jueves, 31 de julio de 2014

MALOS TIEMPOS: Carlos Salcedo Odklas.



- El problema de las mujeres es que saben planear a largo plazo, tienen visión de futuro. Al principio todo les parece bien, se ríen con tus bromas, les gustan tus pintas, tu pasotismo, ¡joder!. Hasta tus defectos. Te dejan tener tu espacio y follan a diario, no te agobian para no asustarte y te dejan que vayas enganchándote a ellas. Luego, poco a poco, te van cercando, que si aféitate de vez en cuando, que si no bebas tanto... Se empiezan a rayar con determinados amigos tuyos y, sobre todo, con todas tus amigas, dejan de follarte... Y lo hacen todo tan poco a poco que llega un momento que no sabes cómo has llegado a esa situación y encima y no puedes escapar.
- Ya te digo, y encima apelan a tu amor hacia ellas, te piden algo absurdo y si tú no lo haces te salen con el "¿es que no me quieres? ¿No eres capaz ni de eso por mí?" "
- Jajaja, qué típico.
- Y los putos celos. Yo antes tenía un montón de amigas pero ahora como quede con alguna menuda movida.
- Pero ellas sí que pueden hacer lo que quieran y si te rayas es que eres un paranoico celoso "no confías en mí? ¿Cómo puedes ser así? Con lo que yo te demostrado siempre"
- Jajaja, menudas arpías.
- Nunca os echéis novia tíos. ¡Jamás! Será lo peor que hagáis, os lo digo yo.

Carlos Salcedo Odklas, de Malos tiempos (Ediciones Lupercalia, 2014).

http://www.edicioneslupercalia.com/

martes, 29 de julio de 2014

TRES VISITANTES por Iván Rojo.


El ahogado llegó al amanecer, vomitado por un mar tranquilo, justo cuando acababa de lanzar el sedal y plantar la caña.
Fue Perro el primero en verlo a través de la bruma de enero.
Tan discreto como siempre, no emitió ni un ladrido.
Se metió corriendo en el agua y lo arrastró hasta la orilla.
Juntos lo observamos un rato.
Era un hombre joven y azul. Aún no estaba muy deshecho.
Salvo por los ojos turbios, impenetrables como esas nubes de tormenta, digamos que todavía se parecía a quien debía de haber sido.
Sin el menor atisbo de aprensión, lo cual me sorprendió un poco, revolví en los bolsillos de su anorak. Después en los de sus pantalones.
Nada. Solo agua gris, arena y puñados de tiempo perdido, ligerísimo y casi invisible.
Bueno, había también un cangrejo del tamaño de una moneda y de un intenso color naranja. Un viajero a lomos de la muerte.
Lo sostuve un momento en la mano, sus patas nerviosas arañando levemente la piel de mi palma.
Pensé en devolverlo al mar, pero no: lo acerqué al morro de Perro.
Un veloz lametazo de su lengua rosa y cálida, humeante, lo hizo desaparecer.
Oí el crujido del bicho entre sus dientes. Sonaba como pasos en la gravilla.
Y con Perro a mi izquierda eché a andar por la playa para avisar a las autoridades.
Solamente me volví una vez.
El muerto seguía allí, claro, mecido por las pequeñas olas, al pie de la caña de pescar.
Su arco me recordó, vagamente, a la hoja de una guadaña.
Las gaviotas, poco a poco, se arremolinaban en el cielo.
Esa noche me dormí enseguida, aplastado por un cansancio desconocido, innegociable.
Pero desperté en plena madrugada, lleno de ganas de verte. Te habías colado en mi sueño, en mi cerebro. En mi vida. Te habías colado aquí sin permiso. Igual que el muerto, igual que el cangrejo.
Por eso te escribí ese e-mail a las 04:11, en el que no te contaba nada de esto. Nunca contestaste. Espero que no estés azul.

Iván Rojo


sábado, 26 de julio de 2014

SAL, POETA por Pablo Otero



poeta
como símbolo
unitario,
como hedonismo del yo
contemplativo,
disociado,
mítico y místico.
yo, alegórico de vanidades
y miedos,
yo, humanidad asocial,
yo, quejido íntimo,
yo, yo, yo,
únicamente, yo.

mierda de yo,
mierda de ego,
mierda de íntimo,
mierda de poeta
si con eso pretendes
entrar en el parnaso de los intelectuales iluminados.

estremécerte con el yo ajeno,
estremécerte con el pulso que te rodea,
con el que te alimenta y te sucede,
con el que llora y con el que se rompe las uñas, por ti,
y para ti.
porque su voz es tan tuya como los huesos
que un día serán tus huesos,
porque sus palabras, impronunciables,
nacieron para ser aplicadas por ti
en versos furiosos y certeros,
para tu gloria
y su anonimato.

sal, poeta,
de ese bronce que tanto bruñes
y que manoseas hasta la extenuación,
y conviértete en voz de oprimido
y horca de opresor,

sé útil, poeta,
conciencia
y voz de un pueblo
marginado a golpe de hostia limpia,
cada día.

eso es poesía, poeta,
y no querer limpiar tus tripas
con el perdón de un lector
que ya no te cree,
que nunca te creyó,
y al que aburres
soberanamente.


Pablo Otero


viernes, 25 de julio de 2014

GABRIEL OCA: La nostalgia ha causado más muertes que la heroína.



Por CAMINO SAYAGO

Es su segunda novela. La inició a finales de los noventa y cerró el último capítulo en 2010. Con“Ansiedad (Vida de un Yonky)”, el escritor leonés Gabriel Oca Fidalgo pega un último puñetazo en la mesa para poner en su sitio una parte de su vida marcada por las drogas. Probó la heroína, le gustó y prosiguió hasta el final. Ahora sigue siendo protagonista, pero de otro tiempo y de una historia que el autor cuenta en primera persona. Un relato sincero y honesto, publicado por Ediciones Lupercalia, sobre el cielo y el infierno y lleno de nostalgia. El Bar Belmondo, ubicado detrás de la catedral de León, es, este viernes 25 de julio, el escenario elegido para su presentación. Una puesta de largo en la que ha tenido mucho que ver el también escritor leonés Vicente Muñoz.

