jueves, 16 de agosto de 2018

HOLA, TE QUIERO, YA NO, ADIÓS: Ana Grandal.




MUJERES

Cuando la conversación de los chicos deriva hacia las tetas de Luisa, el culo de Paloma o los morritos de María, Esteban enmudece. Ellos cuchichean a sus espaldas; Esteban lo sabe. Pero no puede soportar la vergüenza de oír, en las lenguas lascivas de los demás los actos que sólo él querría realizar con Luisa. O con Paloma. O con María.

DOS DESCONOCIDOS

Llevan un mes juntos y en sus conversaciones aún abundan las preguntas. Todavía inquieren, inquietos, averiguando hasta dónde llega su afinidad, si sus gustos se complementan, si existen incompatibilidades insalvables que les puedan arrastrar a una espiral de incomprensiones mútuas y desiertos infranqueables. Sin embargo, sí hay un territorio en el que han adquirido el conocimiento pleno del otro, en donde no necesitan más palabras: en la cama ya nunca volverán a ser extraños.

PAREJAS

Alicia y Esteban quedan con Jorge y Malena más o menos a menudo. Se sienten a gusto con ellos, comparten cierta forma de ver la vida y un sentido del humor un tanto ácido. Suelen ir a un concierto y después se quedan de copas hasta las tantas. La risa y la buena conversación están aseguradas.
Pero el verdadero disfrute llega al día siguiente: Alicia y Esteban se complacen en desgranar los ínfimos malentendidos entre entre Jorge y Malena, las fugaces miradas agrias, el rumor soterrado de una discusión. No, su relación no es como la de ellos, no hay comparación.
No es como la de ellos, adónde va a parar.

EL SECRETO

Alicia nunca se lo ha contado a nadie: el primer orgasmo lo alcanzó con Esteban. Con los demás, sí, se lo pasaba bien, incluso se excitaba hasta el delirio, emborrachándose de placer; pero jamás culminó. Sabía lo que debía experimentar, la masturbación la conducía al puerto al que deseaba arribar. Esteban fue el experto timonel que, con paciencia y confianza, consiguió que las suaves olas de la costa lamiesen al fin la delicada nave: el agradecimiento que siente hacia él es infinito. No lo admitiría ni antes un ejército de jueces; tampoco la deuda contraída.


Ana Grandal, de Hola, te quiero, ya no, adiós 
(Amargord Ediciones, 2017)


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