Marie esperó horas. Estaba bien. Ella era india y todo lo indio -powwows, funerales y bodas- requería paciencia. Esta audición no era india, pero ella estaba lista cuando dijeron su nombre.
“¿Qué vas a cantar?”, preguntó el británico.
“‘Every Reservation Girl Loves Patsy Cline’”, dijo ella.
“Escuchémosla”.
Sólo pudo cantar la primer estrofa antes de que la interrumpieran.
“Eres una cantante horrible”, le dijo. “No vuelvas a cantar nunca”.
Ella sabía que ese momento se transmitiría por la cadena nacional. Ella había estado de acuerdo en aceptar cualquier humillación.
“Pero mis amigos, mis maestros de voz, mi madre me dicen que soy buena”.
“Te mintieron”.
¿Cuántas canciones había cantado Mariela en su vida? ¿Cuántas mentiras le habían contado? Enfrente de la cámara, Marie hizo la cruel suma, se fue corriendo hasta la habitación verde y lloró en los brazos de su madre.
En este mundo, debemos amar a los que mienten. O vivir solos.
Extraído de Hermano cerdo
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