—Presentas este viernes “Ansiedad”, tu segunda novela autobiográfica sobre un microcosmos escabroso, el dominado por la fragancia sutil de la heroína. A estas alturas de tu vida, ¿resulta inocuo desempolvar el baúl de los recuerdos?

—¿Inocuo? Escarbar en el recuerdo siempre tiene efectos adversos, secundarios, que dicen los prospectos. Yo me preguntaba más bien si servía de algo… en el fondo era esa la pregunta que me hacía: ¿para qué voy a sacar ahora todo esto? Respuesta sencilla: ¡para exorcizar mis demonios!, que queda como muy literal y todo eso. Respuesta de verdad de la buena, porque me gusta escribir, por el simple y llano gusto de contarla. Contar la mía y dejar constancia.

—Tras “La carretera muerta”, publicada en 2008, te sumerges de nuevo en este mundo. Ambas novelas están escritas en clave de ironía y humor, ¿pero el visitante cotidiano del infierno que fuiste, cómo percibe ahora la intensidad de las llamas?

—Vamos a ver. El motor, la idea, el estilo, nace desde el primer momento con la intención de filtrarlo todo por el tamiz del humor, un humor maligno cuando se pueda, o simplemente cutre y chabacano. No sé si lo habré conseguido. Yo desde luego me he partido de risa con ciertos pasajes, y espero eso mismo del respetable. Eso quería: humor. Alejarme de la vertiente lastimera, todo eso del pobre de mí, un drama duro y descarnado blablablá…. En cuanto a percibir, pues desde lejos. No es lo mismo que te digan que hay un fuego en el monte que estar currando de bombero en su epicentro. Y con cuidadín, estarse a lío no vaya a caer una colilla, que no se propague el fuego.

—Tu lema es reírte y que los demás se rían al leer estos relatos de un yonqui confeso. No se advierte por ningún lado un mea culpa. ¿Es la mejor fórmula para espantar a los fantasmas y desacralizar los tabúes que envuelven a la vida con DROGA?

—¿Un mea culpa? No sé si lo pillo…. Yo no tengo que arrepentirme de nada, al menos desde un punto de vista ético, yo conmigo mismo y el resto: Nunca engañé a nadie, nunca me aproveché de nadie, era legal en ese aspecto, demasiado incluso en ese mundo, quiero decir que me tangaron como a cualquiera, pero no por eso devolvía papeletas. Otra cosa es el fin y los medios… por supuesto que delinquí de todas las formas y maneras: vendí droga mayormente, por lo general, pero robé, cambié cosas de sitio, me las quedé… Tengo la conciencia tranquila no obstante, no voy a extenderme, pero lo que hice sé dónde lo hice y a quién le afectaban mis actos. Creo que me explico… estoy diciendo bien claro que nunca le pegué un tirón a una anciana, nada de eso. En cuanto al mea culpa propio, lo que hice con mi vida, ¡qué quieres que te diga!… Me arrepiento de algunas cosas, no me arrepiento de otras… Pero me gustaba, me gustaba más que nada. Por supuesto que le quitaría las espinas al ramo de rosas, alguna si no todas, pero es que así son las rosas…

—Te defines como espectro de los ochenta, embalsamado en cuero negro, pureta con síndrome de Peter Pan hablando del paso del tiempo. ¿Qué has descubierto al volver a recordar tras casi un cuarto de siglo? Hablas de neurastenia de la nostalgia…

—Buff. Es que esto creo que depende de la persona, su sensibilidad, no sé… Neurastenia de la nostalgia, en efecto. Así la defino, me refiero a recuerdos que te desgarran, que te ponen los pelos como escarpias. ¡Joder! La nostalgia ha causado más muertes que la heroína. Esto por supuesto es mentira, pero queda bien. Mentira al menos en cuanto a cifras. Es peligrosa la nostalgia… ¿Los 80’TA? El que los vivió conoce el paño, aunque hablo de vivirlos en la arena, detrás del burladero no te coscas, no te enteras, ahí no pasa nada de nada. Pero esto vale para todas las épocas. Como vale para cualquier tiempo la nostalgia de la que hablo, cuando tiendes a entronizar un momento y una época por el simple hecho de que no volverás a verla. Ahí nos engañamos todos, adornamos los recuerdos, los enfatizamos, les damos más valor del que tienen en realidad. En cuanto a descubrir no descubro nada, es comprobar más bien lo que sabes por ciencia infusa desde crio: que da igual la época, que son todas igual de chungas, que aquí sólo llueve y hace sol para los listos, que nosotros coleguitas somos el grueso y el grueso nace crece y desaparece, como en aquel anuncio de Cucal. Esto por supuesto vale sólo para mí, no quiero sentar cátedra, no pretendo convencer a nadie. Pero conste que no exagero, que así es como lo veo. Que sigo con ese síndrome de peter pan por acción voluntaria, que es que paso de crecer, hacerme mayor, madurar y sentar la cabeza, o al menos sentarla de ese modo tan cachondo en que entiende la sociedad que debes sentarla, o asentarla.

—El tiempo es una ecuación inexorable para entender por qué estamos aquí, de hecho tú has necesitado casi veinte años para concluir “Ansiedad” y poner las cosas en su sitio. ¿En qué forma te preocupa el tiempo y qué harías ahora si regresarás al punto cero de tu experiencia?

