PEQUEÑO
Personas pequeñas
disfrutan de espacios diáfanos.
Personalidades inmensas
se ahogan en espacios minúsculos.
Dictadores de pasillo,
poder de andar por casa,
fisuras en la palabra,
la necesidad del triunfo.
Incomprensión
a cambio de un minuto de gloria.
Mezquindaz
oculta tras una pátina de prestigio.
Un niño de ocho años
nos da lecciones de vida,
la experiencia
arrastrada
por los charcos
de una mentira.
Hoy,
los corderos
tratan de devorar al lobo.
ZONA DE CONFORT
Enfermo de postmodernidad
te vi
arrastrando tus piernas amputadas,
en pos de unas alas que no crecían.
Aún llevo
incrustada en mi córnea
la saliva de tus palabras.
Tu rostro,
pegado al mío,
se adhiere por la grasa de tus poros.
Quemado
en la hoguera de una sonrisa,
a imagen de Lautréamont,
la asfixia de tu parecer
sólo me permite respirar.
El tiburón que merodea,
la medusa absorta,
el final del abismo,
el no lugar de mis fonemas.
La pertenencia ajena,
el vibrar del grupo,
la transferencia
frente a la incomunicación.
PLEAMAR
Un órgano,
seco y flácido,
víctima de la pleamar,
yace,
sediento y ocre,
sobre la playa.
Fruto del sueño insomne
de un demiurgo enfermo,
sufres,
ingrávido,
los padeceres de tu futuro.
Sobre un desierto salado,
caminas
en busca
de un nuevo amanecer.
Pablo Malmierca, de No comas mi corazón (PiEdiciones, 2017).
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