Me despierto confuso, con un ligero dolor de cabeza. Miro el ordenador y resulta que lo de anoche no fue un mal sueño: Lemmy ha muerto.
Era el año 93. Yo tenía 13 años, vivía en Móstoles y estaba empezando a descubrir un tipo de música que acabaría por acompañarme siempre. Un colega me había dejado un disco de Guns n' Roses y otro de AC/DC y desde entonces no paraba de escucharlos una y otra vez de manera obsesiva. Era algo que no había experimentado nunca, se abría un mundo nuevo ante mí, un mundo intenso y peligroso, veloz y fascinante, y ansiaba explorarlo para descubrir hasta el último rincón, aunque no tenía muy claro cómo iba a hacerlo.
Por suerte al lado de la estación de cercanías había un viejo heavy que se ponía allí algunas tardes. Tenía unas cajas de zapatos llenas de cintas magnéticas, cassettes, con grabaciones pirata de los últimos discos del mercado, las portadas eran fotocopias y te los vendía a un precio especial. Yo, con 13 años y dependiendo del par de monedas que me daban semanalmente para chucherías, vi como una bendición aquel tráfico subterráneo, así que fui a visitar al heavy de la estación.
Ahí estaba, con sus cajas. Me acerqué y eché un vistazo. No sabía qué cinta elegir, había un jodido montón, y la decisión era sumamente importante ya que solo podía escoger una. Podría haber pedido consejo al heavy, pero no quería parecer un chavalillo inocente e ignorante, bastante tenía con mi corta edad, quería impresionar al heavy. Así que hice como que sabía lo que estaba haciendo. No me sonaba ningún puto nombre, pero cogí una cinta al azar, observé la portada fotocopiada con interés «mmm... mmm... ahá», la dejé en su sitio y cogí otra, ni puta idea de quiénes eran, pero hacía como que sí, creo que incluso me aventuré a soltar un «no sabía que estos habían sacado un disco» que debió sonar más falso que una moneda de seis pesetas. El tipo heavy me observaba con atención. Dejé la cinta en su sitio. Tampoco iba a estar así toda la tarde, tarde o temprano tendría que escoger una y llevármela, quién sabe cuándo podría ahorrar las bastantes monedas como para comprar otra cinta pirata, la que escogiera iba a ser la que me acompañara las siguientes semanas en el walkman, la que escucharía sin parar durante días y días, era importante no cagarla. Observé los títulos y uno en especial llamó mi atención:
MOTÖRHEAD – BASTARDS.
Mis escasos conocimientos de inglés bastaban para traducir esa palabra y si un grupo ponía un título tan directo y «atrevido» a una de sus obras me hacía pensar que el interior valdría la pena. Cogí la cinta y observé la portada, igual de simple y directa que el título: una especie de calavera de animal de enormes cuernos sobre un fondo totalmente negro. No me lo pensé demasiado, parecía una elección obvia, «Me llevo esta» le dije al heavy, «¡Excelente elección!» me contestó entusiasmado. Sonreí, al parecer la jugada me había salido bien, había escogido sabiamente y había impresionado al heavy con mis fingidos conocimientos.
Qué decir de lo que encontré luego cuando pude oír la cinta... On your feet or on your knees, Death or Glory, Born to raise hell, Don't let daddy kiss me, Lost in the ozone...
Motorhead no me falló aquel día.
Bastards está considerado uno de los discos imprescindibles de Motorhead por su calidad y eso, unido al componente personal y nostálgico que tiene para mí, ha hecho que siempre haya sido mi disco favorito de la banda. Cuántas veces lo habré escuchado desde aquel día... no lo sé, supongo que miles...
Motorhead no me falló aquél día. Y jamás lo ha hecho desde entonces.
Sin duda he seguido a otras bandas con más atención y pasión. Pero Motorhead siempre han sido un comodín, un sitio seguro, un viejo amigo. Puede que estuviese en una época en la que solo escuchaba thrash metal, cuando flipaba con Metallica, Megadeth o Sepultura, o cuando, ya metido en el aprendizaje de la guitarra, no escuchaba más que discos de virtuosos (Yngwie, Vai, Satriani...) pero en cualquiera de esos momentos si caía un disco de Motorhead en mis manos no dudaba en darle varias escuchas, sabía lo que encontraría en su interior, una música directa, con pasión y actitud, fiel a sí misma, sin concesiones, totalmente disfrutable en cualquier ocasión, y los cabrones nunca me fallaban.
