[Medianoche templada frente a una
pared donde se vuelven piedra las lagartijas a la luz de un farol. Esa luz es
amarilla y es tibia, es turbia y es deslustrada. Es una noche oscura, como el
fondo de un pozo enlodado, y se escucha el monótono besar del cuchillo en la
piedra de afilar. El Asesino despiadado y cruel sabe que el arma debe estar
preparada, que el filo debe ser cortante y filoso como lo es el miedo de un niño en la oscuridad
cuando el viento lo roza con su tacto de hielo y se convierte en escalofrío.
Sus manos huelen a la sangre de seis víctimas, en sus ojos se proyecta lechosa
una mente desenfocada. Afila en la noche el cuchillo. Los instintos están
aquejados de congojas y delirios.]
El tiempo es un ogro que se
oculta a los sentidos,
un necio infame que nos va
descontando días,
que nos destruye poco a poco con
su metralla,
que nos va cubriendo con el moho
de sus horas.
(Si la cabeza duele,
si el mar trae hasta el muelle el
olor a bajamar,
si hay sombra azulada por la luz
de la luna…).
Yo lo vengo a saber desde hace ya
mucho tiempo
y tengo bien preparadas el alma y
las manos,
la caja de los truenos y el
cuchillo afilado.
Mi sombra es quien afila la
sombra del cuchillo.
No soy yo; es mi sombra quien
afila ese cuchillo.
Y noto cómo se abulta la sangre
en mi pecho
cuando sé que en esta noche yo
seré valiente.
Noche de luna hinchada y a punto
de explotar.
En el momento en que el miedo se
vierte en horror,
nuestros ojos se hacen semejantes
a la luna
(al mirar absorben la intravenosa
inyección
del matiz de los últimos suspiros
del sol).
Los ojos se abren, llenan y tiñen
su color:
cuando el miedo es horror,
los ojos tienen el brillo del mar
tras las dunas
(Si todo dentro de la cabeza me
retumba,
a baja voz en palabras soeces en
eco ,
temblor en las manos y la mirada
en el suelo
para ver mi sombra…).
Mi sombra afila la sombra del
cuchillo en calma.
No. No soy yo; es la sombra quien
la noche prepara.
(Ras, ras, ras).
La sombra es la que afila la sombra
del cuchillo,
y no son más que sombras.
(Ras, ras, ras).
El azul de la luna se aloja en mi
cabeza
y la traspasa en un fogonazo de
delirio
(Ras, ras, ras).
La sombra es quien afila la
sombra del cuchillo,
mientras los pensamientos
impulsan mi destreza
y pierdo el equilibrio.
José G.Cordonié, de Las Baladas de Morotropium (Ediciones Oblícuas, 2013).
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