Mamá… ¿Veremos desde la Estación Sur la montaña rusa?
Y te miro, porque todo tu entusiasmo sería capaz de conseguirlo.
Y me apeno, porque la realidad se impone.
Y—claro—, desde allí, no se divisa esa montaña.
Quiero regalarte todas las montañas del mundo,
ya sean rusas, indochinas o de granito,
y solo te muestro desdichas y miserias desde mi oscuridad.
Que pasen los años y me entiendas no es gran consuelo.
Desde tus ojos abiertos y brillantes
oteas el horizonte nublado
y alzas tu cuello y tu alma para obviarlo.
Yo solo puedo darte armas para que huyas de mí,
de nosotros;
de mi soslayo y mis quimeras
de niña superviviente.
Algún día, las miradas de madre perdida
se encontrarán con la tuya
ansiosas por descubrir,
al menos, un “te entiendo”.
Ahora, un suspiro…
Y —respiro—ya.
Julia Navas Moreno, de Confieso que he perdido el miedo.
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