que agarrarse a donde fuera para no caerse.
Le perdimos la pista.
Un día, algún tiempo después, me la encontré por la calle, aunque mejor diría que ella me encontró a mí. No la reconocí, estaba muy delgada, seguía vistiendo con las mismas prendas negras, pero le quedaban muy grandes. Me abrazó llorando. Me costó más reconocerla por los llantos que no recordaba en ella que por su delgadez.
Tenía un nieto, tan gordo y tan feo como ella. La base de su alimentación era el chorizo. Nos enseñaba fotos del niño y nos reíamos de lo gordo que estaba, ella también reía, satisfecha. Le adoraba. También adoraba a su única hija, estaba casada con un muchacho muy bueno y trabajador. Como era tan bueno y trabajador y quería tanto a su hija y le había dado aquel hermoso nieto, le compró una pala. Se gastó todos sus ahorros, el dinero que fue juntando año tras año de trabajo limpiando los suelos, los váteres y las babas de los señoritos. Varios millones de pesetas. Le compró a su yerno una excavadora de la leche.
Todo esto yo ya lo sabía, no fue esto lo que me contó.
Maruxa me contó que su hija tuvo un cáncer fulminante que la mató en cuestión de semanas, de esto hacía ya varios meses, que desde que se murió no la habían dejado ver a su nieto querido, que ahora estaba sola, vieja, triste y arruinada.
No supe qué decir, la abracé con fuerza, no me dio tiempo ni a llorar. Se fue corriendo, no se sabe adónde.
Ya estaba muerta cuando me la encontré.
No supe qué decir entonces y ahora sólo se me ocurre una cosa:
Qué mierda de vida.
Qué puta mierda de vida.
Ilustración & Texto by Velpister.
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