Duermo en la calle
con aquellos que ahora son mis hermanos,
a los que no hurto la mirada,
que no son transeúntes de baño diario y desayuno continental.
Me arropan de injurias cuando están más que borrachos
y me agreden con su ternura húmeda y maloliente
desde sus ojos nublados donde aún vuelan los pájaros
de la infancia más lejana que podáis imaginar.
Me buscan, millonarios de tabaco y litrona, filósofos, adivinos, poetas
para enseñarme el secreto de su éxito y de paso
el sentido mismo de la vida y por qué
el barro mal cocido de los hombres que pueblan las oficinas
las aceras, el metro, los tanatorios.
Velan por que no me vaya mal en la vida, se desesperan
y veo un terror suplicante en su rostro vencido
cuando sonrío como si no escuchara
desde los pájaros perdidos
de mi propia infancia.
con aquellos que ahora son mis hermanos,
a los que no hurto la mirada,
que no son transeúntes de baño diario y desayuno continental.
Me arropan de injurias cuando están más que borrachos
y me agreden con su ternura húmeda y maloliente
desde sus ojos nublados donde aún vuelan los pájaros
de la infancia más lejana que podáis imaginar.
Me buscan, millonarios de tabaco y litrona, filósofos, adivinos, poetas
para enseñarme el secreto de su éxito y de paso
el sentido mismo de la vida y por qué
el barro mal cocido de los hombres que pueblan las oficinas
las aceras, el metro, los tanatorios.
Velan por que no me vaya mal en la vida, se desesperan
y veo un terror suplicante en su rostro vencido
cuando sonrío como si no escuchara
desde los pájaros perdidos
de mi propia infancia.
No tengo miedo
pero aprendo los trucos de la huida
y me escondo en los agujeros que evitan mis vecinos,
donde el sufrimiento se hace más pequeño-cucaracha que escapa
por la poca sombra que van dejando sus mejores intenciones,
como el perro apaleado que ya no se fía
del afeitado y las camisas limpias, dientes en línea
en paz con Dios, calculadora inocencia con gafas
con que nos abruman los planes de negocio
el seguro de vida y el funeral pagado
del buen samaritano.
pero aprendo los trucos de la huida
y me escondo en los agujeros que evitan mis vecinos,
donde el sufrimiento se hace más pequeño-cucaracha que escapa
por la poca sombra que van dejando sus mejores intenciones,
como el perro apaleado que ya no se fía
del afeitado y las camisas limpias, dientes en línea
en paz con Dios, calculadora inocencia con gafas
con que nos abruman los planes de negocio
el seguro de vida y el funeral pagado
del buen samaritano.
He dejado de hacer planes
porque son demasiados golpes y mi pecho
no es un yunque,
aunque a veces lo parezca y así estoy dispuesto a jurarlo, pero
he dejado de hacer planes
para ser, tener o buscarme
allí donde sé que no estoy
ni estuve nunca y cómo aventurar
bajo qué lámpara rota de sueños
despertaré mañana,
en qué cuarto desordenado, qué intemperie,
sonámbulo por un calendario que cuenta los días por tropiezos,
dando tumbos entre sarna de gatos, esquinas de azufre
y bomberos que riegan el adiós de la madrugada.
porque son demasiados golpes y mi pecho
no es un yunque,
aunque a veces lo parezca y así estoy dispuesto a jurarlo, pero
he dejado de hacer planes
para ser, tener o buscarme
allí donde sé que no estoy
ni estuve nunca y cómo aventurar
bajo qué lámpara rota de sueños
despertaré mañana,
en qué cuarto desordenado, qué intemperie,
sonámbulo por un calendario que cuenta los días por tropiezos,
dando tumbos entre sarna de gatos, esquinas de azufre
y bomberos que riegan el adiós de la madrugada.
Estoy atento a la vida
como un duende en lo alto de la cabeza de un niño
que abre los ojos sin temor al vértigo y se inclina sobre el vacío
dispuesto a reír en la cara del lobo y sé
que no hay nadie que tenga menos y pueda pedir más.
Tengo tantas magulladuras por todo el cuerpo
que tomo lo que llega como un regalo inmerecido
y disfruto del paisaje envuelto por el mismo aire
que brama en las orejas del suicida
cuando, poco antes de saltar, sonríe.
como un duende en lo alto de la cabeza de un niño
que abre los ojos sin temor al vértigo y se inclina sobre el vacío
dispuesto a reír en la cara del lobo y sé
que no hay nadie que tenga menos y pueda pedir más.
Tengo tantas magulladuras por todo el cuerpo
que tomo lo que llega como un regalo inmerecido
y disfruto del paisaje envuelto por el mismo aire
que brama en las orejas del suicida
cuando, poco antes de saltar, sonríe.
Toño Benavides
http://gentedigital.es/comunidad/metroblood/2012/04/16/duermo-en-la-calle/#comments
6 comentarios:
Cruelmente sensible.
Magnifico.
J Carles
No conocía este vídeo, Vicen, pero alucino porque el poema parece escrito para acompañarlo.
Gracias&Abrazos
Toño, es de una fotoperiodista de Pamplona (lo he subido yo), se llama Maite Hernández Mateo, creo que vive en Nueva York o al menos ha estado allá mucho tiempo. Los protagonistas son ciertamente peculiares, y efectivamente cuadran muy bien con tu poema, en ambos casos el fondo es una búsqueda de la libertad y la independencia personal, sin cadenas y ataduras, a pesar de todo. Tengo que pasarme algún día por ese puente a ver si siguen ahí. Tu poema es maravilloso.
Patxi
Gracias Patxi. El documental es muy bueno porque ahonda en las motivaciones personales de los protagonistas. La libertad es más cara que una TV de plasma y en la mayoría de los casos se paga con la salud física y mental, por eso la mayoría prefiere la TV.
A ver si te dejas caer por el foro y nos tomamos unas cañas.
Abrazo
Hola gran poema mas duro incluso que la propia historia de Antxon y Moises. Soy la mencionada autora del Video.
Patxi, no te pases por el puente que afortunadamente están rehaciendo sus vidas arriba del mismo.
Espero que su nueva vida no les cambie el gran corazón que ambos tienen.
Saludos y gracias por compartirlo.
www.maitehmateo.com
Gracias, Maite. Me gustó mucho el video y a la vez me llegó el poema de Toño, así que la combinación era perfecta. Me alegro por ellos dos. ¿Sigues por NY? Un abrazo
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