En Olariz sabemos cuándo alguien va a morir. Sabemos cuándo la muerte merodea. Sabemos a por quién viene. Casi sabemos hasta el momento justo. Nunca jamás nos equivocamos. Nunca hasta la fecha. Lo aprendí de mi padre y él de mi abuelo. Pero no sólo es cosa de mi familia. Es habilidad de todo el pueblo. Quién no volverá a escuchar el canto del cuco. Quién dejará de beber agua en la fuente de Irasua. Quién no volverá al banco del corral a tomar el sol de primavera. Quién tomará los últimos sorbos de un último caldo de gallina, en su lecho mortuorio. Quién será untado con los santos oleos. Quién será el siguiente en ser llevado a hombros. Desde casa a la misa funeral de cuerpo presente. Lo sabemos. Lo sabemos todos. Puede parecer extraño pero es algo de lo más simple.
No se trata de habilidades raras. Como las de esos que salen en la tele, doblando cucharillas y durmiendo a la gente. Ni de conversar con espíritus de muertos, ni tontadas de brujo. Es mucho más sencillo que todo eso. La forma de predecir la muerte consiste en escudriñar las mejanas.
Ahí está la clave. En las mejanas. Un hombre es su mejana. Por la mejana puedes saber más de alguien que por su partida de nacimiento, por lo que se rumorea de el ó por lo que vota en las elecciones. Se trata de observar su tierra. Cómo trabaja la mejana. Cómo luce el huerto, el pastizal o los trigos dorados de Campanetas. En Olariz sabemos a por quién viene la muerte mirando a las tierras. La mejana, el prado y la cebada. Las personas en Olariz, son lo que son sus tierras de labor. Ni más ni menos. Es así. De siempre.
Josu Arteaga, de la novela inédita Historia Universal de los Hombres Gato.
Josu Arteaga, de la novela inédita Historia Universal de los Hombres Gato.
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