Vale, cada año se publican miles de novedades que resultan “más-de-lo-mismo”, y un libro que hable de los traumas religiosos y familiares y sexuales de un judío que convierte su sufrimiento en un hilarante ejercicio de estilo suena, al menos, tradicional… Pero Shalom Auslander ha escrito mucho más que un ejercicio, unas Lamentaciones que usted nunca había leído, que no olvidará en mucho tiempo y que incluso podrían escandalizar a algún burgués y a muchos creyentes, que son su propio texto sagrado, aunque en un afán clasificatorio se le inscriba en una gran (y asimilada, y acotada) tradición de satiristas, sobre todo judíos, pero no únicamente.
Vale, Dios no dice nada cuando Le hablan, asunto a partir del cual se han escrito pliegosinterminables, pero no por eso es menos vengativo y cruel. Lógicamente, el mayor conspirador de la historia actúa en silencio, y de Él no hay manera de escapar, como bien sabe cualquier paranoico de orientación pesimista (alguien que ha entendido la situación con enorme claridad y no temería lo peor si no esperase algo mejor).
Estamos hablando de Shalom Auslander, educado en la ortodoxia judía, de la cual se desvió primero a través de la pornografía y la comida no kosher, la marihuana, el hurto y la masturbación compulsiva, y luego a través de una vida que podríamos llamar laica. Aunque el autor sigue creyendo –es decir, temiendo– de modo «agobiante, incurable, miserable». Por eso, ahora que su hijo está por nacer, no sabe si hacerle cortar el prepucio según ordena la tradición o esperar algo peor que la muerte, una tortura más lenta, dolorosa y, sobre todo, divertida a los ojos de Dios.
Dejando de lado la anécdota, este memoir (pues no hay aquí más ficción que en la Biblia, aunque tanto castigo parezca mentira) da cuenta de una rebelión inevitable y al mismo tiempo inútil, pero también de un amor que redime y, sobre todo, de una meditación profunda sobre la identidad. ¿Soberanía y sujeción a partes iguales? Nadie responde.
Los calificativos «hilarante» aunque «triste», «subversivo» e «iconoclasta» pero «piadoso», «conmovedor» y sobre todo «genial» se repiten casi como una plegaria en los muchos elogios de la crítica, junto a las comparaciones con Philip Roth, que no son odiosas porque Auslander incluso sale ganando, Sedaris, Eggers y Woody Allen. Si usted no se ríe con el sufrimiento del autor, le devolvemos el dinero. Pero, si sólo se ríe y no padece y se maravilla y empieza a temer un castigo desproporcionado a su complicidad en la lectura de esta blasfemia, le recomendamos que vuelva a comprarla como se compra a veces, ingenuamente, el perdón.