Me hablo muchas veces.
No a mí, sino a este
surco antiguo
que perfila en silencio
la silueta, la sombra,
su relleno y sus cambios.
Nuestra línea es la misma
pero ya no lo es
la mano que la traza.
Nosotras que creíamos
que permaneceríamos
como libros en blanco
durmiendo a la intemperie
del húmedo vestigio
del futuro,
como instante vacío
donde no pasa nada
porque le ocurre todo
al mismo tiempo,
receptoras sin miedo
del vértigo de luz
de todas las mañanas
que estaban por venir
a visitarnos.
Nosotras que soñábamos
con recorrer el mundo,
con soplarle a las nubes
invernales
y tostarnos al sol
de un verano perpetuo.
Nosotras que pensábamos
que bastaba escribirnos
para que "los ahora"
no mutaran tan rápido
en pasado,
que bastaba sentirlas
para que las canciones
curaran infecciones
y desafecciones,
que bastaba llorar
para que la sequía
no desabasteciera
al pecho de nutrientes.
para que "los ahora"
no mutaran tan rápido
en pasado,
que bastaba sentirlas
para que las canciones
curaran infecciones
y desafecciones,
que bastaba llorar
para que la sequía
no desabasteciera
al pecho de nutrientes.
Nosotras, que en un acto
de fe sin precedentes,
quisimos derrocar a todos
los gobiernos
y liberar al pueblo
del yugo del billete
en la cartera,
que perdimos el miedo
a dejarnos la puerta
del alma
siempre abierta,
con esa dignidad
que es la inocencia
y la sabia ignorancia
de las cosas.
Nosotras que quisimos
vivir a la intemperie,
ser carne de poema,
latido incorruptible,
sistema de aspersores
pulverizando a gotas
una alegría libre, colectiva,
una alegría no privatizada.
Y míranos ahora,
jugando a ser adultas
sin comprender muy bien
en qué consiste eso,
con piso y alquileres,
y letras sin belleza
desfilando por orden
en todos los abecedarios
financieros,
con créditos restando
la credibilidad
a nuestra ingenua
y falsa autonomía.
Y míranos ahora,
echándole el pestillo
al corazón
por si acaso el dolor
oculto tras la puerta,
mendigándole tiempo
al minutero,
conservando los sueños
en botes de formol
por si tal vez un día
nos lanzamos a ser
lo imaginado.
Fregando los cacharros,
planchándonos la ropa
los domingos,
tratando de ser algo,
al menos parecido,
a lo que se supone
esperan de nosotras,
parcheando con rimmel
los restos de utopía
en las pestañas.
Míranos a nosotras
que juramos que nunca,
que jamás, que imposible,
bajo ningún concepto,
acabaríamos siendo
el enemigo.
Gema Fernández Martínez
No hay comentarios:
Publicar un comentario