Jesús Palacios: "Yo no distingo de forma radical entre el terror físico del cine splatter, del que se nutre del suspense y las emociones subjetivas de la mente".
Camino Sayago / Tam Tam Press
Escritor y crítico de cine, especialista en cine negro y literatura fantástica. Jesús Palacios recala este miércoles 8 de febrero en El Gran Café (León), con la charla “Cine y Ocultismo”, una fórmula apropiada para sumergirse en el lado más tenebroso del cine, en la que propone una relectura de la historia y el papel del cinematógrafo en nuestra sociedad, a la luz oscura del misterio, el hermetismo y la parapsicología. Forma parte del programa cultural, “Híbridos 2017”, organizado por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de León y coordinado por los escritores Silvia D. Chica y Vicente Muñoz.
“Desde sus inicios, el cinematógrafo ha estado ligado a las Ciencias Ocultas, el esoterismo, la brujería y los fenómenos paranormales, y no solo porque el cine fantástico y de terror recurra frecuentemente a estos temas. A veces cuando hablamos de la magia del cine no sabemos lo literal que esta puede ser”. Es una relación evidente para los entusiastas del género que pasa desapercibida para el gran público y que Jesús Palacios pretende enmendar con este recorrido por la Historia del Cine.
Este trayecto incluye películas clásicas, serie B, cine de culto, directores y estrellas, escritores y series de televisión, modas y conspiraciones. Tal y como explica el escritor y coordinador de algunas secciones del Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria y del Festival de Cine de Gijón, discurre “desde el cine mudo, con los magos del expresionismo alemán o el propio Méliès, hasta El proyecto de la Bruja de Blair y la fiebre de los falsos documentales de horror o los filmes de Rob Zombie. De las comedias diabólicas del Hollywood clásico como Me casé con una bruja a la fiebre satánica desatada por La semilla del diablo o El exorcista. Del cine gótico de la Universal a los Expedientes X y sus encuentros en la tercera fase, pasando por genuinos magos del cine como Jodorowsky, Kenneth Anger o Lynch”.
– Vienes a León para mostrarnos una radiografía del lado oculto y menos asequible de la Historia del Cine. ¿Cuál es el punto de partida de este recorrido? ¿Y con qué películas y directores realizas este viaje hacia lo tenebroso?
– El punto de partida son las investigaciones que he realizado a lo largo de muchos años y que han fructificado antes en libros como “Satán en Hollywood” y “Hollywood maldito”, ambos publicados por editorial Valdemar, o “La Bestia en el cine: Aleister Crowley y el cine fantástico”, que editó la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián. Para mí el cinematógrafo está ligado a lo mágico tanto como a los fenómenos paranormales y lo que podríamos llamar la subcultura ocultista desde sus inicios, a través de personalidades como Méliès, los cineastas surrealistas franceses y, sobre todo, el cine mal llamado expresionista alemán, en el que trabajaron personalidades a menudo ligadas a sociedades mágicas y sectas de diverso tipo. Hay una relación obvia gracias al cine fantástico y de terror que, a menudo, utiliza temáticas ocultistas y paranormales, pero incluso me interesa más el hecho de que también otro tipo de cine, el noir o la screwballcomedy, posea a veces elementos ocultos cercanos al esoterismo o el satanismo (como filosofía). Y están los cineastas a quienes denomino cinemagos, que ejercen el cine como forma de magia ritual y práctica: Maya Deren, Kenneth Anger, Harry Smith, David Lynch, Alejandro Jodorowsky, Jan Svankmajer…
– ¿Cómo se produce la conexión del cineasta con el ocultismo?
– Como te decía, viene de lejos. De la linterna mágica, de los panoramas y fantasmagorías del Renacimiento y el Barroco… Del hecho de que el cinematógrafo en sus inicios fuera tanto un elemento de la barraca de feria al servicio del ilusionista como un artefacto científico capaz de resucitar a los muertos, mostrar seres fantásticos, congelar la realidad del momento para siempre. Es tan obvio su sentido y posibilidades mágicas que en la charla muestro un catálogo de principios del siglo XX de sociedades masónicas y grupos religiosos que utilizaban ya el kinetoscopio para potenciar su proselitismo y acompañar su labor evangélica. Así, surgen pronto cineastas que comprenden y aprovechan este potencial mágico, transformador, que ejerce su efecto a nivel tanto consciente como más aún inconsciente o subliminal, a través del poder de las imágenes y su arte combinatoria, de su impacto en la retina y el cerebro del espectador.
