La neurobióloga y coach emocional, y su ahora amante, el novelista con hemorroides y esposo del filósofo, ex marido de ella, lo pasaban bastante bien en su relación clandestina.
A
él hacía mucha gracia que fuese ella descarada, incluso verdulera; muy salada.
Por
ejemplo, si él se quejaba, ¡ayyy!, al meterle ella un dedo en el culo por aquel
cientifismo erótico de la estimulación prostática, ella le soltaba:
–Anda,
calla, cabrón… Si tú te pones un supositorio y se te cae…
Él
reía entonces como llevara años sin practicarlo.
Les
gustaba engañar a sus cónyuges.
Ella,
por ejemplo, iba entonces mucho más salaz a lo del débito con su esposo, el
médico iridólogo, ex amante del filósofo, y se lo follaba aleonada, hasta la
extenuación del hombre. El novelista con hemorroides, por su parte, y no
obstante sus molestias, se ponía putoncísima en casa, ante el filósofo,
incitándolo incluso a cosas que hacían daño y empeoraban la inflamación de los
vasos sanguíneos de su ano.
Ambos,
pues, la neurobióloga y el novelista con hemorroides, habían hallado nuevos inputs sensoriales y por ende
vivenciales, con los que hacer más llevadero el tedioso, aunque no realmente
amargo, tránsito de los días matrimoniados… Como cualesquiera matrimonios
heterosexuales y convencionales con un buen llevar de resignaciones, perdonando
la manera de señalar.
Así
transcurrieron los meses, hasta que un día aciago, cuando la neurobióloga dio a
leer al novelista con hemorroides unos fragmentos de la nueva novela en la que
ya trabajaba urgida por sus editores, una novela histórica, decía ella, él,
relajados ambos tras la coitación, un rato antes de que se vistieran para
volver cada uno a lo suyo, a sus cónyuges, él dijo de súbito:
–Cariño,
ya me he leído lo que me has dejado…
–¿Te
gusta? –preguntó ella con hartísima seguridad; incluso con ese tono soberbio y
engallado al que acuden algunas mujeres por completo carentes de interés para
dar cuenta de su lectura hecha de una novelista, o escritora en general, árabe,
carente por completo de interés, como Fatema Mernissi, por ejemplo.
–Bueno,
no está mal… Pero es que has metido la pata hasta el corvejón, querida…
Nunca
lamentaría bastante el novelista con hemorroides haber sido tan claro.
La
novela de la neurobióloga pretendía versar sobre el buen Juan Ruiz, Arcipreste
de Hita, y los orígenes del pacharán como bebida gustosa y dulcemente erótica…
A los editores había placido mucho su propuesta. Es más, ya pensaban en que
hiciera la presentación del libro, en Pamplona, María Ostiz, esposa de Zoco, ex
futbolista con nombre de pacharán.
Según
ella, el buen Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, rendía homenaje al dulce y sabroso
licor poniendo el nombre de Endrina a la moza por la que el arcipreste del Libro del buen amor bebe los vientos y
se concome de boca y miembro.
Es
más, inventaba ella en su novela que el Arcipreste, a imitación de tantos
religiosos sabios en licorería, fuera el inventor del pacharán, bebida que,
según la neurobióloga y solvente coach emocional, habría tenido origen en algún
punto habido entre Alcalá de Henares, tierra natal del buen Juan Ruiz, e Hita,
en Guadalajara, donde fue arcipreste el buen Juan Ruiz.
Pretendía
negar así, a vascos y navarros, su autoría licorera y hasta la denominación de
origen. Vamos, hombre, solía decir
ella; si es que se creen que todo lo que
hay en España se ha inventado allí… ¡Hasta las corridas de toros! ¿Habrase
visto?, decía la neurobióloga, coach emocional y novelista, poniendo las
manos como si fuera a bailar una sevillana rociera, por mucho que la pariesen
en algún lugar de la provincia de Cuenca.
El
novelista, recreándose en la suerte, con una media sonrisa no tanto despectiva
como sarcástica, sin más, armándose de nuevo de polla pues ella se la seguía
acariciando como si nada, boca arriba los dos en el lecho, comenzó a desgranar
sus saberes, creyendo que con ello, más que herir en su orgullo a la novelista
bisoña pero exitosa, conseguiría que lo admirase aún en mayor medida.
–Vida
mía –dijo sabihondo el novelista con hemorroides–, el Arcipreste de Hita nació
en 1284 y murió en 1351. El Libro del buen amor viene datado por los
estudiosos de 1330 a
1343. Las primeras nuevas que se tienen del pacharán, del euskera patxaran, de paitar, aguardiente, y pattar,
licor, y de aran, endrino, datan de
la boda, en 1415, de Gorofre de Navarra, nacido en 1394 y muerto en 1428,
destilero de afición e hijo bastardo de Carlos III, el cual casó con una tal
Doña Teresa Arellano. Se sabe igualmente que Blanca I (1385-1441), también
bebió abundantemente después el dicho licor, convirtiéndose en una gran
propagandista del mismo, que daba a beber mucho a los religiosos de Santa María
de Nieva, los cuales, bien borrachos, se daban a orgías no precisamente santas…
–Vaya,
cuánto sabes –dijo ella, respingona, ya francamente incómoda, pegándole un
inquietante y doloroso manotazo en la polla–. ¿Y qué?
–Pues
que no te cuadran las fechas, querida… Repara en ello… Mira, si quieres hacer
una novela de raigambre histórica…
Ella
no le dio tiempo a continuar.
–Tú
eres un puto fracasado, que no vendes ni un libro, y yo he sido gran éxito de
ventas con mi primera novela… Vamos, que he vendido más que mi ex marido y
ahora marido tuyo con su primera novela, y mira que él también ha sido aclamado
como un gran novelista –y añadió algo especialmente heridor–: Es curioso… Tanto
mi ex marido como yo te andamos follando… ¿Y si eso fuera una utilización
objetual debida a la superioridad que sobre ti tenemos, la cual se refleja
también en los aspectos puramente literarios? ¿Y si sólo eres importante como
juguete sexual, por mucho que tú te creas un gran novelista, el novelista por
antonomasia, el más grande e incomprendido de los novelistas?
Era,
la neurobióloga, una gran coach emocional. Ciertamente.
Aquella
misma noche, el novelista con hemorroides se arrojó a la vía del tren, en un
punto de la línea de cercanías entre Madrid y Parla.
Sólo
cuando ya hubo avanzado mucho la madrugada encontraron su cadáver unos
empleados.Extraido de los Contradiarios del gran José Luis Moreno-Ruiz
2 comentarios:
Venga, pues nos echamos un copazo (aunque yo, con perdón, prefiero el whiskey).
JL
Mordaz... Una maravilla para hacer funcionar las anquilosadas neuronas. Saludos,
Ann@
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