martes, 21 de junio de 2011

LA ODISEA DE UN ESPAGUETI John Fante



Ayer publicábamos en el blog un relato de Javier Serrano y dejábamos el enlace de su blog, en el que también hemos encontrado este cuento, traducido por el el propio Javier, del gran John Fante)

LA ODISEA DE UN ESPAGUETI


El relato "La Odisea de un espagueti" fue publicado en el diario The American Mercury en septiembre de 1933. Está incluido en el libro "The Wine of Youth: Selected Stories" (El vino de la juventud), publicado póstumamente en 1985. Se trata, en realidad, de una nueva edición de "Dago Red", que vió la luz en 1940, y que contiene además siete nuevos relatos. Por el momento, dicha obra no está traducida al español.

I


Colecciono pedacitos de información acerca de mi abuelo. Mi abuela me habla de él. Dice que cuando vivía era un buen hombre, cuya bondad más que admiración provocaba lástima. Tenía fama de ser un poco espagueti. Me habla de una noche, a él le gustaba sentarse en una mesa en un bar bebiendo un vaso de anís, sirviéndose él mismo. Se quedaba allí sentado como una niña mordiendo un helado de cono. Al viejo le gustaba aquella cosa verde, aquel anís. Era su pasión, a la gente le hacía gracia verlo sentado solo, porque él era un poco espagueti.
Una noche, cuenta mi abuela, mi abuelo estaba sentado en el bar, él y su anís. Un camionero borracho tropezó al pasar por las puertas giratoria, se agarró a la barra, y gritó:
"¡Muy bien! ¡Venid a cogerlas! ¡Las tengo encima!
Y allí estaba mi abuelo, sin moverse, su vieja lengua jugueteando con el anís. Todos menos él se quedaron en la barra, bebiendo el licor de camioneros. El camionero se giró. Vió a mi abuelo. Lo insultó.
"¡Tú también, espagueti!" dijo. "¡Levanta y bebe!".
Silencio. Mi abuelo se levantó. Se tambaleó sobre el suelo, pasó junto al camionero, y entonces ¡no hizo otra cosa más que atravesar las puertas giratorias y bajar a la calle cubierta de nieve! Oyó risas procedentes del bar mientras su pecho ardía. Se fue a casa de mi padre.
"¡Mamma mia!" sollozó. "Tummy Murray, me llamó espagueti".
Sangue de la Madonna!"
Con la cabeza descubierta, mi padre se precipitó calle abajo hacia el bar. Tommy Murray no estaba allí. Estaba en otro bar a media manzana de distancia, y allí lo encontró mi padre. Señaló hacia el lado del camionero y habló en voz baja. ¡A pelear! Inmediatamente sangre y pelo comenzaron a volar. Se echaron las sillas hacia atrás. Los clientes aplaudieron. Los dos hombres lucharon durante una hora. Rodaron por el suelo, pateando, maldiciendo, mordiendo. Formaban un nudo en el centro de la pista, sus cuerpos enroscados uno en torno al otro. La cabeza de mi padre, el pecho y los brazos tapaban la cara del camionero. El camionero gritó. Mi padre gruñó. Tenía el cuello rígido y temblando. El camionero volvió a gritar, y se quedó quieto. Mi padre se puso de pie y se limpió la sangre de su boca abierta con el dorso de su mano. Sobre el suelo, el camionero estaba con una oreja desprendida colgando de su cabeza. . . . Esta es la historia que mi abuela me cuenta.
Pienso en los dos hombres, mi padre y el camionero, y les imagino luchando por el suelo.
¡Chico! ¡Cómo peleaba mi padre!
Tengo una idea. Mis dos hermanos están jugando en otra habitación. Dejo a mi abuela y me voy con ellos. Están tirados en la alfombra, inclinados sobre lápices de colores y papel de dibujo. Miran hacia arriba y ven mi cara flameando con mi idea.
"¿Qué pasa?" pregunta uno.
"¡Te reto a hacer algo!"
"¿El qué?"
"¡A que me llames espagueti!"
Mi hermano menor, apenas cuatro años, salta a sus pies, y bailando arriba y abajo, grita: "¡espagueti! ¡espagueti! ¡espagueti! ¡espagueti! "
Lo miro. ¡Bah! Es demasiado pequeño. Es mi otro hermano, el mayor, el que yo quiero. Él también tiene orejas.
"Apuesto a que tienes miedo de llamarme espagueti"
Pero él intuye que estoy buscándole tres pies al gato.
"No," dice. "No quiero".
"¡Espagueti! espagueti! ¡espagueti! ¡espagueti! "-grita mi hermano pequeño.
"¡Cállate, tú, la boca!"
"No lo haré. Eres un ¡espagueti! ¡espagueti! ¡espagueti espaguetado!
La caja de lápices de colores de mi hermano mayor está en el suelo delante de su nariz. Pongo mi talón encima de la caja y la machaco contra la alfombra. Grita, apoderándose de mi pierna. Yo me aparto, y empieza a llorar.
"Ay, eso estuvo feo", dice.
"Te reto a que me llames espagueti"
"¡Espagueti!"
Le embisto, buscando su oreja. Pero mi abuela entra en la habitación blandiendo una correa de afeitar.

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