Empiezo a descubrir los viernes por la noche
en una ciudad como ésta,
donde conseguir drogas
es más fácil que comprar alcohol.
En noches de viernes como el de hoy
me dedico a derrochar
mi tiempo y mi dinero.
Y lo más divertido es ver
cómo me avisan de que la mujer
que persigo
es demasiada mujer para mí.
Aún no se han repuesto de verme
llegar a la discoteca y besarla
como sólo Bukowski
mientras con su lengua me daba
media pastilla de éxtasis.
Será difícil olvidar
que la las siete de la mañana
se me acercara y me gritara
con una sonrisa indescriptible:
Estás pletórico, vámonos a casa.
Queda demostrado: los viernes
son palpables el corazón y la lujuria
y Dios bendito no vale – ya lo dijo Ray
Loriga – lo que un solo beso
de la persona equivocada
Héctor Castilla, de Desde el mar a la estepa (Chamán Ediciones, 2016).
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