—Bueno. No llevo 20 años escribiendo Ansiedad, pasar sí que han pasado, 20 y más. Ha ido a tirones, a remolque. En cuanto a cómo me preocupa el paso del tiempo, pues me preocupa de la forma en que debería preocuparle a cualquiera, cualquiera que tenga 50 tacos y siga viendo el mismo tejemaneje, las mismas mierdas de siempre envueltas en papel diferente. Me preocupa la puta ley de Murphy porque se está cumpliendo a rajatabla. Y paso…. Con este tema se me calienta la boca, malo que no echo fuego como los dragones. ¿Que qué haría si pudiese volver atrás? Buf. Quién no se ha preguntado eso, volver atrás, pero sabiendo lo que sabes ahora. Que qué haría…. ¡Me haría adivino!, iba a tener un programa con una audiencia del copón. Y otra cosa. En el 85 fui a ver un cóncer de Nina Hagen a Bilbao y se suspendió. Pues mira, a ese cóncer no iría.

—La literatura llegó a tu vida a la vez que el caballo. ¿Atenúo la inmersión?, ¿ha sido el mejor chute?

—Eso es una mera coincidencia en el tiempo. Sin trascendencia alguna en los resultados. Simplemente la heroína y la literatura llegaron al mismo tiempo. No fui un yonqui tipo, tardé mucho tiempo en estar realmente enganchado. Con la literatura en cambio me zambullí de lleno, realmente lo comparo con una droga de verdad, la manera en que me entregué a ella al menos, la manera en que me sumergí. Atenuar no atenuó nada. Pero sí, ha sido el mejor chute de mi vida. La droga más pura. Sin literatura la vida no tendría sentido, no merecería la pena.

—Los cómics y en especial “El Víbora” fueron tus primeras lecturas, ¿de qué forma te engancharon y cómo encaminaron tus pasos hacia el parnaso literario?

—Bueno…. Había leído algún libro suelto, sin importancia. Pero tebeos, cómic y etc leí toda la vida. Podría decirse que de Mortadelo hasta que llegué al cómic undergroud. Estaba saciado, quería más. Empecé a leer y…. el resto es historia. Cómo historia es el Vibora, historia de nuestra cultura. Almodóvar dijo algo al respecto, no cito textualmente, pero vino a decir que algún día deberíamos agradecerle a El Vibora todo lo que ha hecho por la cultura de este país. Yo se lo agradezco humildemente con el recuerdo, lo hago en Ansiedad y ya lo hice en La Carretera. ¡Unos putos CRACKS!

—El escritor Thomas Bernhard es una referencia en tu escritura que no se puede obviar. También admiras a otros autores que desempolvaron sus fantasmas, entre otros Céline, Kafka, Bukowski, Kerouac, Genet, Thomas de Quincey…

—Buff. ¡Todos monstruos! Pero es que Thomas Bernhard y Céline… Vaya dos, la pareja de ases en mi mazo de naipes, ¿los otros dos? ¡Pues Céline y Bernhard, joder! Son los cimientos, el encofrado, la cúpula de mi parnaso literario. Porque Dostoievski come aparte, no cuenta a la hora de competir. Dostoievski es a la literatura lo que Pink Floyd a la música: no entran en concurso, no participan, están por encima del bien y del mal. No se puede hablar sobre ellos, sólo puedes leerlo, escucharlos. Referencia son todos los que dices y más… referencia e influencia. Son los que más me han llegado, lo que más me gusta, lo que más me llena, la autobiografía como género literario. Después, a la hora de hablar de influencias en el estilo, o a quién se puede asemejar más mi estilo, creo que se cae por su peso que es a Céline a quien me acerco, que es con la influencia de su estilo con la que intento expresar lo que expreso. Otra cosa es que yo pretenda, o intente, o tenga la desvergüenza, o la desfachatez, o la prepotencia de intentar escribir como Céline. ¡Por favor! Como Céline no escribe ni dios….

—Admites que William Burroughs no es tu escritor de cabecera pero compartes con él “el álgebra de la necesidad”, la droga no como placer sino como alivio…

—Es que dijo todo lo que había que decir sobre la heroína. No hay más. Yonqui, la novela, podría ser un ensayo. No se puede añadir más. Es claro, conciso, certero. Fue el primero en hacerlo y lo dejó todo clarito. Como escritor no lo soporto, eso por no decir simple y llanamente que arranque a tomar por culo con sus jeroglíficos. Le quitas yonqui y marica y es infumable, el prefacio del almuerzo y cuatro cosas siendo benévolo. Y si no lo soporto es por eso, porque el cabrón escribía, podría haber seguido en esa línea, ¡pero no!, tuvo que inventarse ese estilo del cut-up que es que deja sordo a los tuertos, literatura de las pajas mentales, carne cruda para intelectuales… Todo en plan mira chaval lo profundo y lo enrevesao que soy que no te coscas. Pero Yonqui fue el primero. A partir de ahí sólo puedes añadir tu opinión, o traer el tema a tu época. O tener el Talento con mayúsculas de El Ángel, tener su Talento para escribir algo tan mágico, tan cruel y tan bello como los planos de la demolición.

—Además del cómic underground, ¿qué lugar ocupa el cine y la música en tu obra?

—En mi obra siempre está presente. En mi vida lo es todo para mí. Si me quitas el cine y la literatura me trae más cuenta pegarme un tiro. Un mundo sin cine y sin literatura no seria posible. La música hace unos años que la he dejado un poco aparte, va a ráfagas. De chinorri era mi piedra angular, empecé de muy niño a pirarme por el rock, esos grupos, sus músicos, ¡para mi eran dioses!, y te hablo con once o doce años. Y así siguió muchos años. Estaban el cómic, sí, pero la música lo era todo para mí. Los conciertos que he visto, la música en todas las fiestas, viajes, salidas, momentos, con cascos, sin cascos, en el curro o de acampada… las primeras cintas de casete, los vinilos que acumulé y que ahora ni pongo, pero que entonces, con quince o dieciséis años eran más que un tesoro para mí: la portada, sacarlo, limpiarlo, pincharlo… Y seguir las andanzas de eso dioses en las revistas, el Popu…. Todo eso pasó. Ahora apenas escucho música, voy a los cóncer aquí en León, sí, pero en casa pongo poco o nada, y cuando lo hago es clásica mientras leo. Pero la música forma parte de mi, no ya de mi cultura, si no de mi. Hay canciones que me hacen estremecer, canciones que vinculo a estados mentales, que traen consigo momentos y recuerdos. Creo simplemente que es el arte más directo, el que más rápido llega a golpear.

