lunes, 21 de enero de 2013

MI SOMBRA AFILA LA SOMBRA DEL CUCHILLO por José G.Cordonié.


[Medianoche templada frente a una pared donde se vuelven piedra las lagartijas a la luz de un farol. Esa luz es amarilla y es tibia, es turbia y es deslustrada. Es una noche oscura, como el fondo de un pozo enlodado, y se escucha el monótono besar del cuchillo en la piedra de afilar. El Asesino despiadado y cruel sabe que el arma debe estar preparada, que el filo debe ser cortante y filoso como  lo es el miedo de un niño en la oscuridad cuando el viento lo roza con su tacto de hielo y se convierte en escalofrío. Sus manos huelen a la sangre de seis víctimas, en sus ojos se proyecta lechosa una mente desenfocada. Afila en la noche el cuchillo. Los instintos están aquejados de congojas y delirios.]

El tiempo es un ogro que se oculta a los sentidos,
un necio infame que nos va descontando días,
que nos destruye poco a poco con su metralla,
que nos va cubriendo con el moho de sus horas.

(Si la cabeza duele,
si el mar trae hasta el muelle el olor a bajamar,
si hay sombra azulada por la luz de la luna…).

Yo lo vengo a saber desde hace ya mucho tiempo
y tengo bien preparadas el alma y las manos,
la caja de los truenos y el cuchillo afilado.
Mi sombra es quien afila la sombra del cuchillo.
No soy yo; es mi sombra quien afila ese cuchillo.

Y noto cómo se abulta la sangre en mi pecho
cuando sé que en esta noche yo seré valiente.
Noche de luna hinchada y a punto de explotar.

En el momento en que el miedo se vierte en horror,
nuestros ojos se hacen semejantes a la luna
(al mirar absorben la intravenosa inyección
del matiz de los últimos suspiros del sol).

Los ojos se abren, llenan y tiñen su color:
cuando el miedo es horror,
los ojos tienen el brillo del mar tras las dunas
(Si todo dentro de la cabeza me retumba,
a baja voz en palabras soeces en eco ,
temblor en las manos y la mirada en el suelo
para ver mi sombra…).

Mi sombra afila la sombra del cuchillo en calma.
No. No soy yo; es la sombra quien la noche prepara.
(Ras, ras, ras).
La sombra es la que afila la sombra del cuchillo,
y no son más que sombras.
                                                (Ras, ras, ras).
El azul de la luna se aloja en mi cabeza
y la traspasa en un fogonazo de delirio

(Ras, ras, ras).
La sombra es quien afila la sombra del cuchillo,
mientras los pensamientos impulsan mi destreza

(Ras, ras, ras)
y pierdo el equilibrio.


José G.Cordonié, de Las Baladas de Morotropium (Ediciones Oblícuas, 2013).

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