Es éste un mundo hostil, extraño, donde cada cual extiende su coraza en un círculo protector, defensor de su intimidad que aparta proximidades.
La cercanía se impone cuando el espacio se acorta y achica las distancias, sorprende que al despojarnos de los miedos, perdidos los escrúpulos y el olfato, desterrados de la mente el rechazo y la prevención, nos dejamos invadir por el olor del cuerpo nuevo, del aliento ajeno, del calor cercano y amable que palpa con dedos intangibles húmedos y extensos nuestro cuerpo.
No hay posibilidad de huida, el cerco humano nos abraza gigante de las sombras.
Perdida la identidad nos dejamos zarandear degustando el tiempo febril del delirio, mecidos en el baile asincrónico paladeamos, abiertas las esporas ancestrales, el mundo carnal y espeso que corrompe los sentidos.
Maica Bermejo Miranda, del blog Al sur de los tambores.
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