Leo a la tarde los Diarios de Merton y me entero de la figura de Benito José Labre, un santo extravagante, un underground del siglo dieciocho, rechazado por unas cuantas órdenes monásticas, patrono de los mendigos, los inadaptados y los vagabundos, un tipo que cumplía con su voto de no lavarse y cantaba letanías de la Virgen por los tragaluces de las prisiones.
Me admira la contracultura de los poetas y los santos que se dan a los excesos del ascetismo y la decadencia (¿no hay un Evagrio en Robinson Jeffers? ¿Un Pacomio en Thoureau?), malditos a lo Verlaine o lo Panero, heterodoxos como aquel Felipe de Neri que se emborrachaba para acallar los rumores de su santidad, perturbados como María Alacocque, una santa que comía cagajones para mortificarse o aquellos yurodivvi que arrastraban perros muertos por las calles de Moscú y que a veces entraban desnudos en las catedrales en lo que me parece una escena muy digna de Tarkowski.
En fin, hay mucha insurgencia en santorales y conventos, como hubo mucha aquel invierno que veníamos de los bares y la Reverenda Hogan predicaba inflamada de dios y de ginebra por las iglesias neogóticas de Londres.
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De cuanto Chet Baker canta a Valentine, el adjetivo que prefiero es “unphotographable”. Tradición anicónica y teología negativa ahora que va quedando tan poco infotografiable por el mundo.
Paseaba la otra noche por una ciudad fatigada de gente que se fotografía con la Alhambra como un prestigio de fondo. Una falta de respeto. La vanidad de aquellos comerciantes flamencos que posaban para los cuadros religiosos de Van Eyck. Nadie debe posar con un dios de fondo. Ni siquiera con el Cañón del Colorado. ¿Turismo? Un tipo me dijo que el turismo era la prostitución nacional de los países. Dijo que las ciudades sagradas son ahora las más prostituidas. Habló de ciudades prohibidas y mencionó una maldición de Venecia que es una conspiración contra la belleza. No sé. Recuerdo cuando esta ciudad era un lugar de recogimiento. ¿Pueden ustedes dejar de fotografiarlo todo? Dejen en paz los palacios. Posen para los anuarios de tumores y deformidades. Mi piel para las cajetillas de tabaco y los reconocimientos policiales. Dicen ustedes que “inmortalizan" y no saben lo que hacen y no saben lo que dicen. Hablan de recuerdos. ¿Es que todo debe ser recordado? Promiscuidad, concupiscencia del ojo: aquí la Alhambra, allí el Big Ben, el Machu Pichu, esta fiesta de cumpleaños, el contrapicado de los cuatro labios de una muchacha tatuada en un hotel de Berlín; mira, este es mi padre muerto....
Hubo un tiempo que el hombre temía el poder de la fotografía contra el alma. Los desalmados no correrán ese peligro. Y no serán percibidos. (¿Esse est percippi?) Pienso en la mujer de la Calle Tablas, infotografiable... ¿Para qué su retrato?
Si hoy se aparece la Virgen a la entrada de una cueva, la gente sacará selfies, la dama en un segundo plano.
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Anoche no podía dormir. Traté de leer una cosa de Hadot sobre Plotino, pero no había manera de leer. Hacía calor y una salamanquesa se movía por el techo.
Finalmente preparé un termo de café y salí a por la furgoneta.
Me gusta conducir de noche porque las carreteras están vacías, la tierra es extraña y Nina Simone canta mejor que nunca. Me gustan las luces reflectantes de los quitamiedos, el azul de los paneles luminosos, los intermitentes de los camiones y el cielo que parece un planetario. Subí un puerto de montaña, bajé un puerto de montaña y reposté en una de esas gasolineras nocturnas que Hopper ha santificado. Me encontré con bancos de niebla cerca de Baza y fue irreal y hermoso conducir de noche en medio de la niebla por un país enorme y despoblado.
Al llegar a los llanos, rompía la luz del día. Amo esta tierra, pensé. Y esta exaltación, que parece un salmo, también es un miedo, también una tristeza. Este amor a la vida, esta fugacidad.
Paré en un bar de carretera, tomé una ginebra, fumé un cigarro, pensé en los controles de alcoholemia.
Amanecía. El mundo era hermoso y triste como un réquiem.
Sergio Mayor
https://www.facebook.com/sergio.mayor.3591
Me gusta conducir de noche porque las carreteras están vacías, la tierra es extraña y Nina Simone canta mejor que nunca. Me gustan las luces reflectantes de los quitamiedos, el azul de los paneles luminosos, los intermitentes de los camiones y el cielo que parece un planetario. Subí un puerto de montaña, bajé un puerto de montaña y reposté en una de esas gasolineras nocturnas que Hopper ha santificado. Me encontré con bancos de niebla cerca de Baza y fue irreal y hermoso conducir de noche en medio de la niebla por un país enorme y despoblado.
Al llegar a los llanos, rompía la luz del día. Amo esta tierra, pensé. Y esta exaltación, que parece un salmo, también es un miedo, también una tristeza. Este amor a la vida, esta fugacidad.
Paré en un bar de carretera, tomé una ginebra, fumé un cigarro, pensé en los controles de alcoholemia.
Amanecía. El mundo era hermoso y triste como un réquiem.
Sergio Mayor
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