He bajado al antiguo barrio
en el que pasamos 5 años
desde que caímos en Madrid
sin trabajo y con
un par de ovarios
del tamaño del zócalo de la ciudad de México.
El viejo barrio
caniches sin incisivos arrastran el hedor a almizcle
de sus amos con resignación
y odio
mean y cagan como metralletas
las rodillas de los hijos y las hijas de puta
suenan como pisar grillos
cuando doblan el lomo
para recoger la capillita de excrementos
de los únicos que con correas rojigualdas
acompañan su derrumbe
Cabelleras diseñadas para espantar a los comanches
zapatillas de paño y collares de perlas.
Junto al parque
cachorros de hiena entrenan
la huida o el asedio
en el estanque los peces con obesidad mórbida
en los paseos los negros de la marihuana
y entre los setos kleenex lacrados con semen y mierda.
Mi antiguo barrio.
Niños vestidos como padres o seminaristas
padres acolchados Bibendums con patillas
rubias con botas de montar
a caballo
a filipinas
a dominicanas
al peluquero amanerado
al plomero con bigote
al negro que cuida los caniches a la puerta del Hipercor
Abuelos flacos calvos limpios aceitosos
incienso y orina
ternura y horror
asco y una cita a las dos en la peluquería
del barrio.
Carlos de la Cruz
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