VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ:
EL POETA QUE TODAVÍA SIGUE EN PIE
Hablar hoy en día del poeta y narrador Vicente Muñoz Álvarez es hablar, sin la menor duda, de una figura capital, ya mítica, en la contracultura de las letras españolas: figura que –por si alguien a estas alturas aún no lo sabe- empezó a forjarse allá en la década de los noventa, como editor de Vinalia Trippers, legendario fanzine leonés de grapa y papel en el que nos dimos cita escritores contracorriente cuyas palabras, como bien señaló Salustiano Martín, venían de la calle y surgían de la vida que nos zarandeaba.
Esos zarandeos de la vida, cuando no golpes directamente, están presentes ya desde un principio en toda la literatura de este escritor que se ha convertido por derecho propio en ejemplo y referencia de las nuevas generaciones de autores contraculturales. Esta circunstancia ha hecho que su obra, personal e intransferible, se haya visto vinculada, en mayor o menor medida, a movimientos tales como el Realismo Sucio, La literatura Beat, La poesía de la conciencia o, más recientemente, la Generación Nocilla o Afterpop.
A todos estos vínculos a los que hago referencia se les puede seguir la pista en los textos del primer poemario que el genial autor leonés dio a la imprenta: Canciones de la gran deriva: poemario que ahora, trece años después de su primera edición, tiene el acierto de reeditar en versión ampliada (13 poemas más) y revisada la editorial jerezana Origami, editorial, dicho sea de paso, que además de apostar en su catálogo por autores noveles lo hace también por alguna de las firmas que coincidimos en las páginas de Vinalia Trippers, como es el caso de Alfonso Xen Rabanal o el mío mismo.
Como he dicho, la primera edición de estas Canciones de la gran deriva data del año 1999. En aquella época yo apenas llevaba tres años como director de la colección Zigurat que editaba y edita el Ateneo Obrero de Gijón, y mi amistad, incondicional, con Vicente Muñoz Álvarez y mi admiración hacia su obra –sobre todo la narrativa que era la que mejor conocía- y hacia él como persona honrada y coherente se remontaba al año 95 o 96. Y fue por esos años cuando, cierto día, cayó en mis manos uno de sus poemas –Tedio- y recuerdo lo mucho que me impresionaron los cuatro últimos versos: De regreso a mi cuarto pienso / que lo peor de crecer / es no poder contar más años / con los dedos… En ese mismo instante decidí editarle un libro de poemas en la colección Zigurat y he de decir, y decirlo públicamente, que es uno de los libros de los que más orgulloso me siento.
En realidad Canciones de la gran deriva, es un poemario que no dudaría en calificar de visionario ya que los temas de que trata –la crisis que nos asola sin ir más lejos- siguen vigentes a fecha de hoy, en el momento de escribir estas líneas, quizá incluso más vigentes que cuando fueron escritos, cualidad que solo poseen los grandes libros, y el hecho, incuestionable, inapelable, de que estos poemas hayan superado la prueba del tiempo dice más, mucho más en su favor y a favor de su autor de lo que yo mismo soy capaz de expresar. Sin embargo, quiero terminar parafraseando dos versos del propio autor, un poeta singular que prefiere morir luchando a vivir siempre perdiendo:
Escribir libros como este
es hacer terrorismo de estado.
David González.
Septiembre 2012.
He leído a, Vicente, y no tengo la menor duda que además de ser visionario se le da bien nadar a contracorriente. Seguramente, si lo pusiéramos en una carrera llegaría el último o no la terminaría. Pero, si hacemos esa misma carrera y a él lo ubicamos, justo, donde finaliza, se abriría paso entre el resto de concursantes y puede que llegara, al punto de partida, antes que el resto finalizara.
ResponderEliminarMe alegra su reedición, muy acertada. Una servidora es el patito feo que ni Origami la edita. Un beso, Ann@
No lei bien pero lo poco ke lei realmente quede admirado
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