lunes, 15 de diciembre de 2008

LAS BABAS DEL MUNDO by Nacho Abad.


Estuve cenando con un grupo de chicas. Amigas de mi novia. En principio estaba planteado como una cena de mujeres, pero por equivocación o porque la invitación era en mi casa ahí me vi, un chico entre siete chicas, atrapado. No les importaba demasiado. Como siempre he tenido un inevitable aspecto de maricón pasé casi desapercibido. O puede que no, que todo lo contrario, que mi presencia ahí fuera un revulsivo para ellas, porque se soltaron de lo lindo. No callaron en toda la noche, ya se sabe. Pero en contra de lo que pueda parecer, sus conversaciones no tenían desperdicio. Yo que esperaba el típico coñazo sobre la temporada de Zara, sobre el Gran Hermano, la Venca, la depilación láser y cosas así, me equivoqué como buen tonto. A medida que el vino les iba pintando la boca de rojo, la conversación subía de tono. Ah, Migoya habría dicho Todas putas y putas es poco. Pasen y vean con qué colección de perlas me he quedado. No tiene desperdicio: Marga se la chupó a un tío en un baño público a cambio de que le invitara a una raya, y eso que ella jamás se había metido una raya y pocas veces se había comido una polla. El tío se corrió en su cara, se subió la bragueta, le preparó el tiro y se fue. Ella se quedó un rato más frente al espejo, convencida de que el neón del pub haría brillar los restos de semen de su pelo. Mónica se folló a cuatro tíos el mismo día en un campamento de verano. Tenía catorce años y el día anterior había perdido la virginidad con otro chico. Unos meses atrás los Reyes Magos le había traído la autocarabana de Barbie. Sonia se tiró a su profesor de arte del instituto, un viejo de cincuenta y tantos barrigudo. El muy cabrón le suspendió el examen final con un cuarto, porque quería volver a verla en septiembre. Cristina hizo un trío con dos compañeros de clase y cuando se corrieron ella se echó a llorar como una desconsolada. No había llegado al orgasmo. Olga, una noche de borrachera, se apostó con dos amigos de su novio a que le cabían dos pollas en el coño. Obviamente perdió a su novio, pero ganó la apuesta. Y a la pobre le bautizaron con el sobrenombre de Olga Holgura. Ahí estaban todas ellas. Hermosas como capiteles corintios. Las dueñas de las babas del mundo, capaces de alterar el ritmo de las mareas. Por fin se reían de sí mismas, ya cerca de la treintena. El vino es lo que tiene. Se reían de haberse arrepentido tanto, y de haber sido tan estúpidas. Parecían un ejército de cirujanos dispuestos a cercenar las alas de la feminidad. Se comportaban como obreros a la hora del almuerzo. Cuando se fueron miré a mi novia. En ese momento me di cuenta de que había estado casi todo el tiempo callada. No había contado nada de su vida. Quizás no tenía nada que contar. O quizás no le apetecía reírse.

Nacho Abad, del blog Beatitud.

Fotografía by Javier Arce.

No hay comentarios: