miércoles, 22 de octubre de 2014

MALA COPA, UN CUENTO DE JORGE CUEVAS



"Ningún hombre se hace borracho, solo descubre que ya lo es", mi papá me lo dijo, ahora esta en cama lidiando con las primeras complicaciones de una inminente cirrosis. Empiezo este escrito citando a mi padre por dos razones, una es porque es alusivo a mis primeros años de beatitud los cuales fueron amables con mi hígado y con cualquier individuo que estuviera dispuesto a reír mis gracias, a encenderme un cigarrillo o a brindar conmigo, esos años los recuerdo con cariño, cada trago era un ejercicio de autoexploración. La segunda razón por la cual cito a papá es porque no se quién dijo primero la frase.

Antes de "descubrir" que yo era un mala-copa, como conocemos vulgarmente al tipo pesado y pasado de tragos, creía que la cerveza me hacia más inteligente, más simpático y hasta más guapo, pero la verdad es que solo me hacía mas confiado. Cuando tenia treinta y tantos cada cigarrillo me hacia entender mas la frase de mi padre, gracias a la vida en aquella época tenia la solvencia económica para pagar todos mis vicios, nunca fui un tipo muy social pero la gente quería estar junto a mí cuando tenia algunos litros encima debido a que desde la perspectiva de cualquiera con un poco de buen gusto yo era un tipo muy divertido cuando estaba ebrio, no como un payaso o como un borracho ridículo, divertido en verdad.

Llego un momento en el que tantas atenciones me hacían dudar de mis "Drink buddies". ¿En verdad tenia amigos?, empezaba a creer que no podía ser tan bueno para ser cierto, que solo me querían por mi dinero, así que decidí no pagar por un solo trago durante un mes. Para mi sorpresa ese mes bebí como vikingo, la gente me invitaba a tomar, me presentaban más gente que me presentaba más gente que quería invitarme a una cerveza, fue demencial.

Me convertí en el tipo que como dice la canción, siempre estaba "allá en la mesa del rincón" gesticulando y haciendo reír a hermosas mujeres y buenos amigos. Me conocían en casi todos los bares de la ciudad. Nadie más hablaba cuando yo llegaba, nadie platicaba sobre la viruela de su hijo, nadie se quejaba de la política, nunca nadie en mi mesa dijo algo sobre el clima. Todos a mi alrededor sabían que mis historias eran mejores, nunca terminaba una anécdota con la frase "Y luego me fui a casa". Antes de comenzar a narrar los sucesos que conforman la historia principal de este escrito es importante que el lector sepa que hubo un tiempo en el que me agradaba más la gente que la cheve, no siempre fui misántropo, no siempre fui mala copa. O como diría mi padre, no nací sabiendo que era un mala copa.

Bebiendo y fumando llegue a las cuatro décadas, amansé una gran fortuna trabajando honradamente a pesar de ser más profesional como borracho que como cualquier otra cosa. Cuando bebía solo era cuando peor me ponía, me transformaba en un ser casi fotosintético, un hombre planta que solo estaba ahí, en una barra sentado echando cheve y sacando humo como si fuera un ciclo biológico. No solo cerveza me metía, era todo un metódologo con título, adicto también a ir a donde las mejores amigas del hombre.

Sandy era la puta mas buena, un fakir. Cuando la conocí, con suficiente dinero podías quemarla con cera, pero eso era de muy mal gusto, las cicatrices que dejaba esa practica vulgar arruinaban la armonía de su cuerpo perfecto, así que como cliente habitual hice valer mi derecho de antigüedad y se lo prohibí, obviamente también tuve que pagar con algo de mi dinero por la vaga concepción de lo que es sensualidad que tenían los otros clientes de Sandy cada vez que le solicitaban aquel servicio. A algunos hasta les tube que devolver el dinero que pagaban por la cera que compraban.

Mi relación con Sandy era de cariño puro y sincero y si le pagaba era por su condición y su compromiso con los gángsters del congreso. En varias ocasiones ella llego incluso a prestarme dinero, confiaba tanto en esa mujer que algunas veces completamente ebrio la presenté ante socios importantes como mi esposa.

Una tarde de otoño ejercitando mi soledad en una de las barras mas melancólicas de la ciudad llamé a Sandy porque temí quedarme ahí hasta amanecer como hombre planta, quedamos en mi club de comedia favorito así que salí de aquella pocilga. Ademas quería compartir con ella mi tiempo en uno de mis lugares favoritos, al cual ella sabía, solo llevaba a mis mejores amigos y algunas veces a algún familiar. Quería hacerla sentir especial para mí porque recordé que siempre que le recitaba poemas de Lorca a Sandy había una botella entre mi mirada y la suya, esto hacia que yo viera sus ojos azules enormes gracias a que la botella de Noilly Prat virgen funcionaba como lupa pero ella solo veía una botella de alcohol, lo que le recordaba constantemente que detrás solo estaba el borracho que se la tenia que tomar, nunca un romántico. Sandy siempre creyó que yo la trataba como una puta y era cierto pero solo en la cama. Entramos al club a las once de la noche y la senté en el lugar donde siempre se sentaba mi madre.

-Tenía muchas ganas de que vieras esto, guapa. La rutina del siguiente comediante trata sobre su último intento fallido de suicidio hace tres meses -le dije.

Inmediatamente después salio aquel hombre escuálido y vestido completamente de negro. Tenía la cara mas inexpresiva del mundo, entre risas y aplausos se acercó al micrófono y prendió un cigarrillo.

-Ríanse, hijos de puta, aplaudan que he venido a divertirlos. Eso, malditos degenerados, aplaudan y rían, beodos de mierda!. -decía, dedicando una mirada a cuanto presente podía y fumando tembloroso.

Como si su comentario cargado de el más ferviente odio fuese parte de uno de sus chistes el aplauso se hizo gradualmente más apasionado, a pesar de ello aún se escuchaban más las carcajadas. Aquel hombre era el sarcasmo en persona.

-Saben, mucha gente tiene la idea de que un artista después de que muere queda inmortalizado si su obra es buena. Supongo que estoy destinado a quedar en el olvido y vivir para siempre con ello ya que es más fácil que una jirafa se tire de un árbol con la soga al cuello y muera ahorcada a que me muera yo jugando a la ruleta rusa solo y con el tambor lleno - dijo.

El público empezó a aplaudir y a carcajearse.

-Es más fácil que se ahorque una soga a que yo logre matarme - remató el chiste.

Después del gancho las carcajadas aumentaron a proporciones obscenas. Cuando el publico dejo de reír pasó algo muy extraño, todos callaron después de escuchar a aquel tipo exhalar al micrófono, hubo silencio total. Su semblante cambio una vez que noto que la gente le ponía atención, ahora pretenciosamente parecía que estaba apunto de enseñarnos una verdad absoluta.

-La verdad es que tampoco soy un buen comediante, solo un chiste de Dios. Vaya humor negro que tiene el hijo de puta ¿no? - dijo mientras fumaba.. 
A pesar de su hostilidad en ningún momento dejo de ser gracioso (para nosotros).

Vaya fracasado, me daba lástima. Era como una versión nueva de Pagliacci. Lo llame Canio, como el payaso que llora. Era un puto payaso llorón.

-¡Oye Canio, eres un puto payaso llorón!, ¿Capisci? -grité riéndome y arrastrando la voz, completamente ebrio y con complejo de Marlon Brando en "El padrino".

-Hazme reír, basura, si hubiera sabido que venia a ver la versión depresiva de Enrico Caruso me hubiera quedado en casa tirándome a mi mujer. ¡Tengo una puta de 500 dolares sentada junto a mi y se quiere reír! -gritaba, mientras notaba que la atención de los borrachos se empezaba a centrar en mí.

Quien lo diría. ¡Le estaba robando el show a aquella versión mexicana y suicida de Enrico Caruso!, Me gustaba toda esa atención, así que seguí insultándole.

Desde mi primera maldición me convertí en el centro de atención de aquella audiencia sedienta de sangre y Canio se convirtió en mi centro de atención, hasta que la cara más triste del lugar pero también la mas bella me hizo reacomodar mis prioridades. Cara más triste que la de Canio inclusive.

Era la cara de la mesera de la que siempre había estado enamorado, que entre la multitud y a lo lejos veía acercarse a mí lentamente.

-¿De cuantos poetas será musa la mesera si solo los corazones ebrios hablan de ella? -pensaba.

Una vez que la tuve frente a mí me sentí más frágil que un instante. Después de una mirada me dio una bofetada que me hizo sentir como Jesús pagando por todos los pecados de la humanidad. Aquel golpe de proporciones bíblicas me hizo estrellar la frente contra la barra. Habrán pasado unos cinco segundos cuando casi inconsciente logré escuchar que me llamaba imbécil. Diez segundos después escuché algo parecido a un balazo de 9 mm.

-¡Me has matado! Me has roto el corazón y me has matado nena. Hasta aquí llegué -pensé.

El grito hórrido que soltó Sandy me devolvió por completo la sobriedad y de un sobresalto me paré del banquillo y me acomodé la corbata. Para mi sorpresa yo estaba bien, no había muerto y el sonido parecido al balazo de 9 mm había sido solo producto de mi imaginación. En realidad había sido un balazo de 44 con el que Caruso se había volado la tapa de los sesos en el escenario. Sandy estaba histérica y tuve que abofetearla para que se tranquilizara, sus gritos habían hecho evidente que era su primera vez en el club y me estaba haciendo quedar como un turista.

Me prendí un cigarrillo para tranquilizarme y me acerqué a la tarima para ver de cerca el cadáver de Canio, al principio me causo repulsión y creí que todo era un sueño pero cuando asimile que estaba despierto me causó mucha gracia. Me sentía como Nedda la esposa del verdadero Canio porque el suicidio de un comediante era como hacer llorar al payaso pero elevado al cubo.

-¡Soy una perra! - me dije a mí mismo sonriendo.

Como si tal escena fuera de esperarse aparecieron dos ratas de gimnasio mejor conocidos como "saca borrachos" y arrastraron el cadáver de Canio fuera del escenario. El cantinero cerró el telón y como el show debía continuar, apareció un conjunto norteño de principiantes tocando una versión malísima y caótica de "Sonora y sus ojos negros". Conscientes de sus nulos dotes musicales se presentaron con el nombre de "Los hijos bastardos de los cadetes de Linares".

Me dirigí a mi mesa y pedí un trago de Jim Beam, traté de seguir bebiendo pero las lágrimas de mi amada mesera me lo impidieron, ¿Tenían ella y Canio algo especial? Nunca lo sabré. Aparte las miradas apáticas de la audiencia que hasta hace minutos antes estaba colgando de mis manos me ponían incómodo, todo esto sumado a los gritos de de dolor de aquel acordeón de la muerte y Sandy temblando me hicieron sentir un asesino y salí del club corriendo a vomitar en la esquina.

A la mañana siguiente desperté creyendo que todo había sido una pesadilla por lo que me pareció que seria fácil simplemente olvidar, hasta que me miré en el espejo y note un moretón en la mejilla en la que mi amada me había pegado. Sentí un vacío en el pecho.

-¡La vida es una eterna cruda! -pensaba mientras escuchaba que empezaba en la radio Pagliacci la versión original de Leoncavallo. Comencé a llorar como un bebe.

En un ataque de impulsos corrí a la comisaria y entre gritando que era un asesino. El juez me tranquilizó, me ofreció en una taza con media oreja un líquido cafesino, casi transparente alusivo al agua puerca donde se revuelcan las lombrices, pretendía que fuera un café pero tenia mucha mas agua que café y sin leche, me lo tomé y le conté mi historia. Para mi mala suerte no podían encarcelarme ni siquiera por suicidio asistido. Me dijeron que Canio era una persona muy sensible, con poca voluntad y que esa no era mi culpa. Salí a las 7 de la tarde sintiéndome muerto en vida.

Desde ese día no volví a ser el mismo, dejé el trabajo y mi esposa me dejó a mí. No volví a ver a Sandy. Y por poco me quedo en la calle. Tenía pesadillas, la última y mas perturbadora fue una en la que me encontraba a Ruggero Leoncaballo en un bar y me invitaba una cerveza, después saqué un papel de mi cartera y le recite algo de mi autoría.

-Mi mas grande ambición es extinguir el anhelo, mi musa colgada de un puente amanece en los obituarios y es el crimen perfecto porque mi destino es no dejar huella en este mundo - canté en italiano.

Ruggero se puso rojo y yo empecé a llorar.

-Esta bueno pero te falta algo - respondió.

-¿Qué  cosa? - pregunté con voz quebrada.

Su cara se transformó en la de un payaso horrible y soltó una carcajada.

-Lo que te falta es hígado, niño, apenas llevas una cerveza y ya me estas cantando al oído, marica - respondió.

Todos en el bar lo escucharon y se empezaron a reír de mí, yo salí y me siguieron, no paraban de burlarse y señalarme. Luego desperté. Habrán pasado dos meses desde mi última pesadilla cuando recibí una llamada, era el dueño del club de comedia, después de el incidente de Canio me volví una celebridad en el lugar, no por su muerte si no por mis chistes, querían que me presentara con una rutina de Stan-up.

Estaba quebrado y me ofrecieron toda la cerveza que pudiera tomar y un sueldo miserable pero era mejor que nada. Hice dos, tres, y cuatro shows sin un guión, preparé una rutina más elaborada una semana después que he mantenido hasta la fecha y en la cual realmente siento que no digo nada. Así fue como me volvi un comediante de tiempo completo el cual ha hecho reír a un montón de perdedores durante seis años, seis años en los cuales por cierto nadie me ha hecho reír a mi. Me paro todos los días en una tarima que representa una orgía ensangrentada de sueños rotos esperando a que Dios me aplaste con su dedo, creo que el único chiste bueno que he escrito es esta historia. 
La commedia è finita!

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