Solo hay una cosa
—en esta noche difícil del alma
en la que todo es real—
que me induce más al sueño
que leer un libro:
leer en los ojos
de quienes presumen
dormirse leyendo.
¿Y qué significa eso
de que no se puede
leer en tus sueños?
No sé.
Lo normal es leer.
Pero qué extraño. Yo,
mi extraño lector,
escribo. Te escribo:
aunque ni la vida ni la poesía
me han pagado aún por esto.
Abel Santos
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