“Bello es una personalidad literaria en el más amplio sentido. El convencimiento que tiene de su propia poética, el universo que ésta funda, la práctica vital que hace de ella, la forma generosa y a la vez rigurosa en que enseña, divulga, critica la poesía de otros está preñada de la suya propia. No es posible separar su comprensión del fenómeno de lo literario de su propia obra poética y de la cosmogonía que ésta funda. Y si acaso en la prehistoria de esta cosmogonía la palabra era anémona, génesis, arrecife; si en el origen inverso que fue el Apocalipsis inicial que crea este mundo poético, las formas de vida, belleza y lenguaje son primitivas y remotas; su poesía entonces es una suerte de arqueología de la escritura y la escritura una piedra antigua que hay que hallar y desenterrar. Una piedra, casi un fósil, que hay que oler, lamer y pulir como artesano o monje. Una piedra que contiene en sí el misterio de lo antiguo, una reliquia, el vestigio pétreo de aquello que hay que leer e interpretar. Bello no concibe la vida más que poéticamente y sus poemas son una muestra de que la escritura es para él una forma de espiritualidad.
Antonia Torres Agüero
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