En las páginas de Terca Marea, el mar es un cuaderno sin líneas paralelas, donde los poemas son ondas que se suceden en un flujo visionario y las palabras la espuma que se riza al tocar tierra prometida: mano que escribe sin cesar, otros ojos recogiendo su luz.
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La fuerza telúrica del territorio poético de Neto sutilmente nos arrastra al terruño idealizado de Cesare Pavese. El escritor de Turín escribió sus últimos poemas, encontrados en un cajón de su despacho de la editorial Einaudi, en el breve periodo de un mes, poco antes de sucumbir ante la vida por medio del suicidio. Los textos que conforman Terca Marea abarcan también un mes de inspiración y trabajo ante el papel. Como el autor italiano, el portugués se inspira en su paisaje natal, el que le vio nacer como persona y el que le vio crecer como poeta, para arribar a un territorio personal sacralizado, mítico. Pavese, hasta llegar al mismo destino, sufrió una evolución abrupta del poema narrativo de verso largo al poema breve, lírico y a veces hermético, del paisanaje de su tierra natal al paisaje que le rodea e intuye sagrado, del realismo social al simbolismo mítico, atravesado siempre por una ecuación existencial irresoluble, que constituye la gran diferencia entre el autor italiano y Manuel Neto, poeta de luz, que, como Juan Ramón Jiménez, tiene ansias de totalidad, aspira a ser él mismo poema, no poeta, pues quiere fusionarse con su canto, ser voz y melodía, en un vuelo que es fuga y a la vez celebración de la vida.
Pedro Sánchez Sanz (poeta y traductor)
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