– En el pasado siglo XX hay un antes y un después en el cine de terror que comienza con la película muda Nosferatu de Murnau y acaba con la Semilla del Diablo de Roman Polansky. Dos hitos, ¿insuperables?
– Sin duda dos títulos fundamentales en lo que hace a la relación de cine y Ocultismo. En el primero estuvo profundamente implicado Albin Grau, quien aparte de posible amante de Murnau, fue productor, diseñador artístico, publicista, co-guionista y ayudante de dirección en la película, que llenó de elementos esotéricos, implícitos y explícitos, relacionados con la filosofía crowleyana, el luciferismo, la numerología y la metafísica gnóstica, temas a los que se dedicaba también en sus actividades dentro de la Orto Templi Orientis, la Fraternitas Saturni y otras sociedades ocultistas. Pero no es el único título con implicaciones esotéricas del equívocamente etiquetado como cine expresionista alemán, que antes habría que llamar cine neorromántico alemán o, simplemente, cine fantástico alemán de entreguerras. Por su parte, “La semilla del diablo”, del agnóstico y diabólico Polanski, convirtió la subcultura satanista y brujeril de los años 60 en un tópico a explotar dentro y fuera del cine, llevándolo a todos los hogares y desatando la polémica, más aún cuando poco después su esposa, Sharon Tate, fuera víctima de la Familia Manson, reproduciendo en la realidad un argumento de película de terror satánico. Aparte de ello, son dos obras maestras del Séptimo Arte.
– Psiquismo, efectos paranormales, espiritismo y otras tendencias nutren el género. Habrá muchas cintas, supongo, que se adentren en este microcosmos. ¿Sigue siendo el terror psicológico el más inquietante?
– Todo terror es psicológico. Yo no distingo de forma radical entre el terror físico del cine splatter, gore o como queramos llamarlo, del que se nutre principalmente del suspense y las sensaciones o emociones subjetivas de la mente. A veces son muy distintos, pero generalmente se equilibran entre sí en los mejores ejemplos del género. “El exorcista” despierta tanto la repugnancia física y el terror visceral como la inquietud y el tormento de carácter metafísico y hasta religioso, y un filme de la Crueldad Extrema francesa como “Martyrs” es tanto puro body horror como indagación o especulación filosófica en el abismo. Lovecraft fue un precursor, como Poe, que a menudo hermanaba el escalofrío puramente físico de lo que despierta nuestra repugnancia y asco con el horror cósmico esencialmente psicológico y hasta filosófico. Ejemplo que siguió muy bien la escuela de la Nueva Carne en los años 80 del pasado siglo: David Cronenberg, CliveBarker, el primer Lynch, H. R. Giger…
– El cine asiático cada vez más muestra una pujanza al alza en el mercado internacional y da la impresión que ha tomado las riendas en este universo de oscuridad. ¿Qué opinión te merece? ¿Crees que es cierto? ¿Qué diferencias existen con las películas realizadas en Europa?
– Por supuesto que debemos dar gracias a que las cinematografías orientales estén hoy más a nuestro alcance, porque, efectivamente, en las últimas décadas han rescatado el cine de género, sobre todo el terror, pero también la acción, el noir, el fantástico y la ciencia ficción, de cierta monotonía, previsibilidad y mediocridad hollywoodiense, que se extiende también a Europa, a través de ese virus mortal que me gusta denominar spielbergización del cine. Por el contrario, fenómenos como el J-horror o el nuevo thriller de Corea del Sur poseen (o poseían al menos) una frescura e inocencia tan brutales como efectivas, exentas por lo demás de la corrección política, el miedo y el moralismo occidentales. Esa creo que es su gran diferencia: atreverse con todo desde parámetros culturales que a nosotros nos dejan a veces de piedra, tanto por su visceralidad y violencia como, también, por su ingenuidad rayana en el kitsch.