—Cambiando de tema, el rigor narrativo no es una de tus características, saltas hacia delante y hacia atrás: un caos que adopta los saltos como norma y las vomitonas como estilo. Dices que es tú versión en súper-8, recuerdos y ensoñaciones que se funden…

—Sí. No es lo mío el rigor narrativo, al menos en esta novela. Lo advierto de entrada y me disculpo de camino. Al fin y al cabo tiene mucho de eso, un monólogo que va saltando de puente a puente, recuerdos que traen otros recuerdos y se invocan ellos solos. Imágenes que vienen sin llamarlas y tienes que atenderlas porque ahí están.

—Finalizas la novela diciendo que la carrera ha terminado y alguno habrá ganado, ¿Tú has ganado?, ¿Qué pasó con la llave del Paraíso-cadena Inexorable?

—Depende del punto de vista. No es un partido, ni una confrontación con tangibles, aquí hay mucho intangible… Para mí ya es una victoria el simple hecho de no estar pagando la hipoteca de un piso, de un coche, llevar los niños al colegio, que me ponga morros la mujer en la cena porque han venido los suegros y he llegado tarde al festival. Tengo 50 tacos, o casi, 48, qué más da…. Y entiendo que alguno flipe al leer esto, que me mire como a un marciano por exponer esta filosofía. Pero es lo que hay, más flipo yo cuando veo una pareja joven, cuerda y sana que se pone de acuerdo para traer una criatura a este mundo. Pasa sólo que yo me lo cayo, o no había dicho ni ojos negros hasta este momento.

¿Si gané? ¡Joder!, estoy vivo. Estoy cuerdo. Y salvo un hígado levemente resentido, estoy vivo cuerdo y en un buen estado de salud. No sé si he vencido, nunca me lo he planteado así. De la cadena inexorable y blablablá también habría mucho que contar. Por ejemplo que en los 80’TA las calles estaban infestadas de heroína. ¡Ese cuento se acabó! Ahora se lleva la blanca, la farla, el perico, el merengue… la coca, ustedes ya me entienden. La puta cocaína y el speed y las pastillas. Modas, estilos, ¿pero son modas y estilos que impone alguien en su momento porque conviene? Vamos a correr un tupido velo, o como dicen en mi barrio ¡que corra el aire! ¿Yo? Yo aquí estoy. Esperando a que la den regulada y con receta en la farmacia, ¡la heroína!, digo, que es tanto como esperar a encontrar un político que no sea corrupto en este país de farsantes. Mientras tanto me mantengo lejos y alerta. Siempre alerta, no se pueden bajar los brazos, ni dejar de vigilar porque haya pasado el peligro.

—“No voy de mártir. No voy de listo. No voy de duro. No voy de nada. Cada cual debería ser juez y verdugo de sus propios actos”. ¿El destino es infalible?

—Que no voy de mártir es un hecho, que no voy de listo se da por entendido, y en cuanto a duro, te puedo asegurar que soy duro como la mantequilla. Lo de juez y verdugo ya es más fácil…. Pa eso tenemos al gallardón que cuida de nosotros como el Batman con gotan city. ¿El destino? “El destino es de lo malo lo peor, la zancadilla perpetua y en circulo.” Son palabras de Céline. Yo sólo digo que el destino existe, y no voy a discutir, paso de enzarzarme con cartesianos. Del mismo modo que no discuto con iluminados que piensan que el aborto es un insulto a dios, o una afrenta a Snupi y al niño Jesús.

—Dices que Vicente Muñoz ha sido un importante motor para que tu novela llegará a buen puerto, ¿no habría sido posible la publicación sin él?

—Eso sin duda. Lo afirmo y lo mantengo. Pero no ya con Ansiedad, con La Carretera muerta también. Fue a Vicente al primero que le pasé mis escritos, y fue él el que me dijo que valía, que no lo dejase, que siguiese adelante. Vicente lleva muchos años dejándose la piel con este tema. Los resultados ahí están: una veintena de libros publicados: poesía, narrativa, ensayo. Y eso sin olvidar su fanzine, ese maravilloso Vinalia Trippers en el que empezó a publicar tanta peña. Y las colaboraciones, y sobre todo las antologías que ha llevado a cabo. Pasa que él sigue adelante, no se detiene, no ha terminado con una cosa y ya está en la siguiente, sin pensar en resultados. Pero yo sí, yo sí que pienso. Y pienso que es una indecencia que haya mogollón de plumiferos chupando de la teta vitalicia, que es una aberración tener a un montón de cagatintas subidos al carro del éxito mientras que a gente como Vicente Muñoz Alvarez, o David González, no se les reconoce su trabajo. Yo no valgo para eso, soy muy vago, dejando a un lado que me puede el desencanto. Yo simplemente mando el tocho a una editorial, me dan el NO por respuesta y ya es que paso de volver a intentar. Fue Vicente el que me dio la confianza suficiente por un lado, y fue él el que me puso las cosas en su sitio, cuando mandé uno de mis escritos al premio Nadal ni más ni menos. Pero bueno, con eso podría escribir un relato: sin sangrado en la derecha, con faltas, de pena. Me explicó lo que hay, y que para nosotros hay editoriales alternativas, publicar ahí sin esperar nada. Me dio unas cuantas direcciones, modo de hacerlo. Lo hice pero no llegó a buen puerto. Total que pasé, normal en mí. Pero él no. Y fue él, Vicente, el que me puso en contacto con eclipsados en su día donde terminé publicando La Carretera. Entre medias he publicado tres micro relatos en el Vinalia. Y ahora, de nuevo gracias a él, vuelvo a publicar con Lupercalia esta Ansiedad. ¿Que vale? ¿Que es bueno? ¿Que si no tuviese calidad por mucho que mediase Vicente no hubiese prosperado? De acuerdo, puede. Pero es que si no da el paso Vicente, mi colega Vicente, aquí sigo yo encerrado en mi rutina. Es lo que hay y así tengo que decirlo. Una de esas personas de las que te precias de ser su amigo.

