Porque recurro con frecuencia a la poesía de Vicente Muñoz Álvarez para no perder el rumbo y que su poética me centre el norte de la brújula, porque no quiero desviarme mucho del camino explícito de la claridad ni enviciarme con cantos gariteros de sirena, quiero dejar constancia hoy, en el primer día de este apocalipsis mundial, de virus, máscaras y látex, de mi dicha por encontrar un conjunto de poemas sobrios y concisos para iluminar este cautiverio impuesto por el miedo y los eufemismos. Hallo al poeta preciso. Cada vez más escueto, cada vez más certero, cada vez más verídico. Cada vez más identitario, con el sello propio de quien ha hecho de la poesía de este país casa y domicilio, la poesía vital, el lugar para mi regocijo y pernocta.
Gsús Bonilla, en el Estado de Alarma
Hay en la poesía de Vicente Muñoz Álvarez una heroicidad romántica libada de sus referentes éticos y estéticos. El destino está en manos invisibles que mueven los hilos caprichosamente, el fatum que desvía, desmorona, revierte haga lo que haga. Vicente lleva ya muchos años en este solitario oficio, preguntándose si es «don o maldición»; amando y renegando de su necesidad de vaciarse con la escritura; exhortando al lector a la complicidad con versos que, de alguna manera, son pensamientos recurrentes y familiares para los que no queremos ser de hierro; urdiendo y retomando esos hilos que han conformado una manera personal e inconfundible de hacer poesía, en la que menos es más: el elixir, la esencia, lo que queda… Siempre pluma en mano.
Julia Navas Moreno
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