Un operario de jardines avanza cuaderno en mano. Su desbrozadora calla, por fin, abandonada bajo un árbol. Entre sus manos: un cuaderno, algún bolígrafo, quizás un lapicero. Su actividad previa, guiada por ese humano intento de someter espacios y moldearlos a disciplinados deseos de la sociedad, poco a poco se aplaca. Despierta la observación. La empatía. La capacidad de sentir con. Lo mejor de ese humano regresa cuando comienza a secar el sudor de su frente y nuestro particular jardinero abre su sensibilidad al mundo. En ese remanso, breve, furtivo, Gsús Bonilla dibuja y escribe un cuaderno de campo, un poemario, un canto a todas esas plantas que habitan a nuestro lado, que conviven con nuestra increíble arrogancia, un canto a plantas y árboles que componen la base de nuestro mundo, el eje de mil dependencias cuyo reconocimiento limpia nuestras mentes e introduce algo de optimismo en este complicado mundo.
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viernes, 19 de mayo de 2023
EL MUNDO FLORECE PARA SER ESCRITO: Gsús Bonilla.
Un operario de jardines avanza cuaderno en mano. Su desbrozadora calla, por fin, abandonada bajo un árbol. Entre sus manos: un cuaderno, algún bolígrafo, quizás un lapicero. Su actividad previa, guiada por ese humano intento de someter espacios y moldearlos a disciplinados deseos de la sociedad, poco a poco se aplaca. Despierta la observación. La empatía. La capacidad de sentir con. Lo mejor de ese humano regresa cuando comienza a secar el sudor de su frente y nuestro particular jardinero abre su sensibilidad al mundo. En ese remanso, breve, furtivo, Gsús Bonilla dibuja y escribe un cuaderno de campo, un poemario, un canto a todas esas plantas que habitan a nuestro lado, que conviven con nuestra increíble arrogancia, un canto a plantas y árboles que componen la base de nuestro mundo, el eje de mil dependencias cuyo reconocimiento limpia nuestras mentes e introduce algo de optimismo en este complicado mundo.
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