—Por último, ¿en qué andas metido, qué te ronda por la cabeza, qué proyectos tienes?

—Leer, chupar cine y series por un tubo e intentar escribir en la medida de lo posible.

¿Proyectos? Pues una novela. Una novela que lleva apalancada en su esqueleto más tiempo incluso queAnsiedad. Nunca pensé que volvería a meterle mano, como digo es el armazón y necesita mucho curro, no me veía ni con fuerzas ni con ganas de ponerme a ello. Ansiedad me ha dado el impulso y con ella estoy. ¿El argumento? Pues es novela, y novela de ficción, o sea, argumento nudo y desenlace, más o menos. Teniendo en cuenta que va narrado en primera persona por mi menda. Pero novela de ficción al fin y al cabo. ¿Y que cómo se desenvuelve? Pues en el único sitio en que se puede desenvolver, en los años ochenta, con dos críos espabilaos, violencia, quinquis, heroína, sangre de barrio, los Chunguitos y los Clash. De momento no os cuento más. Ni menos…



miércoles, 23 de julio de 2014

2 POEMAS de Carmen Gc del Río Bravo


En el autobús.
Diluvio fuera.
Casi nadie mira.

Todo el mundo
-de hasta 50-
acompañado.

Sólo una pareja.

El resto:
Un hombre e-leyendo.
El resto
tecleando.


***

He vuelto a echarlo de menos hoy.

No a ti cuando me querías.

A mí cuando te quería.

A eso.
De nuevo.
Hoy.


Carmen Gc del Río Bravo

martes, 22 de julio de 2014

EL MORBO DEL ADIÓS o los tiempos encharcados de ambrosía


No te acabes nunca
M. L.

SOY TURBIA PARA QUE TE ADENTRES EN MÍ. Los fogones que naces en mis mejillas cuando te arden en las manos los huecos que me inventas y gobiernas. El morbo de las hebillas, en mi zapato de pulsera que torpemente desatabas y el tintineo de tu cinturón, presa de castigo y presa de todo aquello que perfora, que empuja, que aprieta, que invade y que a la vez me arranca de estas cárceles anímicas plagadas de rutina. El sacrilegio de no arañar algo del día. 
EL RECUERDO ES UN CUERPO AHOGADO QUE SE HINCHA HASTA LO GROTESCO, hasta lo irreconocible. Dame. Allí, donde los restos boquean en mis orillas, donde ya no sueño que te abrazo y el mundo ya no es espuma, es sólo un campo de ortigas y atardeceres desangrando días prefabricados. Las estrías que provoca en la memoria el tiempo sin ti, en ellas naufrago. La poesía de la velocidad que traías para la habitación cerrada que inventamos, en ella caigo.
Me dejo, me deshago en la mudanza, esa del interior, de los bolsillos de pobre y los sacos de escombros. No sabía que se podía almacenar tanto amor. No sabía cómo matan los flecos del pasado y sus tiempos encharcados de ambrosía. Los días zigzagueantes y EL SUELO QUE SE NOS ESTRELLÓ UNA NOCHE. 
En lo forzado de la zona de confort que no rebasas, guardar vida para otra vida. Ilústrame, garabatea en mi piel el mapa de los atajos del olvido PARA MI CONSTELACIÓN DE CICATRICES ETERNAS. Fiel a mi legítima claustrofobia de brazos vacíos. Con el discurso de la brutalidad del desencanto escrito a mano con la tinta de nuestros fluidos, y olvidar la caja negra de nuestro accidente, con eso se hace camino. No se puede hacer el sol a carboncillo, nunca recuerdo esa parte. Habitar la batalla será vivir. Me saco de la naturaleza muerta y me dejo entre las olas y las corrientes. Me atraviesan sirocos endemoniados. Huir de la pirotecnia que sale de las bocas, de las almas, de las nada. Me pronuncio y me arrastro. Me vacío y lamo mis aristas. Movimiento. Espacio en blanco. Inercia. Espacio en blanco. Silencio. Ceremonia del cansancio, del desprendimiento o algo así. Y espacio en blanco.

Por miss Desastres Naturales


lunes, 14 de julio de 2014

GABRIEL OCA FIDALGO: Entrevista en Diario de León.


«Empecé a devorar literatura a la vez que drogas»

Acaba de publicar su segunda novela, ‘Ansiedad’, una autobiografía centrada en su incursión en el mundo de las drogas. Esta obra reúne vivencias de su infancia, su juventud y su madurez, con un toque de fábula.

Ángela Casado | Diario de León 09/07/2014

Ansiedad es la segunda novela del escritor leonés Gabriel Oca, tras la publicación en 2008 de Carretera de la muerte. Aunque ambas son autobiográficas, esta nueva obra es más extensa y narra las vivencias desde su infancia hasta la actualidad.

—La ‘Carretera de la muerte’ fue su primera novela auto biográfica y ahora llega ‘Ansiedad’, también centrada en su vida, ¿podría considerarse una segunda parte?

—No es una continuación, ya que La Carretera de la muerte se centra en mis vivencias de juventud, con «veintitantos» años, y Ansiedad narra mi vida desde la infancia; mi época del colegio, mi etapa de camarero, mis vivencias en la mili, etc. Es un diálogo que reúne muchas historias y vivencias, siempre con un toque de fabulación.

—La literatura cambió su vida, ¿cómo se cruzó en su camino?

—Comencé a leer cuando era un niño, aunque por aquel entonces solo leía cómics. El momento en el que empecé a devorar literatura fue en torno a los 18 años, entró en mi vida a la vez que la heroína.

—¿Le sirvió en algún momento como modo de escape de las drogas?

