Alguien a quien curar, por supuesto. Puede que esta sea la única finalidad de escribir ficciones o poesía, la mejor definición del sinsentido de narrar historias que germinan del tedio y la necesidad de trascender. Ese punto de fuga inalcanzable e inapelable. Alguien a quien curar como placebo, como inventiva y redoble del tiempo. Para revocar la jerarquía de la memoria en beneficio de una conciencia palpable universal que permita eludir el vacío, sobrevivirlo. Alguien a quien curar como sello y estigma, como aliento de los muertos, como gestos preliminares al reencuentro. Curar como quien vive la mayor de las mentiras seriamente, hasta el final.
Maximiliano J. Benítez
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