lunes, 28 de enero de 2013

ENTREVISTA a NORBERTO LUIS ROMERO


ME CONSIDERO UN ESCRITOR LUMINOSAMENTE OSCURO 

El escritor alumbra un relato de terror onírico con su novela 'El lado oculto de la noche'

El escritor hispano-argentino Norberto L. Romero tiene un don para crear ambientes agobiantes y opresivos. En 'El lado oscuro de la noche' (Traspiés), su última novela, exhibe esta destreza con un relato onírico en el que describe un mundo regido por leyes absurdas. A la inquietud que despierta el texto se suma la desazón que inspiran las ilustraciones de Pobreartista. Romero, que no se cansa de escudriñar el lado más perverso del alma humana, infunde miedo al lector recreando atmósferas desasosegantes a caballo entre lo grotesco y lo surrealista.

- ¿Estaba en sus propósitos escribir una pesadilla angustiosa?

No necesariamente, no en un principio, la angustia fue apareciendo a lo largo del texto que yo entreví como onírico, pero nunca como pesadilla. Sí me parece evidente que esa angustia anidaba en mí y fue saliendo de manera más o menos desordenada y posteriormente puse en orden. Corroboro que el resultado final lo fue, por la experiencia que los lectores me transmiten, que me dicen haber sentido un gran desasosiego, algunos auténtico miedo.

- ¿Qué es el lado 'El lado oculto de la noche', un texto fantástico, absurdo, surrealista, gótico…?

En principio es un texto fantástico; onírico por su transgresión de la realidad, pero también podría interpretarse como simbólico, como una parábola del poder. Ese micromundo donde transcurre la novela es nuestro mundo de todos los días, nuestra sociedad y sus leyes, que por absurdas y arbitrarias que sean, debemos cumplirlas para convivir en paz unos con otros. En el fondo, lo que en la novela se postula como absurdo se refiere más incisivamente a la arbitrariedad de lo establecido socialmente, de ahí que en la narración todo parezca arbitrario, pero en la vida la arbitrariedad a la que estamos sometidos a obedecer es constante, pero estamos tan acostumbrados a ella que no la percibimos como tal, porque devino en norma. En lo que se refiere al adjetivo 'gótico', del que un par de novelas anteriores medio gozaron, quedan apenas rastros, a veces ciertas atmósferas, pero nada más.

- ¿Qué influencias y autores pueblan esta novela?

A estas alturas de mi carrera ya no puedo hablar de influencias ni de autores, siempre tuve un mundo propio que reflejar y una voz propia que, si en un principio estaba contaminada, ya no lo está. Lo que puede suceder es que mi voz sea una amalgama de voces ajenas, como la de Nemrod, gritando en su círculo del Infierno, pero afortunadamente y al contrario que al arquitecto de Babel, a mí se me entiende lo que digo.

Arbitrariedad

- ¿Cómo surge el texto, cuál es su génesis?

Es un texto muy antiguo y no recuerdo exactamente su génesis, pero como en muchos de mis cuentos o de algunas novelas, la semilla es una inquietud interna, una atmósfera y unas imágenes que me persiguen y no desaparecen hasta encarnarse en palabras, en narraciones, en personajes, casi siempre malvados. Quizá de ellos sea la culpa de que me hayan calificado como gótico, pero yo me considero luminosamente oscuro. Evidentemente, por aquellos años me preocupaba mucho más que ahora la arbitrariedad del poder y de los poderosos. Pero es inevitable esa inquietud cuando se proviene de países que han padecido dictaduras asesinas. Mi generación lleva dentro el estigma y la diáspora. Hermoso título, que nadie me lo robe.

- ¿Se considera un raro de la literatura?

Me considero más excéntrico que raro, porque raro suena peyorativo. Y debo confesar que ambos adjetivos me halagan. Lo más acertado y halagador que me han dicho (aparte de lo bien que escribo), es "raro de cojones" y "salvaje". Creo que en realidad soy un rebelde, un niño malo que se niega a crecer, aunque no a madurar, y que disfruta haciendo travesuras y salvajadas con la literatura, que no hacen daño a nadie y, por el contrario, iluminan la oscuridad de mentes y almas. Las salvajadas de las que duelen ya se encargan de hacerlas otros en la vida real. Yo no logro encajar en este mundo y me declaro insumiso de la realidad; desde fuera lo ven como raro, pero mi percepción es distinta: hace posible que cada día me encuentre más seguro de mí mismo y de lo que hago como la mejor alternativa, y si no única, la mejor para mí y la que domino.

- Supongo que ya a nadie asustan los castillos embrujados. ¿Cuáles son las armas de un escritor para infundir miedo en el siglo XXI?

No soy plenamente consciente de mis armas. Cada día tengo la sospecha más fundamentada de que quien escribe es otro, uno que desde dentro de mi cabeza me dicta estas cosas que a mí me producen risa y no miedo, porque percibo que no son más que formulas muy acertadas, mentiras encadenadas como la ilusión del cine en la pantalla, y que acaban pareciendo reales. Disfruto mucho percibiendo los mecanismos de mi creación, de la escritura, recorriendo los senderos de la narración con sus sorpresas en cada recodo, sus engranajes de relojería afinados. Decididamente no soy yo quien las dice, es alguien con mucho oficio y todavía más intuición que yo, que se mantiene oculto a los ojos, y que cuando entra en una especie de estado de gracia le da por dictarme estas cosas. Evidentemente ya no dan miedo los monstruos ni las casas encantadas, ni los muertos, ni los asesinos, pero sí las atmósferas que se perciben al fondo de un abismo negro, y ese abismo está aquí, dentro de cada uno de nosotros, convivimos con ese abismo que, como lo percibían los antiguos navegantes, está poblado de monstruos. Yo únicamente pongo espejos ante los lectores, y a continuación les enciendo la luz, aunque algunos prefieran continuar en las tinieblas.

Antonio Paniagua

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