—La literatura no me ayudó a salir del mundo de las drogas, personalmente creo que, salvo excepciones, nada te mete ni te saca de ese mundo más que uno mismo. Yo salí por aburrimiento, mediante un programa de metadona. La literatura me enseñó a vivir, sin ella la vida no tiene sentido. Una de las obras que más me ha influenciado es la autobiografía de Celine.

—¿En qué momento decidió escribir sobre su experiencia? ¿Fue una especie de terapia o vía de escape?

—Hace al menos veinte años que empecé a escribir Ansiedad, y sí podría decirse que escribir sobre lo que vivía me servía de vía de escape. Pensé en abandonar la novela, ya que no creía que consiguiera llegar a publicarse, por esto tengo que agradecer a Vicente (Muñoz Álvarez) todo el apoyo que me dio y su labor en la búsqueda de editoriales. Él ha sido fundamental para que se lograra la publicación.

—¿Qué acogida ha tenido ‘Ansiedad’ hasta el momento?

—La novela acaba de publicarse, pero estoy muy contento con la acogida que ha tenido por parte de la editorial, y ya ha llegado a unas cuantas librerías de confianza. Además, pronto tendrá lugar la presentación. Es muy difícil tener una gran difusión, pero el simple hecho de haber publicado es una buena razón para estar satisfecho.

—¿Tiene algún nuevo proyecto entre manos?

—Estoy inmerso en una nueva novela de ficción. La temática es similar a la que he tratado hasta ahora, narra la historia de dos chavales de barrio inmersos en el mundo de la droga en los años 80, pero será bastante más extensa que lo que he escrito hasta el momento. La publicación de Ansiedad me ha animado mucho a continuar con esta nueva historia.

—En alguna ocasión ha dicho que la solución al problema de las drogas es la legalización

—Si se pudiera comprar en las farmacias, por su composición no costaría más de «dos duros». La legalización solucionaría muchos problemas que se forman en torno a ella, como la violencia o la marginación. Esto es algo que sabe todo el mundo, sin embargo es una quimera inalcanzable.



sábado, 12 de julio de 2014

EL ÚLTIMO RAMONE (Gabba Gabba Hey)


me entero justo al levantarme esta mañana: ayer murió Tommy Ramone, el batería de la mítica banda, el último de la saga, el último Ramone... fin del trayecto, buen viaje, descanse en paz... y me llegan a la cabeza en tromba acto seguido todos aquellos emblemáticos temas con los que me crié: End of the century, Blitzkrieg Bop, Rock and Roll High School, The KKK took my baby away (que versioneábamos Veredicto Final), Judy is a Punk... y con ellos mil recuerdos y regresiones: escuchándoles una y otra vez con la peña (con César sobre todo) en el Pantano de Luna, en la Pícara, en el Garabatos, en los locales de ensayo, en el Toisón, en La Cantina, en La Madrágora, en el Universal... a pocos grupos escuché en mi juventud tanto como a los Ramones, su rock vertiginoso y tremendo, aquellos cuatro acordes (más que suficientes) con los que nos hacían vibrar, el concierto en La Real de Oviedo (petado hasta la bandera), las portadas de sus discos, las bambas y los vaqueros rotos por las rodillas y las chupas negras de cuero y las gafas oscuras y las docenas de camisetas suyas que desgasté... y la muerte trágica y prematura de todos ellos luego (Joey, Dee Dee y Johnny) uno tras otro, hasta la de ayer, la de Tommy, el batería, el último de la saga, el último Ramone... algo, sin duda, se me ha ido con ellos, rondando ya los 50, tan cerca y tan lejos (tiranía cruel del reloj), aquel vitalismo feroz de los 18, su banda sonora, aquellas canciones de fondo, aquellas ganas de comerse el mundo y aquella manera salvaje de ser y estar en la tierra... 

buen viaje

queridos drugos

Gabba Gabba Hey


Vicente Muñoz Álvarez


viernes, 11 de julio de 2014

DÍAS DE RUTA en RUTA 66



Días de ruta

Vicente Muñoz Álvarez (Lupercalia Ediciones)

Vaya faena nos hace Vicente Muñoz Álvarez con este nuevo libro. ¿Porque, cómo definiremos estos Días de ruta? ¿Un poemario? ¿Una autobiografía? ¿Un diario? Probablemente no es nada de eso y a la vez lo es todo. Está claro que se mueve en el terreno de la poesía pero su trabajo de representante de una marca de zapatos que le obliga a recorrer muchas carreteras (de ahí el título) le da la posibilidad de vivir continuas historias y tener tiempo más que de sobra para reflexionar sobre temas que van de la crisis económica a la automatización personal, la angustia o la meditación. Textos directos, emotivos, rugosos, extremos, influidos tanto por Bukowski como por los Ramones, Céline, John Huston, Baudelaire o Parálisis Permanente. Construyendo con todo eso la versión castiza del On the Road de Kerouac, sin pretensiones, eso sí. Trabajando desde la humildad en pos de una literatura de calidad en un país abocado a que los libros más vendidos sean los firmados por estrellas mediáticas de la televisión o del deporte, Muñoz es un oasis, un brote verde que asoma en el desierto y que puede suponer la salvación del peregrino en forma de una gotas de agua. Gotas que quizás encontremos en el arcén de alguna carretera secundaria.

Eduardo Izquierdo, Ruta 66.

http://www.edicioneslupercalia.com/

jueves, 10 de julio de 2014

WHO PAYS THE PRICE by J. Malone Miller.



Hey vaquero
has visto la desolación de un país
en ruinas Las pistolas se cayeron
extenuadas al suelo  reniegan
de sus balas de plata

Has visto has visto has visto
llorar a un cadáver en podredumbre?
Arder las lágrimas secas en sus ojos de vidrio?
Hey vaquero
aprendiste a desenfundar antes que nadie
los muertos no aplauden tu victoria en el duelo

Has visto a un muerto
tejer auxilios con sus propias manos?


J.Malone Miller, de El hombre que mató a Michael Hutchence (Ediciones Lupercalia, 2014).


martes, 8 de julio de 2014

ANSIEDAD: Prólogo.


