martes, 2 de octubre de 2012

ENCAPUCHADA. LULA SOUTO MÉNDEZ






Con la miopía en exceso,
la falda violada,
el sonrojo de las botas gastadas,
respiras.
Y te nutres a tientas de dicción
y desvarío a partes desiguales,
rastreando consonantes,
heredando los presagios que
otorgan confianza y osadía
ante lo insoportable.

No termina el aprendizaje
aunque beses con los ojos abiertos
(por llevar la contraria)
y te duelas de los muros que
los corazones levantan
y te desgarre la metralla
de la distancia.

Maniobras en la intemperie,
encapuchada sin testigos que,
mañana, te canten valiente
o humana, al menos,
te piensen.

Y seguirás perdiéndote en
los laberintos aún conociendo
el norte.
Y seguirás cayendo en
la emboscada de los sentimientos.

Adquieres destreza a golpes
de rutina,

ignorando el contrabando que
hace felices a quienes no tienen
vergüenza.

No desafines en la derrota.
Así has de asomarte al aguacero,
como estatua impasible,
no como patinadora distraída
de brazos cerrados sin paradero
en la pista.

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