Eso ha sido para mí Motorhead, la banda. Luego encima está Lemmy, el personaje. Tampoco he dudado nunca en leerme alguna entrevista con él si las encontraba por casualidad hojeando una revista, he visto los documentales, he buscado vídeos. Era un tipo tan auténtico, tan honesto, con ese sentido del humor tan particular y esa visión del mundo. Lemmy era un gurú, aunque seguramente se echaría las manos a la cabeza si alguien le dijese eso. Nadie podría haber llevado esa clase de vida más que él y todo ese bagaje le ha dotado de un aura y una sabiduría que se aprecia al primer vistazo. Lemmy es Dios, dicen algunos. Sea cual sea tu grado de fanatismo puedes acercarte a alguna de sus entrevistas, escuchar lo que dice y darte cuenta de que es un vividor, un forajido, un tipo fiel a sí mismo y a sus creencias, y que seguramente tenga algo que enseñarte o algún valioso consejo para ti.
Ahora las redes se llenan de sus citas así que lo tienes fácil para adentrarte en la filosofía Lemmy. Yo me quedo con su pasión por la juerga, las mujeres y la música (dieta a base de alcohol y defensor de las drogas, adorador de las mujeres pero en contra de los compromisos y las relaciones largas, la música como tabla de salvación) y su compromiso con su obra y sus fans (discos y giras constantes, la vida en la carretera haciendo lo que le gusta sin lloriquear, sin dramas, dándole a sus seguidores lo que querían hasta su último concierto, dolorido y a tan solo 20 días de su muerte). Solo espero que mi vida sea la mitad de interesante y honesta, con eso me doy con un canto en los dientes.
Me enteré de su fallecimiento enseguida. Debido a una lesión en la pierna y a una gripe no he podido moverme de la cama en un par de días, así que estaba ahí tirado, enfermo, perdiendo el tiempo en Internet. Vi un par de mensajes al respecto y pensé que era un broma del día de los inocentes, una broma de muy mal gusto, pero algo no encajaba, el día de los inocentes en Estados Unidos es en abril... fui corriendo a la página oficial y allí había un comunicado de la banda subido tan solo unos minutos antes. Era cierto. Pedían que escuchásemos su música muy alto, que compartiéramos historias y brindis. Así que eso hice. Puse el Bastards a todo trapo, salí de la cama, me vestí como pude aguantando el dolor y me largué cojeando a un garito cercano a pedirme unos chupitos de Jack Daniel's. Ahora aprovecho la resaca y que voy de escritorzuelo para dedicarle estas líneas, luego tocaré alguno de sus temas. Seguramente más tarde caigan unos brindis. Su música suena en bucle en mi ordenador desde ayer y seguramente lo haga durante días (ahora mismo suena Stay out of jail).
Tuve la fortuna de acudir al que a la postre sería su último concierto en España, en el marco del Resurrection Fest, y ahí estaba, estático y débil, cansado, pero era el puto Lemmy joder, y había ido a vernos y tocar para nosotros, ni que decir tiene que fue especial. Por suerte en esta época de Internet podemos acercarnos muy fácilmente a su obra, escuchar sus discos, leer sus letras, buscar entrevistas... Ver lo que ese viejo rockero tiene que contarnos, acercarnos a su grandeza y, con un poco de suerte, no acabar siendo unos capullos.
Nunca habrá otro Lemmy, el mundo ha cambiado demasiado, estamos en la época de los selfies y los cientos de canales, la época de Internet, de las redes sociales... es muy difícil conservar la inocencia en estos tiempos, es muy difícil conservar la autenticidad en la época de las apariencias. Es muy difícil que algo parezca real cuando lo miras, todo parece fabricado, meditado, masticado. Eso no pasaba con Lemmy, Lemmy era real, era auténtico, y aunque algunos nunca lo imaginamos, también era mortal. Y se ha ido.
Gracias por todo Lemmy. Descansa en paz, o haz lo que te salga de las pelotas, como siempre hiciste.
Born to lose
lived to win.
Carlos Salcedo Odklas, del blog La venganza de los malditos.
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