GABI OCA FIDALGO

Hijo de Satanás

Ahora y hoy, frente a este libro y en estas líneas, me toca rendirle homenaje a un tipo que se ha dejado en los tigres y esquinas de esta ciudad los huevos y la piel por la mala vida y la literatura, y por qué no decirlo, uno de nuestros escritores secretos e imprescindibles... Que los demás le coman la polla a cualquiera (siempre y endogámicamente a los mismos), pero yo hoy, con mis mejores latidos, le canto a mi tron, porque sí, porque es auténtico y se lo merece y porque así me lo pide mi ética y estética: Gabriel Oca Fidalgo, Gabino o Gabi para los amigos... Os llevo de la mano, regresión tras regresión, a una fiesta de Vinalia Trippers del otro milenio en la que apareció: en el CCAN, petado el Club de peña (no recuerdo qué grupo sonando, pero siempre sonando), y el Gabi que se nos presenta sudoroso y tembloroso y espídico con un novelón fotocopiado en las manos (al Bufa y a Silvia y mí) pidiéndonos que lo leamos... Y luego, al entrarle, su tremenda maña y maestría... Mezcla asombrosa de Céline (siempre presente) y Bukowski y Burroughs y El Ángel, híbrido e hijo de Satanás, el Gabi, sorprendiéndonos con su prosa (y poesía, aunque él no lo admita) de no ficción... Pasan los años, nos seguimos viendo, yonquis he conocido a muchos, pero que escriban y hayan asimilado así a los maestros antiguos a pocos, así lo he de decir, Gabi, con dos cojones que te he visto siempre ahí, por eso, puros principios, tu primer (pedazo de) libro, La carretera muerta, y por eso también, porque te lo has ganado pulso, tu nueva novela, Ansiedad, y la misma sensación de siempre: gran libro, Gabino, orgulloso de él que estoy, esto sí que es el León antiguo, sin más pleitesías, una bomba de relojería, va por ti, hermanito, el ritmo continúa...


Vicente Muñoz Álvarez,
prólogo para Ansiedad (Ediciones Lupercalia, 2014),
de Gabriel Oca Fidalgo.



sábado, 5 de julio de 2014

EL PESO DE LO INVISIBLE por Javier Vayá Albert.


"Héroes, a uno y otro lado, en delicioso contrapunto, en el verso y en la prosa, en este sinfónico volumen que cualquier alma sensible sabrá degustar como si de una deliciosa copa de vino se tratase, con medidos pero intensos sorbos que despertarán en él todo un panegírico de aromas, texturas y memorias de aquel día en que ellos mismos llegaron a ser insignes hacedores del milagro de estar vivo.
Termino el párrafo, vuelvo a él, y reconozco haberme equivocado. Leer a Javier Vayá no es cómo tomar una copa de vino, más bien se asemeja a escuchar uno de esos L.P’s del Duque Blanco en que un sinfín de seres alienados por su propia existencia descubren la heroica victoria de lo cotidiano, logrando apreciar, al fin, El Peso de lo Invisible.
Habrá lectores que no conozcan a Bowie, o no les interese su música. No importa, afortunadamente tienen entre sus manos un delicioso volumen de portentosa literatura, éste que nos regala Javier Vayá. Y, leyéndolo, pueden ser héroes… aunque sólo sea por un día."

Pablo Cerezal, del prólogo de El Peso de lo Invisible.



JAVIER VAYÁ ALBERT

(España, 1973). Es escritor y blogger autodidacta aunque ha desempeñado diversos trabajos ajenos al mundo de la literatura. Apasionado del mundo del cine y lector compulsivo ha colaborado escribiendo sobre el séptimo arte y literatura en diversos medios digitales como Cinetelia, Astrolabium o Achtungmag y actualmente en Papel de periódico y La huella digital. Publica una columna quincenal de opinión en Entre Tanto Magazine. Desde el 2009 administra el blog Actos invisibles en el que publica relatos, poemas y reflexiones personales. Su cuento “La fuerza de la costumbre” fue uno de los ganadores del concurso “Ciudad Mínima” y forma parte de la antología digital del mismo nombre coordinada por Adelaida Míjar en la que también participan autores consagrados como Alberto Chimal y Andrés Neuman.

viernes, 4 de julio de 2014

COMIDA PARA PERROS por Gsús Bonilla.


4.

seremos sinceros
y escribiremos: Asco,

con nuestra caligrafía de mierda
con toda la violencia de la poesía


os maldecimos
con la belleza de la no belleza,

sois la violencia de la violencia
como ejemplo
de los pocos ejemplos:


os maldecimos, como a aquellos
que ladraron al sol
en los campos de exterminio

                      cómo no amar, digo
                      al perro rojo, al perro judío


os maldecimos, como a aquellos que idolatran
las cuchillas de las alambradas
en las fronteras

                    cómo no amar, digo
                    a las perras por putas

                   al perro por guía
                   hacia la maldita luz que ansía el ciego

cómo no amar, al perro por negro
al perro que nos rescatará de las catástrofes


os maldecimos, como a aquellos
perros por compañeros
que se enmascaran de revolución
en las protestas: ¡no sois compañeros!

                     sois el cónyuge hostil

la violencia de la violencia
como mal y ejemplo

ejemplo de los pocos ejemplos:


sois la rabia del perro, un tumor
en la condición humana

el amigo fiel de la lombriz que habita
en los intestinos del capitalismo:


lombrices
que trituráis la tierra

estómagos que digerís
la soberanía de un pueblo

                   cagarnos, cagarnos, cagarnos

cagarnos la luz propia
de las tinieblas, pues si nos agraciasteis
con la oscuridad: las entrañas nos pertenecen

                 cagarnos, cagarnos, cagarnos

hacer del vientre
un corazón

qué importa su negrura: pero por fin:

un corazón:


hoy, cuando los niños acunan
botes de humo

y besan la anchura
en las bocachas de las escopetas

y se dejan la infancia
en la fumarola, poco después
de los fogonazos

hoy
cuando se desangran
por los oídos:


Gsús Bonilla, de Comida para perros (Baile del sol, 2014).

jueves, 3 de julio de 2014

MALOS TIEMPOS: Prólogo.


