Existe una mujer
que se parece a mí
en alguna parte...
una mujer que nunca
seré yo,
una mujer sin piel,
sin piélago, sin miedo,
una mujer sin bote
salvavidas,
una mujer océano,
sol, palo de lluvia,
líquida , invertebrada,
desmembrada,
una mujer de líquenes,
nenúfares y hiedra,
una mujer de lirio
y madreselva
que trepa los costados
de la suerte,
un recuerdo aromático
sin tiempo,
una flor "no me olvides"
que quiebra la memoria
del pantano
y escribe en el asfalto
una estrofa de agua
para autocorregirse
las derrotas.
Existe una mujer
que se parece a mí
y se muerde las uñas
cuando la luna mengua,
que le lame los labios
al silencio,
una mujer pigmento,
lilimento,
una mujer cebolla,
un pentimento artístico,
la alteración consciente
de su propio retrato,
una mujer
que no sabe quién es
y no se reconoce
si no es como la antítesis
de las múltiples formas
que presiente en el resto
de la gente.
Existe una mujer
que es una excusa urgente
y a destiempo,
una superstición
contemporánea,
un extorsión de luz
y atardeceres,
una mujer que siempre
se involucra
en la causalidad
de sus casualidades
igual que hace mi lengua
con tu boca,
mi nariz con tu cuello,
igual que hace la arista
con la piedra tallada.
Existe una mujer
que se parece a mí
pero nunca jamás
cargará con el peso
de mi nombre a la espalda
porque ella ha descubierto
mucho antes que yo
el secreto que ocultan
las libélulas,
apretar con las fauces
el agua del estanque
hasta que ésta se vuelva
azul metalizado,
como el profundo abismo,
igual que la placenta
del universo
Existe una mujer
que está a salvo de mí
en alguna parte...
y sabe renacer
en la constelación de
mis pupilas
sin pedirme permiso.
Gema Fernández Martínez
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