Las explanadas susurran su lamento.
Aire de todos para poder recogerse en lo inútil, en lo bárbaro, en lo aleatorio que se desprende desde ese lugar ambiguo, para que nos envuelva en su nocturnidad programada a golpe de cielos estrellados.
De cielos como pantanos infinitos a punto de desplomarse sobre todo lo que aún repira.
De desplomarse sobre tu inocencia o tu inexactitud de ave migrante.
De ave que se queja y disiente.
De ave a cualquier precio, a cualquier hora, que quiere volar a un lugar azul oscuro, casi azul marino, pero menos.
Nuria Viuda García
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