lunes, 22 de octubre de 2007

BIRTHDAY, Javier Esteban




BIRTHDAY
A este iba a degollarle de un solo tajo pero resultó que no acerté con la carótida, por lo que el tío no sólo no se murió enseguida como me había asegurado mamá, sino que además se revolvió escurriéndose en a su propia sangre y se me echó encima. Eso sí, tenía la carne del cuello toda abierta como si le hubiera hecho una segunda boca; no sabía que estas cosas podían pasar. Y lo peor es que era fuerte, más que yo. Empezó a darme puñetazos en la tripa y en la cara –menos mal que le había hecho caso a mamá esta vez y llevaba la careta del equipo de hockey del instituto–, hasta que acabé arreándole un rodillazo en el muslo que le hico perder de una vez el equilibrio y, ya en el suelo, le pude clavar el cuchillo por debajo de la barbilla con todas mis fuerzas. Crujió un poco, no se parecía nada a partir un melón: en esto también mamá se había equivocado. Me imagino que fue más simple que hacerlo con una motosierra, como propuse yo al principio –en las películas parece divertido, pero a ver cómo les sorprendes por la espalda, dijo mamá– aunque seguro que resultó igual de sucio y mucho más lento: a la chica le dio tiempo de salir corriendo entre los árboles sin dejar de chillar ni abrocharse la blusa. La verdad es que a mí se me habían quitado las ganas de perseguirla por mucho que le botaran las tetas. Estaba algo dolorido después de la refriega y daba un poco igual, tampoco iba en la dirección más adecuada. La acabaría pillando alguno de los otros chicos del pueblo. Así que llevé arrastrando el cuerpo del maromo hasta la pequeña cabaña del lago. Ni siquiera me molesté en subirle los pantalones. Ya había decidido, pensara mamá lo que pensara, cuál iba a ser esa manera especial de celebrar mi cumpleaños.

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