INVISIBLE
Creo que no valía nada.
Que lo poco que tenía
tenía dueño y no era tu parte
ni la mía,
una parte de mis extremidades no sabía que la otra existía.
Ahora no me pesan los brazos
y mis ojos se han mudado
a otro poema;
Invisible, como todos.
DE VERDAD
Hace mucho tiempo
que no tengo nada que decir,
que se me ha secado la lengua
y mi mente ha volado más lejos
que los papeles cercanos
y los veranos más secos.
He estado recogiendo viajes,
apurando los sueños pegada a la almohada,
se me ha muerto el perro
y tengo un garaje sin coche
con la puerta estropeada.
Mil botellas de colores para hacer música de viento.
Mil silencios
y la colcha de mi abuela oliendo a naftalina
y frases sueltas.
Se me ha roto una maceta
y no me crecen, ni manzanas, ni aguaceros.
No tengo nada que decir;
ni un otoño se me ocurre.
Ni las puntas oxidadas rugen las pisadas.
Todo es mudo,
ese mudo misterioso y envolvente que lo puede todo.
Que es sabor en el paladar y seca lágrima.
Tengo miedo de cerrar la boca
y callarme para siempre.
De verdad, ese miedo acechante y traicionero.
Miedo al silencio de vocales y paréntesis.
CUANDO DEJE DE LEER POESÍA
Un túnel.
Un hueco entre las costillas,
el silencio de los gusanos comiendo mi cuerpo.
Dos centímetros de prosa entre dos tablas.
El cemento y una lápida absurda:
para un cuerpo quemado.
Muerta morirá la letra,
en las cuencas de mis ojos; muertos.
Mara Dres
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