Al pasar por delante de esas modestas pensiones que hay en todas las ciudades ¿no te has parado a pensar en los inquilinos que las habitan? ¿No te has preguntado por sus vidas? ¿Cuáles son los motivos y las circunstancias que han llevado a esa gente a hospedarse ahí? ¿Lo hacen por necesidad? ¿Son perdedores huyendo del cruel juego de vivir? ¿Ciudadanos de segunda o tercera categoría? ¿Desechos de una sociedad consumista? Y puestos a preguntar ¿Qué hacen? ¿Cómo viven?... Pues bien, aquí está Carlos Salcedo Odklas para aclarar todas las dudas. Nadie como él para hablar de estos lugares. Carlos sabe de primera mano cómo son, entre otras cosas, porque él vive en una de esas pensiones. Su hogar es una humilde habitación sin baño. Si quiere mear, tiene que salir al pasillo y llegarse hasta un retrete compartido. Las comodidades son mínimas y las necesidades se multiplican cada día. Carlos nos habla justamente de eso en sus relatos. En ellos deja constancia de lo duro que es levantarse cada día para enfrentarse a las vicisitudes de un país en plena crisis. Nos presenta a esa fauna peculiar que reside en su pensión. Nos permite ver sus personalidades, sus flaquezas, saber de sus vicios, cómo huelen y qué sienten. Pero eso no tendría ninguna transcendencia si la forma de narrar de Carlos fuera mediocre y sin ritmo. Todo lo contrario. Su prosa es cruda, directa y afilada. La verdad desnuda en cada palabra. Carlos no necesita de ficciones para crear sus relatos. Él se enloda de realidad y nos salpica con ella en cada página. Es más, hace que esa realidad nos sacuda. Con ella nos obliga a salir de nuestros cómodos refugios. Su forma de escribir tiene la capacidad de arrastrarnos al interior de sus narraciones, de desarmarnos de prejuicios, de conmovernos, incluso, de hacernos mejores personas. Leyéndole te das cuenta de hasta qué punto una sociedad podrida y obtusa le niega todos los recursos a un joven inteligente y lo obliga a sobrevivir en condiciones inhumanas. No obstante, Carlos no se rinde. No es lo suyo. Puede que viva en una pensión y tenga que alimentarse en comedores sociales, puede que le nieguen un trabajo, puede, incluso, que de vez en cuando pierda la fe en la humanidad, pero no se da por vencido y sigue luchando a pesar de todo. Es su carácter, el de luchador. Él se defiende igual que un boxeador que ha sido acorralado entre las cuerdas, pero lo hace con la palabra, golpeando con cada una de ellas. Y si cae, no pasa nada, se levanta apoyándose en su prosa y sigue adelante. Todo desaliento es utilizado como material literario, cada injusticia es la base para otro escrito. Creo que es su manera de salir de tanta mierda y podredumbre. De ser así me parece cojonudo porque la precariedad y la falta de recursos han sido fuente de inspiración de grandes escritores. Así de pronto me vienen a la cabeza los nombres de Charles Bukowski, John Fante o Knut Hamsun. Por supuesto hay muchos más, pero yo me quedo con estos tres. Ellos lidiaron con la pobreza mientras se formaban como escritores y pasaron por pensiones baratas y cutres, igual que Carlos. Todos ellos soportaron infinidad de adversidades. Quién sabe, tal vez la miseria sea un estimulo para el talento. Quizás sea el secreto de la buena literatura. De lo que no tengo dudas es que Carlos escribe relatos de una calidad indiscutible. Para mí, un relato llega a su máximo esplendor cuando una vez leído pasa a formar parte de tu vida. Pues bien, cada vez que veo una pensión, inevitablemente, pienso en las narraciones de Carlos Salcedo Odklas. Sus historias han pasado a formar parte de mi vida. Para que suceda eso se necesita mucho talento. Carlos lo tiene, os lo aseguro.

Pepe Pereza, 2-7-2013


miércoles, 2 de julio de 2014

RITOS DE INICIACIÓN por José Ángel Barrueco.


ahora que soy independiente
no quiero olvidar los escenarios tempranos
donde nos iniciábamos en los juegos eróticos,
todos aquellos lugares donde corrías siempre
el riesgo de ser sorprendido

he aquí esos parajes:
los cines, en cuya penumbra las manos
tanteaban la piel como lo harían los ciegos,
el asiento trasero del coche y los polvos de urgencia
que incendiaban las ventanillas y las surtían de vaho,
ése o aquel portal, con los culos desnudos
sobre el hielo de sus peldaños,
ese pub sórdido en el que ella se atrevía
a palpar tus ingles para procurarte alivio,
ese bosque o ese parque por el que desfilaban
los mirones, los locos y los borrachos
pero tú le decías “te voy a lamer el clítoris
aquí mismo” y el desafío mojaba sus bragas,
ese recodo o desfiladero entre basuras, condones
viejos, jeringuillas y litronas vacías cuyo detritus
alimentabas con un chorro de esperma,
esa tienda de campaña quemada de deseo
por donde vagaban moscas, orugas y hormigas,
y los callejones sucios, las aceras mojadas de
lluvia, las riberas del río y los aledaños del
ferrocarril, sitios en los que el paisaje no
te importaba porque tenías a la chica

y quiero confesaros que no guardo nostalgia
de esos escenarios de negrura y soledad
no deseo volver a ellos
no quiero regresar allí
llamadme burgués, si os place,
pero ahora, además de la chica,
me quedan
la almohada, la música
y un orgasmo sin sobresaltos,
sin prisas, sin miedos, sin mugres,
sólo la paz y la poesía del sosiego.


José Ángel Barrueco, de El amor en los sanatorios (Canalla Ediciones, 2014).