– Hace pocos días he visto “El extraño”, un thriller de Na Hong Jin, que sin renunciar al misterio y lo extraño, incluye también el gore. ¿Qué te parece?
– Creo que es una de las mejores películas de terror no solo del año pasado, sino de estos últimos años. A pesar de que le sobran algunos minutos, me parece admirable cómo mezcla los géneros y cambia de registro para ir desde el ólice procedural con mucho humor del principio (que recuerda “Memories of Murder”) hasta el puro horror y el gore, utilizando además las raíces religiosas ancestrales del Oriente. Me encanta lo que yo llamo a veces terror antropológico o terror ancestral, donde lo primitivo, rural y chamánico convive con lo contemporáneo y cotidiano, irrumpiendo de golpe y derribando lo que consideramos moderno y damos por seguro. Eso “El extraño” lo cumple al cien por cien, por no hablar de la niña…
– Hollywood sigue produciendo este tipo de cine, pero parece que le cuesta impactar con buenas historias que no vengan acompañadas de un alto presupuesto y grandes dosis de espectacularidad…
– De hecho, lo que está ocurriendo es lo contrario: desde que películas pequeñas como “El proyecto de la Bruja de Blair” o “Saw” tuvieran tanto éxito e impacto a partir de presupuestos mínimos, Hollywood apenas invierte en el terror, razón por la cual las películas del género son hoy casi minimalistas, véase las últimas de Rob Zombie, Shyamalan y los demás. Ahora solo hay películas de casas encantadas o invadidas por psychos, con pocos personajes y apenas uno o dos cambios de escenario. Esto tiene el lado bueno de que provoca la búsqueda de guiones eficaces, metrajes ajustados e historias impactantes, pero también el lado malo de que se repiten los mismos esquemas y la variedad se reduce en todos los sentidos. No obstante, sigo creyendo que el cine de horror es el más interesante que se hace en Hollywood y, con sus más y sus menos, directores como Eli Roth, James Wan, Scott Derrickson, Mike Flanagan, FedeAlvarez, Adam Wingard y otros de la misma quinta tienen su interés, por irregulares que sean. Para no hablar de filmes realmente reseñables como “La bruja” de Robert Eggers. El género goza de buena salud.
– ¿Cuál crees que es la película ocultista más reseñable del cine español, si es que hay alguna?
– Haberlas, haylas, como las meigas, por supuesto. Así a bote pronto citaría “La torre de los siete jorobados”, pero también “Arrebato” o “El niño de la luna”, especialmente esta última.
– A propósito, este pasado fin de semana se entregaron los Premios Goya y “Un monstruo viene a verme” de José Antonio Bayona” se ha llevado nueve premios. ¿Es un signo de vitalidad en el cine español, o es un caso aislado?
– No tengo una opinión firme al respecto, la verdad. En cualquier caso la película de J. me parece una auténtica rareza, para bien y para mal.
– Por último, ¿Cómo surge tu fascinación por lo oscuro y esotérico? ¿Cuál es la película más extraña que has visto?
– Me acompaña posiblemente desde antes de nacer, pues mi padre, Joaquín Palacios, que también fue escritor y un coleccionista inveterado de lo extraño, me la pasó como herencia genética… y como una biblioteca inmensa en la que abundaban Poe, Lovecraft, Huysmans, Matheson, Robert Bloch, la ciencia ficción, los libros de ovnis, magia y brujería, colecciones enteras de “Historias para no dormir”, “Nueva Dimensión”, “Otros Mundos”, “Terror Fantastic”, “Mundo desconocido”… Casi todo se lo debo a él. En cuanto a la película extraña, no hay pocas, aunque así de pronto se me viene a la cabeza “Incubus” de Leslie Stevens, un habitual de “En los límites de la realidad”, la serie original, y una película de brujería en blanco y negro muy New Age y alegórica, de 1966, protagonizada por William Shatner y rodada íntegramente en esperanto. ¿Cómo te quedas?
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